Educar a un hijo único puede llegar a convertirse en un auténtico reto para los padres. El objetivo de cualquier padre es que su hijo sea feliz y puede surgir cierta inquietud cuando se trata de educar a un hijo sin hermanos.
Toda familia tiene su propia historia, sus tradiciones, sus antepasados, costumbres, los abuelos, los bisabuelos…. Es una riqueza que no puede pasar inadvertida. Gracias a ellos, estamos aquí y, cada uno se merece un mínimo de protagonismo en nuestra vida y en la de nuestros hijos.
¡Qué fácil es sorprender a un niño! Sin embargo, los adultos no nos lo terminamos de creer, quizá porque nosotros mismos hemos perdido esa capacidad de asombro…y tratamos de tenerles “entretenidos” o “estimulados”, pensando, con buena intención, pero equivocadamente que, de esta manera, nuestro hijo será más inteligente, más despierto y favoreceremos su desarrollo.
Dan Siegel, neurocientífico americano, nos dice que no hay necesidad de bombardear a los niños, ni a nadie, mediante estímulos, con la esperanza de construir mejores cerebros humanos. El cerebro se desarrolla adecuadamente en un entorno familiar y escolar adecuado y con una cantidad mínima de estímulos. Lo que cuenta, añade, es la calidad del vínculo que existe entre el niño y su principal cuidador.
Como padres, no nos gusta ver sufrir a nuestros hijos, al contrario, intentamos protegerlos de todo lo que pueda herirlos, molestarlos o hacerles enfadar. Pero no podemos eludir que el sufrimiento es una realidad que nos va a acompañar toda la vida, y al igual que muchos aprendizajes nos ayudan a desenvolvernos en el mundo, el aprendizaje del sufrimiento debería ocupar un lugar especial en nuestra tarea educativa.
¡Nunca he sido más feliz!, fue la respuesta que le dio Pedro a un chico de quince años cuando le preguntó si era feliz…. Pedro, un chico corriente de veintiún año, después de tres años de enfermedad, se fue al cielo con el corazón desbordado de amor a Dios y al prójimo.
La Navidad es un tiempo de alegría y esperanza, de amor y gratitud. Estas virtudes son las que se deberían vivir en todos los hogares cristianos, en todas las familias, pero, a veces, con las prisas, lo olvidamos y la navidad nos lo recuerda.
Aunque es una película de animación, puede llegar a ser muy recomendable para toda la familia. Resalta la importancia del nacimiento de Jesús, pone en valor la familia y sus tradiciones. Es una película llena de ternura y nos enseña cómo es la mirada de un niño, esa mirada que todo adulto debe recuperar.
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