En los años dedicada a la enseñanza de niños menores de 5 años he podido comprobar que los sentimientos que la comida puede generar en los más pequeños son de lo más variado: alegría, emoción, preocupación, asco, angustia, cansancio, enfado, etc. Gran parte de esas emociones que sienten nuestros hijos son fruto de lo que les hemos enseñado; por lo tanto, los padres tenemos una gran responsabilidad en este tema. Es cierto que hay niños que disfrutan comiendo y otros que consideran el momento de la comida como una rutina más del día, pero enseñar a comer va más allá de los buenos modales en la mesa o el gusto por determinados alimentos.
Se acercan las deseadas vacaciones de Navidad, las calles se van llenando de luces y adornos. Es tiempo de preparación, de recogimiento, para la venida del Salvador. Los niños viven con una gran ilusión la preparación del cumpleaños de Jesús, pero la pregunta es ¿y los adultos vivimos este tiempo con esa ilusión infantil o nos domina el agobio de regalos, comidas, etc.? Sí es así, lo primero que debemos hacer es pararnos y reflexionar sobre lo que realmente es importante en estas fechas, ¿qué “cosas” pueden llenar el corazón de nuestros hijos? Desde luego, ni los juguetes de los Reyes Magos, el Niño Jesús, o Papá Noel conseguirán llenar de felicidad el corazón de nuestros niños.
Hace unos días regresé con mi familia a Madrid después de unas maravillosas vacaciones familiares. Es una suerte y un privilegio poder vivir, durante un tiempo, con toda la familia: abuelos, nietos, tíos, sobrinos, hermanos, ¡incluso cuatro perros! El follón y el caos están garantizados, pero también las risas y el cariño.
La formación integral de nuestros hijos para que el día de mañana sean personas libres y responsables es el deseo que tenemos muchos padres. Nos genera cierta inquietud y preocupación ver cómo ha cambiado la sociedad en los últimos años y escuchar frases tipo: “¡Qué difícil lo van a tener vuestros hijos!” no es que ayude mucho.
¿Qué familia no ha vivido alguna vez una aventura? Toda familia tiene experiencias y aventuras que contar. La aventura de ser padres es una de ellas. Hay emoción, misterio, sorpresa, alegrías, dolor, miedo…
Educar a un hijo único puede llegar a convertirse en un auténtico reto para los padres. El objetivo de cualquier padre es que su hijo sea feliz y puede surgir cierta inquietud cuando se trata de educar a un hijo sin hermanos.
Toda familia tiene su propia historia, sus tradiciones, sus antepasados, costumbres, los abuelos, los bisabuelos…. Es una riqueza que no puede pasar inadvertida. Gracias a ellos, estamos aquí y, cada uno se merece un mínimo de protagonismo en nuestra vida y en la de nuestros hijos.
¡Qué fácil es sorprender a un niño! Sin embargo, los adultos no nos lo terminamos de creer, quizá porque nosotros mismos hemos perdido esa capacidad de asombro…y tratamos de tenerles “entretenidos” o “estimulados”, pensando, con buena intención, pero equivocadamente que, de esta manera, nuestro hijo será más inteligente, más despierto y favoreceremos su desarrollo.
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