Esta película, adaptación de la novela homónima y basada en hechos reales, tiene como protago-nista a Michael Oher, un joven de color sin hogar. Será acogido por la familia Touhy, blancos y ricos, que le ofrecerán el cariño que no siempre tuvo. Tanto Anne (Sandra Bullock), como su marido e hijos, lucharán, además, con uñas y dientes, para ayudar a Oher a triunfar como jugador de fútbol americano.
Termina el curso y llegan las vacaciones, esos dias en los que, para todos los niños y en especial para los de la etapa infantil, supone un gran cambio. Se pasa de las rutinas diarias de los nueve meses anteriores, muy interiorizadas, a un cambio de contexto, de hábitos, de horarios y, en la mayoría de las ocasiones, de su entorno familiar y social. Pero no podemos olvidar que siempre, y también la época estival, es un maravilloso momento para consolidar todo lo aprendido y reforzarlo con actividades que sumen experiencias de exploración, interacción y descubrimiento.
Durante el curso escolar, el trabajo de los docentes y padres ha estado encaminado a desarrollar conocimientos lingüísticos y matemáticos básicos, conocimiento del entorno -naturaleza, animales y, sobre todo, las personas que lo habitan-, habilidades socioemocionales como el trabajo en equipo, la empatía y la comunicación, sin olvidar la motricidad, tanto la gruesa como la fina.
Con el final del curso escolar llega una pequeña revolución, entendida esta como una situación que puede ser o de cierto cambio o de ruptura total con las rutinas de los meses precedentes.
Nos encontramos inmersos en la era digital y nuestros hijos han crecido rodeados de multitud de dispositivos tecnológicos que nos han visto usar con frecuencia tanto como herramienta de trabajo como para disfrutar de nuestro tiempo de ocio. De hecho, muchas veces hemos permitido que los utilicen para entretenerse, adquiriendo ya desde pequeños un gran dominio sobre su manejo.
Aunque llevamos tiempo observando algunas consecuencias negativas derivadas del uso de la tecnología en edades tan tempranas, no podemos olvidar su uso generalizado y su importancia como herramienta educativa, constituyendo incluso la competencia digital una facultad objeto de evaluación en los centros educativos. Ante esta circunstancia se nos plantean preguntas como: ¿es bueno que nuestros hijos utilicen la tecnología? o ¿tiene algún beneficio en su desarrollo? A continuación, vamos a dar respuesta a estas cuestiones y a mostrar algunas pautas que nos pueden ayudar a educarlos en la destreza digital de la forma más acertada y segura.
La música es considerada una forma universal de comunicación. Esto hace que esté presente en todos los lugares del mundo, en todos los ambientes y en cada uno de nosotros.
Según diversos estudios, la música existe desde la prehistoria, como una forma primitiva de comunicación y expresión de sentimientos. Se podría decir que la música apareció en un momento similar a la aparición del lenguaje.
Los beneficios que tiene la música en la primera infancia son múltiples, por lo tanto es imprescindible, en la medida de lo posible, que esté presente en su día a día para lograr un desarrollo integral.
De un tiempo a esta parte, muchos padres con hijos adolescentes sienten que su rol para con ellos se desdibuja cada día con más facilidad. Sus hijos buscan referencias en las redes sociales, en las series, en los programas de televisión, en sus iguales, y es de todos ellos de quien reciben sus reclamadas validaciones.
Si a esto le sumamos el miedo que muchos padres tienen de pecar de autoritarios y de su intento por evitar ciertos enfrentamientos familiares, se termina, muchas veces de forma inconsciente, por abdicar de su verdadera y necesaria autoridad: “Nos hemos centrado tanto en la obediencia y en ser figuras de autoridad que hemos dejado de lado la idea de que la autoridad se puede ejercer de forma firme y respetuosa” (Cazurro, 2023).
Una de las situaciones que los adolescentes viven cada día es la de tener que intervenir en clase, dar su opinión en un grupo de amigos o posicionarse públicamente en redes sociales.
La experiencia, que con frecuencia se vive en clase, es que los adolescentes deben tener las cosas muy claras para atreverse a realizar cualquier pregunta o a manifestar una opinión personal: es mucho más fuerte la sensación de sentirse juzgado que la necesidad de una respuesta.
La sobreprotección hacia los hijos es una tentación en la que todos los padres podemos caer en algún momento. Pero si, en lugar de momentos o circunstancias puntuales, es la tónica habitual puede ser una rémora para un correcto desarrollo personal, al limitar la capacidad para afrontar los desafíos de la vida. Educar en la fortaleza puede ser un buen punto de partida para construir con buenos cimientos.
El día a día de la experiencia docente y el contacto con escolares y sus familias nos muestra, con más frecuencia de lo que sería deseable, ejemplos de lo que se ha llamado “padres helicóptero”, aquellos que, con la mejor de las intenciones, sobrevuelan toda la actividad de los hijos -académica, de ocio o en sus relaciones sociales- para controlar e intentar mitigar cualquier dificultad que pueda surgir.
“Los niños hoy duermen dos horas menos de lo recomendado, esto impacta en su concentración y control de emociones” (Marian Rojas Estapé)
En el ámbito escolar crece la preocupación de los docentes por el déficit de sueño que observan en los más pequeños. Ese déficit afecta al proceso de aprendizaje, ya que los niños que no han tenido un descanso óptimo durante la noche tienen un razonamiento más lento, surgen problemas de irritabilidad y falta de autocontrol, afectando también a la memoria.
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