Septiembre 2024: DEJA QUE ENCUENTREN SU ÍTACA
Soy tu compañero constante, soy
tu más grande ayuda o tu más grande carga.
Te impulsaré hacia adelante o te jalaré hacia abajo
para fallar. Estoy bajo tus órdenes.
Para la mitad de lo que haces puedes sólo
recurrir a mí y yo podré hacerlo
rápida y correctamente.
Soy fácil de manejar, sólo debes
ser firme conmigo. Muéstrame cómo quieres
algo exactamente y después de algunas lecciones
lo hare automáticamente.
Yo soy el sirviente de todos los grandes individuos y, ay, de todos los fracasos también.
Quienes son grandes, yo los he hecho grandes. Quienes son un fracaso, yo los he hecho un fracaso.
No soy una máquina, aunque trabajo
con toda la precisión de una máquina más
la inteligencia de un humano. Puedes usarme
para un beneficio o usarme para la ruina,
no hay diferencia para mí.
Tómame, entréname, sé firme conmigo
Y yo pondré el mundo a tus pies.
Sé indulgente conmigo y te destruiré
¿Quién soy? Soy el hábito
Con esta original adivinanza comienza Sean Covey su libro “Los 7 hábitos de los adolescentes altamente efectivos en la era digital”. Este título hace un guiño al libro de su ya fallecido padre, Stephen Covey, Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, que goza de un abrumador éxito en todo el mundo.
Un hábito (rutina o práctica que se realiza de manera regular; una respuesta automática a una situación específica), puede, según confirma Covey, ponernos el mundo bajo nuestros pies o destruirnos. Y es que, obviamente, existen buenos y malos hábitos, aquellos que nos ayudan en beneficio de nuestro desarrollo personal o profesional y aquellos que, poco a poco, nos destruyen, a veces, imperceptiblemente.
Como padres y educadores, velamos porque los hábitos que adquieran nuestros adolescentes sean los más fructuosos, y es por ello, que nos empeñamos para que alcancen hábitos en el estudio, en casa, en el deporte… Sin embargo, un enemigo nos acecha y debemos estar alertas para que no nos engañe: la archiconocida y manida motivación.
De todos es sabido que cuando existe motivación, sea intrínseca (aquella que nace de la propia persona), o extrínseca (aquella que nace por lograr recompensas externas), cualquier actividad resulta más sencilla y atractiva. Nuestros adolescentes parecen necesitar de ella para todo cuanto desempeñan a lo largo del día, desde la acción más costosa a la más banal.
Lamentablemente “si sólo te esfuerzas y haces el trabajo cuando te resulta conveniente y emocionante, nunca serás capaz de alcanzar resultados destacados”. Cualquiera puede trabajar cuando se siente motivado. Y es que nuestros hijos no siempre van a encontrar esta motivación que reclaman por doquier, y existen y existirán miles de acciones que no les resulten motivadoras. Dice el doctor Enrique Rojas que “educar significa comunicar conocimientos y promover actitudes”. Partiendo de esta premisa… ¿qué actitudes debemos, como padres, promover en nuestros hijos cuando la motivación pueda abandonarlos, desaparecer o incluso menguar y cómo hacerlo?
Sencillamente deberán usar otras herramientas, como la fuerza de voluntad que es “la habilidad de seguir adelante cuando el trabajo no es emocionante (…) Seguir adelante cuando lo que tienes que hacer te resulta fastidioso, doloroso o desgastante, es esa actitud lo que marca la diferencia entre los profesionales y los aficionados”.
Debemos ayudarles a practicar en pequeños vencimientos, en hacer lo conveniente, aunque no tengan ganas, sabiendo que no debemos sustituirles y facilitarles ser autónomos siempre que tengamos oportunidad. En cambio, si lo que los define es la desidia, el “apetecismo”, la inconstancia, la apatía, la pereza, la dejadez y la falta de espíritu de sacrificio, se alejarán de aquello a lo que aspiran y se conformarán con una versión muy sesgada y limitada de ellos mismos.
El día a día es el mejor campo de batalla donde cultivar estas actitudes: las pequeñas luchas diarias, los pequeños triunfos y las superaciones… Porque si lo pequeño lo tienen dominado, sabrán solventar y afrontar lo que les resulte más complicado, y estarán preparados para gestionarlo de la forma menos nociva. Si, por el contrario, no se están entrenados en lo pequeño, lo más probable es que no puedan con los grandes retos.
No podemos olvidar que hay otro “peligro”. La voluntad de nuestros hijos necesita ser educada y formada para que no se conviertan en marionetas de sus circunstancias externas. Les dará las herramientas necesarias para no estar dando bandazos constantemente, dependiendo de cómo les vayan las cosas. Cuando los acontecimientos vienen favorables, no hay discusión, todos nos adaptamos. Pero ¿y cuándo se encuentran con alguna dificultad en el campo del estudio, en su vida personal…? No pueden estar gobernados por “lo que les pida el cuerpo”. Tienen que ser dueños de sí mismos y gobernadores de sus acciones. El autocontrol es clave en la adquisición de buenos hábitos: “Diseña tú el mundo, no sólo lo consumas”. Formemos personas activas, no pasivas. Que la vida no pase por ellos, sino que sean ellos quienes pasen por la suya dejando huella.
La motivación no dura para siempre. Es un efecto temporal del cerebro para mantenerte en el camino. La disciplina, en cambio, es una habilidad para seguir avanzando por el camino correcto, incluso cuando no exista motivación alguna.
Como padres, somos testigos de sus avances, de sus logros, pero también de sus caídas y errores. Poco a poco, y con mucho amor y cariño, dejaremos que partan en busca de su propia Ítaca. Igual que la semidiosa Circe, prendada de Odiseo, podría haber hecho magia para que éste se quedara en su isla con ella, y, sin embargo, le dejó marchar a su esperada y querida Ítaca para reunirse con su mujer Penélope. De igual forma, nosotros hemos de dejarles marchar, sin retenerlos con nosotros en nuestra isla particular.
Procuremos que se embarquen en esta aventura que se llama vida, que se puedan equivocar, sufrir y levantarse, sin que les falte nunca el mayor acto de amor que puedan recibir de nuestra parte: respetar su libertad para que puedan partir de nuestro lado seguros, y que encuentren su felicidad.
Porque lograr su Ítaca supone para ellos un viaje apasionante, lleno de peligros y bondades. En palabras del gran poeta Kavafis “Ítaca te brindó este hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino”. Acompañemos a nuestros hijos en este largo y apasionante viaje para que puedan encontrar “su isla querida, su felicidad, su Ítaca”.
Bibliografía
Clear, J. (2000). Hábitos atómicos. Cambios pequeños resultados extraordinarios. Un método sencillo y comprobado para construir hábitos buenos y desterrar los malos. Editorial Planeta.
Covey, S. (2017). 7 hábitos de los adolescentes altamente efectivos en la era digital. De Bolsillo.
Navarro, J.(2023). Una historia compartida. Con ellos, sin ellos, por ellos, frente a ellos. Plaza y Janés.
Rojas, E. (2012). La conquista de la voluntad. Cómo conseguir lo que te has propuesto. Booklet.