¿Te gusta leer?
Como dice Mafalda “vivir sin leer es peligroso, te obliga a creer en lo que te digan”. Cuando pregunto a chavales universitarios si les gusta leer… algunas veces me dicen que sí, ¡¡mucho!!, otras veces, la respuesta es negativa. “No me motiva leer”, “me gusta más ver pelis, jugar con el ordenador o hacer planes con amigos, escuchar música”… No son cosas incompatibles. Aspiramos a una vida rica. ¿Tiene remedio? Sí, tiene remedio también en la etapa universitaria, en la etapa adulta… siempre. Pero mucho mejor si prevenimos. ¿Cómo?
Tranquilo, cada niño es distinto, no compitas con el vecino
Evitando convertir la lectura en algo obligatorio, en un castigo o en una carrera de obstáculos, a veces, vemos al hijo del vecino que lee muy pronto, que lee mucho, que entona mejor al leer… y tiene 4 años. Nos entra la angustia y empieza la presión a nuestro hijo que no puede ser menos listo que el del vecino. Así el comienzo de la lectura se convierte en nuestro hijo, pasados los años ya en primaria, en un historia titánica con vencerse a sí mismo en contra de su propia madurez.
Cada niño empieza a leer cuando está preparado para hacerlo. La madurez depende de que haya aspectos de la visión y de la audición que se hayan desarrollado correctamente, que se vaya asentando bien su lateralidad, que tenga un adecuado desarrollo espacio-temporal, que su lenguaje oral sea correcto y rico. Depende también de un adecuado nivel cognitivo, conforme a la edad que tiene, entre otras cosas. Estos aspectos maduran con un ritmo diferente en cada niño y que madure más tarde no significa que va a ir peor o sea un fracaso. Pero sí es necesario que estemos atentos, especialmente los maestros, para cerciorarnos de que no hay algo en cada uno de estos aspectos que no se esté desarrollando bien e impida que el niño pueda leer correctamente. Esto compete principalmente a los maestros de la etapa de infantil y también a los que están en el primer curso de primaria.
Si un niño, durante las edades tempranas de la etapa de primaria se queja de no querer leer, le duelen los ojos, se aburre cuando lee, le duele con frecuencia la cabeza, se cansa… cuando van avanzando en la etapa de primaria y siguen confundiendo letras, su ritmo de lectura sigue siendo mecánico, se traba, hace retrocesos, silabea… no podemos quedarnos en un “ya madurará”, tampoco debemos hacerlo en etapas anteriores. Hemos de adelantarnos, para así evitar una experiencia de fracaso en la lectura que solo puede llevar al rechazo de esta actividad.
El premio deseado, leer todo lo quieras
La actividad de leer debe ser siempre divertida, entretenida, un premio. Cuando no saben leer o leen mal por algún motivo que estamos en proceso de solución, entonces hay que leerles mucho. Si tienen que leer todos los días 10 minutos proponle lo siguiente: “si te portas muy bien hoy, o si haces tu encargo y eres obediente, o bien si tratas bien a tu hermana, de premio te dejo leer en la cama todo el tiempo que quieras”. Unas veces puedes leerles tú, otras puede leerles un hermano mayor, otras pueden ver los dibujos de un cuento o un comic. No hace falta que siempre sea 100% “lectura”, sino… contacto con los libros (que también es lectura), para descubrir las historias que hay detrás. A veces hay que dejar los cuentos que les leemos a mitad y… mañana leemos el final. Entonces al día siguiente ya tenemos una motivación y podemos ir dándole suspense al asunto: “¿Qué crees que va a pasar?” (desarrolla su imaginación), “¿qué había dicho tal personaje?” (activamos la memoria), “cuando Pepito hizo esto pasó esto otro” (y contamos algo que no pasó así y de este modo trabajan la atención y la memoria)… estas preguntas se pueden hacer a lo largo del día, no todas a la vez, hay que dejarles pensando… mientras vamos camino al cole, al dejarles en la puerta, cuando les recogemos… entonces esperan el momento de la lectura con muchísimo interés y emoción. Procurará ser mejor para ganarse ese maravilloso premio del cuento al final del día. Es maravilloso porque le encanta escuchar y conocer historia y además… porque está ese ratito contigo que es lo que más desea en este mundo. Sí, estoy hablando de niños de primaria. A ellos les gusta estar contigo, les gusta que les leas o que les cuentes historias inventadas o la historia de tu vida, la de tu día a día. En cualquier caso historias que nutren a un futuro gran lector.
