Jim Carrey da vida a Truman Burbank, un hombre trabajador y corriente de mediana edad que vive felizmente con su mujer en un barrio tranquilo y acogedor de clase media.
Toda familia tiene su propia historia, sus tradiciones, sus antepasados, costumbres, los abuelos, los bisabuelos…. Es una riqueza que no puede pasar inadvertida. Gracias a ellos, estamos aquí y, cada uno se merece un mínimo de protagonismo en nuestra vida y en la de nuestros hijos.
¡Qué fácil es sorprender a un niño! Sin embargo, los adultos no nos lo terminamos de creer, quizá porque nosotros mismos hemos perdido esa capacidad de asombro…y tratamos de tenerles “entretenidos” o “estimulados”, pensando, con buena intención, pero equivocadamente que, de esta manera, nuestro hijo será más inteligente, más despierto y favoreceremos su desarrollo.
“El buen deportista no lucha para alcanzar una sola victoria, y al primer intento. Se prepara, se entrena durante mucho tiempo, con confianza y serenidad: prueba una y otra vez y, aunque al principio no triunfe, insiste tenazmente, hasta superar el obstáculo” (Forja, 169).
Dan Siegel, neurocientífico americano, nos dice que no hay necesidad de bombardear a los niños, ni a nadie, mediante estímulos, con la esperanza de construir mejores cerebros humanos. El cerebro se desarrolla adecuadamente en un entorno familiar y escolar adecuado y con una cantidad mínima de estímulos. Lo que cuenta, añade, es la calidad del vínculo que existe entre el niño y su principal cuidador.
José Pedro Manglano es sacerdote, profesor universitario, doctor en Filosofía y escritor. Los jóvenes son, desde hace más de diez años, el centro de su trabajo. Es, además, fundador del movimiento Hakuna.
Como padres, no nos gusta ver sufrir a nuestros hijos, al contrario, intentamos protegerlos de todo lo que pueda herirlos, molestarlos o hacerles enfadar. Pero no podemos eludir que el sufrimiento es una realidad que nos va a acompañar toda la vida, y al igual que muchos aprendizajes nos ayudan a desenvolvernos en el mundo, el aprendizaje del sufrimiento debería ocupar un lugar especial en nuestra tarea educativa.
Son muchos -y cuando digo muchos, es muchos-, los padres que achacan el bajo rendimiento o la apatía de sus hijos a falta de motivación. Cuando me plantean esto, siempre les pregunto al tipo de motivación al que se refieren, si a la extrínseca o exterior o a la intrínseca o interior de cada persona. Según sea su respuesta, trabajo de una u otra forma con esa familia.
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