Febrero 2025: EL VALOR DE LA JUSTICIA EN LA ADOLESCENCIA

En la vida de un adolescente, la palabra justicia es una de las más pronunciadas. Tanto ellos como nosotros, acostumbramos a declarar con pasión lo que es justo y lo que es injusto. Sin embargo, la justicia no es una de las primeras virtudes que se adquiere, de hecho, lo podemos observar en los niños: ellos siempre se sienten poseedores de todos los objetos y juguetes que les gustan. Es una virtud que ayuda a ordenar la vida interior y que se va aprendiendo con la ayuda de la prudencia y de una voluntad fuerte.
La justicia es, según la definición de la Real Academia de la Lengua “la idea moral que inclina a dar a cada uno según le corresponde o pertenece[1]”. Realidad que supone reconocer lo qué es de los otros y respetarlo.
A veces, lo que corresponde a cada uno puede generar en otras personas envidias, y esa es, ciertamente, la lucha de nuestro tiempo. Las riquezas de otros, las tierras de otros, los privilegios de otros han generado a lo largo de la historia luchas encarnadas de poder y, por ello, muchos millones de personas han sufrido las consecuencias.
La justicia, como todas las virtudes, se aprende de pequeño, y se acerca a la perfección durante la madurez, siempre y cuando la voluntad lo permita. Es una batalla de toda la vida, todas las virtudes lo son, pero ésta puede ser ignorada, particularmente, cuando las consecuencias de las acciones propias no gustan a quien las realiza. Así, cuando alguien copia en un examen y recibe un suspenso por ese motivo, puede parecer injusto porque “todo lo que nos perjudica es injusto”.
Afirma Alexandre Havard que “hace falta humildad para reconocer la realidad que existe fuera de nosotros, y comprender que las leyes de la naturaleza, tanto físicas como morales, son leyes objetivas”[2], es decir, que no dependen de lo que nos parezca personalmente, de si nos vienen bien o mal, de si nos convienen o no. Todos los adolescentes tienden a pelear por lo suyo, y es ciertamente fácil justificar, llenos de razón, las cosas que creen buenas, aunque lo que sucede es que tienen que entender que no siempre las cosas que nos benefician son justas.
De que les eduquemos en la virtud de la justicia depende cómo vaya a ser la sociedad del futuro. Varios puntos que nos pueden ayudar en la educación de este aspecto. Veamos algunos:
- Hablar, hablar y hablar. Sin sobrepasarse, pero necesitamos saber que todo lo que vayan a ser el día de mañana, lo aprenderán en el presente, en nuestro hogar y con nuestras normas. La explicación, y no la imposición, es lo que les ayuda a entender por qué algo es bueno o es malo. No podemos pedirles sin dar ningún argumento, aunque a veces, el entendimiento es voluntario. Todos sabemos que cuando están obcecados con un tema, es muy difícil hacerles entender. Aun así, debemos explicar siempre las cosas, ya que esas explicaciones quedarán para siempre en su memoria. Cuando estas conversaciones constantes se producen, algunas veces veremos que ellos mismos llegan a las conclusiones de las cosas sin que nosotros tengamos que intervenir.
- Tener en cuenta que la justicia se imparte en casa. Cuántas veces oiremos “pues en mi clase, a todos les dejan” o “todo el mundo lo tiene”, pero lo que hay que tener en cuenta son nuestras propias razones, debidamente argumentadas, para poner una norma o tomar una medida justa y proporcionada. Es en la propia casa donde las normas son las que rigen, para facilitar un orden de las cosas, para ayudar a los más pequeños a saber esperar su turno (y a veces a los mayores también)
- Ser conscientes de que somos ejemplo. Los adultos que viven alrededor de la vida de un adolescente son su fuente de información más inmediata, por lo tanto, para cada uno de nosotros, es una responsabilidad enorme. Esta realidad conlleva formarnos constantemente, leer, acudir a cursos de formación si fuera necesario, porque no es suficiente saber lo que está bien y lo que no está tan bien, debemos saber justificarlo delante de nuestros adolescentes apasionados, los cuales, nos discuten por todo lo que consideran un bien del que les privamos: la hora de llegada por la noche o la asistencia o no a una fiesta. Tenemos la necesidad de saber argumentar el por qué de una decisión y defenderla, y no tener la debilidad de cambiar de parecer porque nuestro “contrario” se enfada. Esta “batalla” tiene bastante de resistencia, de enterarnos bien qué es lo mejor para ellos y explicárselo hasta estar seguro de que nos ha entendido , aunque no lo quiera reconocer.
- Si los pasos anteriores se han dado correctamente cabe esperar que sepamos respetar su libertad. Es el paso más complicado de todos. Observar cuando toman decisiones y no intervenir, saber que quizá fracasen y esperar que ese fracaso les ayude a aprender una lección valiosa de su propia vida. Quizá ni siquiera nos pidan consejo, o se lo pidan a otras personas. Es bueno confiar en ellos y estar seguro de que hemos hecho lo más difícil, que es confiar en que decidan como deben actuar, dejarles equivocarse, y recogerlos hechos pedazos si en algún momento es necesario.
La justicia necesita y, a la vez, ayuda a desarrollar la dimensión intelectiva (entender lo que es correcto) y volitiva del hombre (asumir las consecuencias de ejecutar lo que es justo). El compromiso con la verdad nos corresponde a todos, y ese compromiso es el que nos ayudará a cumplir, en primer lugar, con nuestra familia y, en segundo lugar, con toda la sociedad.
Los pequeños detalles cuentan: recoger un papel del suelo, respetar un semáforo, dar al que no tiene, ayudar a quien lo necesita, ofrecer mi tiempo al que está solo…son pequeñas acciones que nos ayudan a vivir esta virtud día a día.
[1] https://www.rae.es/diccionario-estudiante/justicia
[2] Havard, A. Perfil del líder. Hacia un liderazgo virtuoso, Ed. Palabra S. A., 2010