Debemos leer cuentos con ellos habitualmente, sobre todo al principio, o de vez en cuando, y que luego vayan leyendo ellos solos nos permite tener con ellos conversaciones y entrar en temas que quizá la vida que tienen no se los muestra. Nos da temas de conversación, a veces les resulta más fácil hablar de sus cosas cuando primero empieza con las vidas de los personajes que aparecen en los cuentos.
“El recuerdo que deja un libro es más importante que el libro mismo”
La lectura tiene que ser una actividad que se espere con ilusión, y si no es así, hemos de buscar los motivos por los que no lo son y los medios para que lo sea. Si nos recorremos algunas librerías de nuestra ciudad podemos ver sobre ellas algunos slogans: “leer alimenta el alma”, “leer llena pero no engorda”, “acostumbra a tu hijo a leer: un niño que lee será un adulto que piensa”, “leer perjudica gravemente la ignorancia”, “leer es viajar a otros lugares, a otras culturas, es conocer a nuevas personas y aprender sobre el mundo y el comportamiento humano”, “la mala ortografía es una enfermedad de trasmisión textual: protégete leyendo”. Te animo a leer despacio cada slogan y pensarlo. Es muy interesante. A veces pensamos que nuestros hijos serán más listos y mejores cuantas más actividades extraescolares hagan y nos olvidamos de una que está al alcance de todos y efectivamente es todo eso que se dice en cada slogan.
También podríamos conocer lo que es la lectura de la mano de diversos escritores, como Víctor Hugo: “aprender a leer es como un incendio, cada palabra que se deletrea es una chispa que se enciende”; o Bécquer: “El recuerdo que deja un libro es más importante que el libro mismo”. ¿Qué sucede dentro de nosotros cuando leemos? ¿Por qué perdemos la conciencia del tiempo? Cada libro que se lee, sea bueno o sea malo, deja en nosotros “algo”, es un algo que nos enriquece, y una interioridad enriquecida, tiene mucho que aportar a los demás.
Pero claro, no se puede obligar porque como dice Daniel Pennac: “el verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar no soporta el modo imperativo”. Para leer hay que querer, y… ¿cómo se mueve la voluntad? Presentándolo como algo atractivo, algo bueno para mi, algo con lo que disfruto.
Leer además nos abre puertas hacia los demás, así decía Descartes: “la lectura de todos los buenos libros es como la conversación con las mejores personas de los siglos pasados”; o según Lorca: “¡Libros!, ¡Libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan”. Queremos que aprendan y en la lectura tenemos un gran universo de aprendizaje para nuestros hijos. Házsela atractiva, merece la pena, déjale con el suspense, haz que tenga ganas, mueve su voluntad… es posible.
Gimnasios llenos y librerías vacías…
En esta era digital donde creemos que como los niños son “nativos digitales” ya no usan libros de papel…, en estos tiempos me gusta recuperar las palabras de Groucho Marx “encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro”. Pensamos que aprenden más y mejor con los medios digitales sin embargo está demostrado que estos medios están bien, son una herramienta más, pero no la mejor. Cuando atienden un medio digital están pasivos. Cuando leen todo su cerebro está trabajando: creando imágenes de los paisajes, de los personajes, de las emociones… y los que él crea no se parecen nada a los que crea su amigo que también está leyendo el mismo libro. Se activan las áreas cerebrales del lenguaje, de la creatividad, las áreas sensoriales (olor a mar, atardecer anaranjado, texturas sedosas o ásperas…) Se convierte en un pequeño productor de cine creando su propia película. Se activan sus funciones ejecutivas tan importantes para aprender, para pensar: atención, la memoria, la imaginación, el juicio crítico…
Hoy los gimnasios están llenos de gente y las librerías vacías. Tenemos mucha gente con cuerpos perfectos, pero sin nada que decir. En una cultura superflua, ¿queremos que nuestros hijos sean superfluos, superficiales? ¿queremos que se dejen llevar por otros? ¿qué se crean todo lo que les dice cualquiera? ¿queremos que sean unos peleles? Como veíamos al principio con la frase de Mafalda: “vivir sin leer es peligroso, te obliga a creer en lo que te digan”. Por mi parte quisiera que mis hijos y mis alumnos sean en un futuro personas con criterio, con juicio crítico… quizá son pocos los que son así porque como dice el dicho: “Lee poco y serás como muchos, lee mucho y serás como pocos”.
No puedo terminar si recoger las palabras de un grande de España, Cervantes:
“El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”.