Llegan los calores del verano
Dice un vecino y buen amigo, que durante el invierno no nos vemos casi. Que todo discurre a penas en un hasta luego y un adiós si nos cruzamos a toda prisa en el garaje por la mañana. Que durante los días oscuros, lluviosos y cortos, todos nos refugiamos en nuestros cuarteles de invierno, como las marmotas, pasando lo mejor posible esos momentos vegetativamente más grises. Pero ya ha llegado el verano. Las horas de luz de por la tarde invitan a bajar al jardín y charlar con los amigos. A cambiar el traje de trabajo por ropa más fresca y cómoda y a tomarse un refresco o una cervecita fría mientras los niños preguntan cuándo se va a abrir la piscina.
Renovar el armario
El buen tiempo, que suele ser sinónimo de alegría y de expectativas de descanso – ya los antiguos pobladores del planeta celebraban en estos días las recogidas de las cosechas- también afecta al cambio en el vestuario. Ropa más ligera, colores más alegres, cortes más anchos y frescos… Una ocasión que nadie deja pasar para desempolvar la ropa que había guardado con el inicio del otoño. Muchos adolescentes observarán ahora con asombro como la ropa del año pasado parece extraída de Lilliput ¿Cómo es posible que cupieran en esas prendas tan mínimas? Y será el momento de ir a comprar nueva ropa para el verano…, esta vez en compañía, no ya de un niño, sino de un cóctel humano de deseos, dudas, gustos, temores, e indecisión.
Otra ocasión de oro para educar
Por eso, antes de lanzarnos a la maratón de devorar escaparates –a la que los padres varones deberán asistir sin hacer dejación de funciones, porque ya hemos superado el siglo XIX- será bueno recordar junto a ellos, en una conversación relajada y tranquila, algunos aspectos del cuidado de la intimidad que no es fácil cuidar hoy en día. Habrá que explicarles que vivimos en una época en la que la apología de la desnudez es una constante en los argumentos de series televisivas, del cine, de la novela, y de la educación impuesta por el estado. Esa antropología en boga se refleja de forma cruel en la moda, mostrando o insinuando los caracteres sexuales primarios o secundarios de varones y mujeres de modo zafio, bajo el pretexto de la comodidad, de ser “sexy”, o de mostrar la belleza, o del liberarse de tabúes y ataduras.
Los instintos, instintos son
Resultará muy conveniente reflexionar junto a nuestros hijos los verdaderos motivos que hay detrás de esa moda. Evidenciarles que la estimulación de los instintos reproductivos del ser humano, y por tanto de la atracción hacia las personas del otro sexo mediante las formas de vestir, son tan antiguas como la humanidad. Pero que solo ahora, se niega que detrás de ese proceder, se esconda la intención de atraer sexualmente; porque nadie en la antigua Persia, ni en Egipto ni en Roma se atrevía a negarle al emperador que, aquellas bailarinas que le deleitaban vestidas como muchas mujeres van hoy por la playa o la piscina, se proponían excitarle sexualmente, a él y a sus comensales.
Proteger el corazón y el cuerpo
Por eso nuestros hijos deben tener claro qué es lo que quieren mostrar, y qué es lo que quieren reservar para la persona que les vaya a entregar su vida, su alma y su cuerpo. No será fácil encontrar ropa adecuada. Pero nuestra creatividad, y nuestra habilidad para localizar las tiendas, las tallas, o los modelos que hagan que nuestros hijos vistan guapos y atractivos, pero a salvo de las miradas y las imaginaciones lascivas de otros, superarán las dificultades. El pudor y la modestia son las hermanas gemelas de la virtud de la castidad. Una virtud que permite guardar el corazón libre de ataduras a los deseos más básicos de la animalidad humana para levantarlos mediante el amor a la belleza de la entrega. Un ideal de vida por el que merece sobradamente la pena invertir en unos centímetros de ropa.