Diciembre 2022: La Navidad desde los ojos de un niño
Dentro de pocas semanas celebraremos uno de los acontecimientos más grandes de la historia de la humanidad, el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios.
La Navidad es un tiempo de alegría y esperanza, de amor y gratitud. Estas virtudes son las que se deberían vivir en todos los hogares cristianos, en todas las familias, pero, a veces, con las prisas, lo olvidamos y la navidad nos lo recuerda.
¿Cómo viven los niños esta gran fiesta?, ¿Qué esperan de nosotros como padres?
Tenemos mucho que aprender de los más pequeños. Los niños viven la Navidad con una inmensa y contagiosa alegría. Saben que Jesusito va a nacer, que va a ser su cumpleaños y va a haber una gran celebración, las calles se llenan de luces y color, los colegios cierran, papá, mamá, los abuelos, preparan unas comidas riquísimas y los villancicos no dejan de sonar, todos cantan … ¡Están felices!
En un niño no cabe la nostalgia ni la tristeza. Si Jesús ha venido al mundo, a nuestros corazones, si dejamos que nazca de nuevo ¿no basta esa noticia para llenarnos de una gran felicidad?
Hay algo que tienen los niños y que los adultos podemos llegar a perder, o a ensombrecer, con las preocupaciones de la vida. Ese algo tan maravilloso es la Fe. Y … ¿quiénes son los responsables de transmitir esa fe y mantenerla viva?, cada uno de nosotros, los padres de familia, se la dejamos como legado a nuestros hijos, no podemos permitir que se empañe o desdibuje.
Los niños creen realmente lo que viven, y saben mirar con la mirada más limpia, ¡hay tanto qué aprender de esa mirada …!
Podemos empezar por mirar a nuestro hijo. “Al mirarlo a él con atención y con mimo, aprenderemos quiénes somos nosotros: descubriremos, ¡por fin!, nuestro secreto.”1
Si realmente somos los primeros transmisores de la fe, la felicidad de nuestro hijo dependerá, en gran medida, de cómo transmitimos el mensaje. ¿Le damos la importancia que tiene?, ¿se respira alegría en nuestro hogar? .
Hay un peligro que acecha a esta gran tarea y es caer en la rutina, en el desánimo, en perder de vista el FIN y quedarnos atrapados en lo circunstancial y superfluo (compras, comidas, exceso de planes, etc.). La Navidad es mucho más que eso, los niños lo saben y nos lo recuerdan. Muchas veces somos los adultos los que creamos una paradoja: necesidades innecesarias a nuestros hijos. Y son las cosas más sencillas las que les llegan al corazón: poner el Belén en familia, cantar villancicos, estar juntos sin límite de tiempo, etc.
Las tradiciones familiares ocupan un lugar muy importante en el camino de la fe. En el tiempo de adviento y navidad podemos vivir muchas de ellas. Si esas tradiciones son inculcadas desde que nuestros hijos son pequeños les estaremos haciendo el mayor de los regalos.
Esta Navidad, mirando a nuestro hijo, descubriremos una mirada de asombro, de alegría que nos enseñará a mirarle a Él, a Jesús. Aprendamos de nuestros niños a ser –interiormente- pequeños ante Dios, disfrutando de todos los dones que nos ha dado.
¡Feliz Navidad!
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1. Menchén,B. y Melendo, T. (2013). Quiénes son nuestros hijos y qué esperan de nosotros. Eiunsa