ABRIL 2018 – Cualquier situación de la vida es formativa… ¡¡APROVÉCHALA!!
(El cuidado de lo propio y de lo ajeno)
Un día a la vuelta del colegio, Paco se sienta en el asiento trasero del coche. Tiene cara de disgusto. -¿Qué te pasa, Paco?; -Nada, mamá…; -Te noto disgustado… pero si no quieres hablar ahora, cuando tengas ganas hablamos.
A media tarde Paco se acerca a su madre, esta vez con muchas ganas de llorar. Tiene seis años, lleva un par de meses en 1º de Primaria. Ya es un chico mayor. Esta mañana llevó al colegio su nuevo balón de la liga, que le regalaron hace un par de días por su cumple. Se lo dejó a un amigo mientras iba a la actividad de fútbol, y a la vuelta en clase este niño le dice que chutó muy fuerte y el balón se fue fuera del colegio…, y se lo llevaron unos niños que pasaban por ahí. Lo cuenta entre sollozos.
Todos podemos comprender el disgusto de Paco. Se ha quedado sin balón, sin su balón nuevo al que ha tenido que esperar muchos meses para tenerlo. ¿Qué hacemos ahora? ¿Compramos otro balón? ¿Llamamos a la madre del otro para decirle que le compre uno a nuestro niño? ¿Hablamos con el colegio por la falta de vigilancia en el patio? ¿Le echamos a nuestro hijo un rapapolvo porque “por tonto, por llevárselo al cole -y ser generoso- se ha quedado sin él”? ¿Son estas soluciones realmente educativas? Todas las situaciones de la vida son ocasiones para formar de manera armónica la identidad de nuestros hijos. Todas, ¡¡APROVECHÉMOSLAS!! Es por ello que, aun cuando nos pueda hervir la sangre por una circunstancia como esta, o por otra que haya más motivos para tenerla…, hemos de procurar calmarnos, esperar, reflexionar y tratar de encontrar una salida formativa para nuestros hijos.
Tras un incidente como este conviene tener una conversación calmada con él. Primero entendiendo cómo se siente: “Te sientes triste, enfadado…. Te entiendo”. Hemos de dejar que nos cuente cuáles son esos sentimientos que le embargan, y que necesita sacar… no los puede contener más tiempo. Si lo primero que hacemos es echarle una gran bronca, habremos perdido la oportunidad de conocer cómo se siente, es decir, de conocerle mejor. Escúchale primero. Está muy disgustado, frustrado… quiere su balón y ya no es posible recuperarlo. Es bueno reconstruir los hechos, ¿Qué ha pasado? Y te cuenta que quiso ser generoso y compartir sus cosas… le ha costado caro esto de la generosidad… ¿Qué queremos que aprenda ahora? ¿No hay que ser generoso? Hay que elogiarle su actitud, ha hecho bien, a pesar de las consecuencias. Ahora viene la clave del asunto. ¿Qué podemos hacer? Seguramente nos dirá… “¡¡cómprame otro, mamá!! Pero quizá, aunque podemos comprárselo y seguramente queremos hacerlo…, quizá… no es la mejor solución. ¿Qué queremos que aprenda? Queremos que nuestros hijos el día de mañana sean responsables con sus cosas y las cuiden, queremos que sean capaces de afrontar con madurez los reveses de la vida, queremos que no se aferren demasiado a las cosas o que no pongan su felicidad en ello, porque bien sabemos que son efímeras. ¿Cuándo es el momento de enseñarles estas cosas y prepararles para el futuro? Sí, ahora, en estas pequeñas frustraciones, que son muy grandes para ellos, y que suceden en el día a día. Son estas situaciones las que poco a poco les ayudarán a afrontar otras más grandes. “Nos hemos quedado sin balón, sí. No podemos comprar otro y habrá que esperar a otra ocasión para tener uno”. Seguro que sobreviene un momento de llantos, gritos, pataleta…, seguro. Pero estamos con él, a su lado, aguantando el chaparrón, incluso aunque él no quiera nuestro consuelo. Merece la pena pasar este trago, pues “más vale una vez colorao que ciento amarillo”. Estamos edificando para el futuro, no lo olvides. A lo largo de su vida perderá cosas, perderá a personas… perderá un trabajo… hemos de aprovechar este pequeño bache para darle herramientas emocionales, edificarle por dentro para que en el futuro afronte otras que serán, seguro, más complejas de asumir.
La pregunta siguiente es: ¿qué hubiéramos hecho nosotros? ¿Y si el que hubiera propiciado la pérdida del balón hubiera sido nuestro hijo, o el que ha roto ese juguete tan chulo que le ha dejado su compañero de clase, o el que sin darse cuenta –o queriendo, en un arrebato de ira- ha cortado con las tijeras el pantalón del colegio del de al lado?… ¿y si es nuestro hijo el que le ha mangado el paquete de cromos, o el que ha pintado con rotulador las páginas de su libro de matemáticas? ¿Qué haríamos nosotros? De nuevo tenemos claro que todas las situaciones son oportunidades formativas. Queremos que nuestros hijos entiendan que “lo que se rompe o estropea se repara” y si no es posible arreglarlo… se compra otro, con la implicación y el esfuerzo del niño. Quizá los demás no lo hagan, seguramente no recupera su balón, pero si somos nosotros los culpables (que seguro que hay ocasiones en que lo son), tenemos que poner los medios para repararlo. Podemos aprovechar si estamos cercanos a escribir la carta de Reyes para sustituir un regalo que quiere y pedir el balón que perdimos al compañero; podemos animarle a que con los ahorros que tiene ayude a pagar un nuevo pantalón para su amigo; podemos aprovechar que está cerca su cumpleaños para cambiar un regalo que quiere por un juguete igual que el que le rompió a su amigo.
Otras veces las cosas se pueden reparar. En Madrid, hay un “hospital de juguetes”, seguro que podemos ir con él, llevar ese juguete que le rompió a su amigo y repararlo. A lo mejor si pintó con rotulador permanente la camiseta del Real Madrid que regalaron a su amigo por la 1ª Comunión… es el momento de regalarle la suya y quedarse él con la que está pintada.
“Pobrecito…. Cuánto sufrimiento…” ¿sí? He visto, en muchas ocasiones, cómo actuaban así niños en estas situaciones y creedme que después de estas acciones, salían FELICES. Felices por haber reparado un error con una acción buena. Felices por ver la cara de alegría de su amigo, felices porque deja muy mal sabor haber hecho algo mal y repararlo o sustituirlo reconforta. Además aprenden mucho… se cuidarán mucho la próxima vez cuidando sus cosas y las de los demás.
Queremos que nuestros hijos sean felices… sean buenas personas… queremos que sean adultos honrados… ¡¡aprovechemos las circunstancias del día a día, desde que son pequeños!!