JUNIO 2018 – El agujero negro de las quejas
Expresar quejas en vez de tener pensamientos motivadores, tener una tendencia o prontitud hacia la crítica del uno hacia el otro, ver las cosas negativas… Cuando una persona actúa así no solo lo hace en el matrimonio sino que también lo hace en el resto de su contexto social, pero es especialmente grave en el matrimonio.
El que tiende a ver lo negativo en el seno del matrimonio: en su mujer, en su marido, aunque él no se dé cuenta, está generando esa actitud; detrás de esa tendencia a la crítica, se suele escudar el perfeccionismo, cierta inseguridad, incluso heridas del pasado.
Hacer las cosas bien y ser perfeccionista son dos cosas distintas. Un matrimonio feliz puede tener fallos, defectos, carencias que son faltas de talentos, debilidades, incluso psicológicas… Este es el escenario en el que tenemos que ser felices, con nuestras cualidades y nuestras limitaciones. Muchas veces las críticas no tienen en cuenta este factor.
Debemos cultivar el ejercicio de la intuición para saber que tengo junto a mí a la persona que necesito para ser feliz. Me tengo que servir de las virtudes de mi cónyuge y también de sus limitaciones. Aun comprendiendo que hay momentos menos positivos en el hogar que deben expresarse, mantenerse y comprenderse, lo importante es no convertir la queja en una costumbre. Conviene que recordemos que, si cambiamos un hábito, una costumbre, cambiamos nuestro carácter.
Lo importante es no convertir la queja en costumbre
No caigamos en la trampa del victimismo. Vamos a llenar nuestro hogar de entusiasmo, gratitud y responsabilidad, para desarrollar nuestras potencialidades y la alegría de vivir. Aun reconociendo las dificultades, no podremos encontrar solución a las mismas en las quejas, sino en el deseo de mejorar.
Muchas historias familiares están llenas de anécdotas y conflictos generados por las quejas. Muchos padres han “entrenado” a los hijos a lamentarse, precisamente porque han sido ellos los primeros que lo han hecho, y los hijos acaban haciéndolo por imitación.
Gracias a estas “oportunidades” de cada día crecemos en virtud y nuestra capacidad de amar se enriquece, también a las personas con las que convivimos, especialmente a nuestro cónyuge.
Actúa con entusiasmo
¿Qué podemos hacer?
- Evita juzgar y quejarte. El lamento aumenta la probabilidad de que las cosas empeoren.
- Aprovecha las oportunidades. Conviene estar preparado pues la vida familiar está llena de posibilidades de crecimiento que podemos aprovechar, no debemos dejarlas escapar.
- Pasión. Es el carburante que nos hace alcanzar nuestro verdadero potencial. No hay grandeza en el amor sin el apasionado deseo de ser grande y hacer cosas grandes, por amor al otro.
Por todo ello, trata de no quejarte y da lo mejor de ti mismo. Disculpa y emplea el refrán en sentido positivo: “Piensa bien y acertarás”