En la vida de un adolescente, la palabra justicia es una de las más pronunciadas. Tanto ellos como nosotros, acostumbramos a declarar con pasión lo que es justo y lo que es injusto. Sin embargo, la justicia no es una de las primeras virtudes que se adquiere, de hecho, lo podemos observar en los niños: ellos siempre se sienten poseedores de todos los objetos y juguetes que les gustan. Es una virtud que ayuda a ordenar la vida interior y que se va aprendiendo con la ayuda de la prudencia y de una voluntad fuerte.
Cualquier aspecto llevado al extremo asume cierta connotación negativa: ideas religiosas, políticas, filosóficas, comportamientos… De hecho, ya Aristóteles lo confirmó con su famoso aforismo “in medio virtus”, (en el centro está la virtud), admitiendo que todo aquello que se acercara al exceso, o al defecto, se alejaba de la idea virtuosa.
Sin embargo, y a nada que nos fijemos, es fácil caer en la cuenta de que el mundo que nos rodea es un mundo de prisas, de excesos: un “hipermundo”; Hiperactivo, hiperexigente, hiperestimulado, hipersexualizado, hipertenso, hipeconectado… Y sin ser la actividad, la exigencia, la estimulación, la sexualidad, la tensión o la conectividad malas en sí mismas, sí que es cierto que acarrean consecuencias nefastas al alejarse de su centro virtuoso.
Estamos ante unas fechas muy alegres y familiares, un momento litúrgico muy especial, la fuente de nuestra esperanza porque va a nacer el Niño Jesús. Lo cierto es que resulta extremadamente complicado vivirlas en su esencia porque el mundo en el que vivimos valora las cosas tanto o más que el nacimiento de Jesús. Muchos ignoran cuál es el significado real de la fiesta navideña. Para muchos se ha convertido en uno de los grandes momentos comerciales del año, que comienza ya a finales de noviembre con las primeras rebajas de la temporada navideña.
Con la fuerza de tu palabra oportuna puedes conseguir grandes cosas para los demás. (Amparo Catret)
Por todos es conocido el alcance que tiene saber comunicar y comunicarse. Son miles los cursos y libros que nos enseñan a comunicarnos, sobre todo en el terreno laboral: cómo dirigir una buena reunión, cómo hacer una exitosa conferencia, cómo preparar un discurso, las claves para realizar una estupenda presentación, cómo mejorar tu capacidad para vender o publicitar algún producto…
Tal y como afirma Mar Romera, “dentro de las habilidades sociales es de máxima importancia la comunicación, la mirada, la escucha, la cooperación, el liderazgo entre otras. (…) Estas habilidades no son para “quedar bien con los otros”, son para conquistar nuestra realidad personal. Con ellas podemos comprender y conocer mejor a los demás. Comunicarnos mejor con los demás, ya sean conocidos o desconocidos. Construir relaciones amistosas o afectivas más saludables, conseguir intereses personales con mayor facilidad (…).” (Romera, 90-91)
Un hábito (rutina o práctica que se realiza de manera regular; una respuesta automática a una situación específica), puede, según confirma Covey, ponernos el mundo bajo nuestros pies o destruirnos. Y es que, obviamente, existen buenos y malos hábitos, aquellos que nos ayudan en beneficio de nuestro desarrollo personal o profesional y aquellos que, poco a poco, nos destruyen, a veces, imperceptiblemente.
Los trastornos de conducta alimentaria (TCA) “son un conjunto de alteraciones graves relacionadas con la ingesta de comida cuyo origen se encuentra en múltiples factores”. En uno de sus boletines sobre salud mental, el Consejo Escolar de la Comunidad de Madrid, recoge la siguiente afirmación de la OMS: “Los trastornos de conducta alimentaria como la bulimia o la anorexia tienen asociados una mortalidad superior a la de cualquier otro trastorno mental”. Es sabido que el estrés afecta en mayor medida al cerebro adolescente, por lo que los trastornos asociados a la ansiedad, como es el caso de los TCA, tienen su origen, en gran parte, durante esta etapa del desarrollo de la persona. Estos trastornos, además, “tienen mayor incidencia en las niñas y en ellas, aparecen antes”.
Una de las realidades más difíciles al educar adolescentes es cuando, tanto padres como profesores, tienen que dar un paso atrás y limitarse a recomendar, aconsejar y acompañar, dejando total libertad de elección a los jóvenes, sabiendo que se encuentran en un mundo expuesto a numerosas tentaciones que pueden llevarlos por un camino de sufrimiento. Cuando es así, no solo tenemos que pedirle a él que sea fuerte; quizá es un momento propicio para valorar si nosotros también mostramos esa fortaleza. Porque, si hay una experiencia educativa universal, es que ellos actuarán exactamente como han visto actuar a sus modelos, no se limitarán a hacer lo que se les pida que hagan.
En la sociedad actual hay muchos adolescentes que están solos muchas horas al día. Eso hace que, en el poco tiempo que se pasa con ellos, sea más sencillo resolverles los problemas que ayudarles a que ellos mismos encuentren una solución. Es bueno reflexionar sobre esta actuación que, como padres, es casi inconsciente. No nos gusta verlos sufrir el tiempo que compartimos con ellos y nuestra visión subjetiva de padres, a veces, hace que actuemos antes incluso de que nos necesiten. Pero habría que considerar que, con esta forma de actuar, retrasamos la consecución de una de las metas de su vida, que es alcanzar la madurez.
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