Octubre 2021: Las virtudes del deporte
Las instalaciones del Club de la Raqueta son admirables. El edificio principal, de diseño arquitectónico moderno y atractivo, cuenta con todos los servicios de una instalación urbana de primer orden: tiendas, restaurante, vestuarios y oficinas están perfectamente distribuidos en un espacio amplio y agradable. La zona deportiva se compone de numerosas pistas de tenis y pádel con diferentes tipos de superficies.
Los días laborables por la tarde son un ir y venir de niños y jóvenes que reciben clases de los diferentes deportes en los que se han inscrito. Acuden siempre perfectamente equipados, luciendo impecables prendas de diferentes marcas, pero siempre a la última moda. También son un hervidero de padres y madres que ejercen la labor de taxista y, además, la de utillero. Porque el deporte que practican sus hijos no parece incluir el pequeño esfuerzo físico que supone transportar el material (una bolsa con las raquetas, quizá otro par de zapatillas y el chándal por si hace frío). No importa el sexo ni la edad: la escena se repite una y mil veces: delante camina una joven deportista, en animada charla con sus compañeras de entrenamiento o abstraída en la pantalla de su móvil y, detrás, como caddies, sus solícitos padres con el equipaje.
Si se nos permitiera seguir a las jóvenes promesas del deporte patrio hasta sus casas, en la gran mayoría de los casos, comprobaríamos que el despropósito no termina ahí. Tras saciar su hambre en la nevera, se duchan, se ponen el pijama y se van a estudiar, dejando tras de sí en el cuarto de baño un rastro de toallas mojadas y prendas deportivas tiradas por el suelo. La escena no tendría nada que envidiar a los vestuarios de un campo de fútbol de segunda regional después de un partido de máxima rivalidad entre Villarejos de Arriba y Arroyuelo del Marqués. Que, para recoger los despojos, ya está la chica del servicio doméstico o la abnegada madre en su defecto.
¿Es bueno el deporte?
Nadie duda de la bondad de la práctica deportiva. Es excelente para el cuerpo y para el alma. Permite desarrollarse físicamente, liberar tensiones, encauzar la energía corporal, y mantener en forma el organismo frente a la sedentariedad propia de la sociedad moderna. Y es, además, una escuela de virtudes. Siempre que dicha academia abra sus puertas e imparta sus lecciones. Porque también puede ser un terreno abonado para el descuido de la higiene y del orden personal, el cultivo de la soberbia y el amor propio, la ley del mínimo esfuerzo, la trampa, el desprecio del rival, la violencia, la venganza, la deslealtad, la falta de respeto a los jueces y árbitros, la queja desmedida, la protesta incansable, el victimismo, y un largo etc. de despropósitos que pueden asociarse al deporte.
Se antoja imprescindible educar en las virtudes que en todo deporte se pueden ejercitar. Una adecuada planificación personal para cada hijo que refuerce sus carencias apoyándose en sus fortalezas convertirá el deporte en un verdadero instrumento de crecimiento personal. Porque el deporte no puede quedarse simplemente en una actividad que contribuya a eliminar el sobrepeso, perfilar la figura, activar el sistema
circulatorio o potenciar la musculatura; esa es la base más primaria de la actividad deportiva pero no la única ni la más importante.
Animemos a nuestros hijos e hijas a practicar un deporte, de equipo o individual, y hagamos de esa práctica un lugar de encuentro y aprendizaje: ayudándole a afrontar el fracaso, a saborear el éxito sin dejar de trabajar y sin humillar al contrario, a gestionar sus emociones, a observar sus mejoras -aunque sean pequeñas-, a perseverar para ver resultados, a planificarse el tiempo para no dejar de lado estudio, planes familiares o amigos.
Hagamos del deporte la gran escuela para la vida que puede llegar a ser.