Educar a un hijo único puede llegar a convertirse en un auténtico reto para los padres. El objetivo de cualquier padre es que su hijo sea feliz y puede surgir cierta inquietud cuando se trata de educar a un hijo sin hermanos.
Vivimos momentos únicos durante la pandemia. Se dijeron cosas increíbles. Muchos dieron vida a sus plumas y escribieron artículos tan humanos, tan encendidos, que nos tocaron de cerca el corazón. De alguna manera, en el encierro obligatorio familiar, algo creció para adentro. Fue noticia de primera línea el amor, los mil y un detalles que se inventaron para demostrar el cariño a quienes más lo necesitaban.
Jim Carrey da vida a Truman Burbank, un hombre trabajador y corriente de mediana edad que vive felizmente con su mujer en un barrio tranquilo y acogedor de clase media.
Toda familia tiene su propia historia, sus tradiciones, sus antepasados, costumbres, los abuelos, los bisabuelos…. Es una riqueza que no puede pasar inadvertida. Gracias a ellos, estamos aquí y, cada uno se merece un mínimo de protagonismo en nuestra vida y en la de nuestros hijos.
¡Qué fácil es sorprender a un niño! Sin embargo, los adultos no nos lo terminamos de creer, quizá porque nosotros mismos hemos perdido esa capacidad de asombro…y tratamos de tenerles “entretenidos” o “estimulados”, pensando, con buena intención, pero equivocadamente que, de esta manera, nuestro hijo será más inteligente, más despierto y favoreceremos su desarrollo.
“El buen deportista no lucha para alcanzar una sola victoria, y al primer intento. Se prepara, se entrena durante mucho tiempo, con confianza y serenidad: prueba una y otra vez y, aunque al principio no triunfe, insiste tenazmente, hasta superar el obstáculo” (Forja, 169).
Dan Siegel, neurocientífico americano, nos dice que no hay necesidad de bombardear a los niños, ni a nadie, mediante estímulos, con la esperanza de construir mejores cerebros humanos. El cerebro se desarrolla adecuadamente en un entorno familiar y escolar adecuado y con una cantidad mínima de estímulos. Lo que cuenta, añade, es la calidad del vínculo que existe entre el niño y su principal cuidador.
José Pedro Manglano es sacerdote, profesor universitario, doctor en Filosofía y escritor. Los jóvenes son, desde hace más de diez años, el centro de su trabajo. Es, además, fundador del movimiento Hakuna.
Este Sitio Web utiliza Cookies analíticas para mejorar nuestros servicios y la experiencia del usuario. Al navegar en el Sitio Web o interactuar en el mismo, aceptas el uso de estas Cookies.No obstante, puedes cambiar la configuración de Cookies en cualquier momento. Más Información