El protagonista de la película es Wayne Dyer, doctor en psicología y conocido por sus obras de autoayuda, entre ellas "Tus zonas erróneas". A través de una entrevista que están filmando para un programa de televisión, el Dr. Dyer va exponiendo reflexiones sobre cómo enfocar la vida -con sus momentos ordinarios y extraordinarios- , las relaciones con las personas y las cosas; y cómo podemos aprender a convertirlas en ocasiones de ser mejores y de llegar a realizar una misión concreta que está inscrita en nuestra propia naturaleza.
Con la llegada de la adolescencia se da paso a una extraordinaria multitud de transformaciones, entre ellas, el cambio de referentes que los jóvenes experimentan durante esta época. Sus padres y profesores dejan de ser sus héroes, y sus amigos se convierten en su centro, en las brújulas que los guían y de quienes más tienden a fiarse, siendo este el ámbito donde más confiados y a gusto dicen sentirse. Esto hace tambalear a muchas familias, pues la mayoría están mentalizadas de que “la adolescencia de sus hijos será un tiempo de tormenta y estrés”. Además, como esto se ha dicho tan a menudo, “es como un artículo de fe. Es decir: se da por hecho que será así y que nada ni nadie podrá cambiarlo.”(Castells y Silbers, p.71).
El maravilloso cuento del "Patito Feo" nos narra la historia de una pequeña ave que, al salir del cascarón, nace diferente a todos los hermanos , por lo que es rechazado y ridiculizado en la granja. Él se siente triste y solo, se ve distinto y sabe que no es querido por su forma física. Después de un largo viaje y superando las dificultades del invierno, descubre que la realidad no tiene nada que ver con lo que parece; él es un cisne hermoso. Algo que descubre al verse reflejado en un lago junto a otros muchos cisnes. Finalmente, se une a su verdadera familia y allí, con los suyos, encuentra felicidad y comprende que la belleza está en la aceptación de uno mismo.
Los niños, especialmente cuanto más pequeños son, exigen una satisfacción inmediata para sus necesidades o deseos. Un bebé que llora por hambre no entiende de esperas; cuando son algo más mayores, utilizan un reclamo de atención, los primeros juegos también son una cuestión de prioridad o inmediatez. En este proceso de crecimiento, lograr inculcar la virtud de la paciencia y el orden, así como la gestión del tiempo y la espera sin frustración, es un gran reto para los padres, especialmente en un contexto en el que la cultura de la inmediatez que nos rodea no es, precisamente, una ayuda.
En este inicio de curso volvemos a las carreras después de haber pasado unos días de descanso; días en los que hemos compartido bastante tiempo juntos en familia. En este tiempo, es posible que hayamos conversado con mucha más tranquilidad, mucha más de lo que nos deja el ritmo habitual de la vida con los miembros de nuestra familia, amigos, o familiares que vemos con menos frecuencia.
Precisamente, en esos momentos de conversación, es donde nos descubrimos como familia, como seres cercanos, donde nos identificamos con los demás. Es la importancia de esos momentos lo que vamos a resaltar aquí, esas conversaciones que eliminan las barreras entre padres e hijos.
Se trata de un clásico de su género. Comedia romántica sin muchas pretensiones, contiene un buen filón de comunicación y de relaciones humanas.
A pesar de ser una película algo frívola, cuyo punto de partida es la necesidad de tener pareja para tener una vida plena y feliz, puede enseñarnos la importancia de comunicar lo que sentimos y pensamos y también de escuchar a los que amamos, especialmente a los niños, que tienen su modo particular de comunicarse.
Cabe destacar la fluidez de diálogos y de gestos de comunicación entre Sam, padre viudo, y su hijo Jonatan de ocho años. Aunque tiene confianza en su padre, hay temas que no quiere tocar porque piensa que le ponen triste. Su solución es bastante peregrina: llamar a un programa de radio para que su padre pueda expresar sus sentimientos.
Hace ya mucho tiempo, empezando mi labor como tutora, escuchaba en el colegio a una pequeña de diez años que me contaba, con pena, que sus padres le habían comunicado su separación. Verla llorar desconsoladamente por lo que le habían anunciado, me causó un gran impacto. Su pena y su dolor era desgarrador. De repente, su mirada profunda y triste, se clavó en mis ojos y me pregunto: ¿es que ya no me quieren?, ¿es que no les importo?, ¿es que no piensan en mí? Con una luz divina que llegó a mis labios le conteste con fuerza y con seguridad: Por supuesto que te quieren, TÚ ERES EL CENTRO, ERES EL LUGAR DONDE SE ENCUENTRA SU AMOR, pase lo que pase, y se digan lo que se digan, tú no lo olvides. Fue mi primer contacto con esta realidad, un acompañamiento largo que tuve que realizar con esos padres y aquella hija única.
En esta era de las prisas, de la impaciencia, de la proactividad, de la instantaneidad, de la obsesión por la productividad y el multitasking, que en muchos casos desemboca en una devastadora cronopatía, resulta ciertamente paradójico, que la procrastinación sea uno de los temas más recurrentes en cuestiones de gestión del tiempo. Y es que como en todo, “ni tanto que apriete el zapato ni tan poco que se caiga”.
Pero ¿qué es procrastinar? ¿Cuáles son las causas que la provocan? ¿Qué consecuencias puede tener a corto o medio plazo? ¿Existen estrategias que nos permitan manejarla?
La procrastinación podría definirse como “la tendencia a aplazar una obligación o una labor”. Si bien es cierto que puede darse a cualquier edad y en cualquier circunstancia, el adolescente es más propenso a ella, siendo una dificultad muy extendida entre ellos que produce un alto grado de preocupación en los padres, sobre todo cuando puede llegar a ser motivo de un bajo rendimiento académico.
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