JUNIO 2024: ESPEJITO, ESPEJITO
Los trastornos de conducta alimentaria (TCA) “son un conjunto de alteraciones graves relacionadas con la ingesta de comida cuyo origen se encuentra en múltiples factores”. En uno de sus boletines sobre salud mental, el Consejo Escolar de la Comunidad de Madrid, recoge la siguiente afirmación de la OMS: “Los trastornos de conducta alimentaria como la bulimia o la anorexia tienen asociados una mortalidad superior a la de cualquier otro trastorno mental”. Es sabido que el estrés afecta en mayor medida al cerebro adolescente, por lo que los trastornos asociados a la ansiedad, como es el caso de los TCA, tienen su origen, en gran parte, durante esta etapa del desarrollo de la persona. Estos trastornos, además, “tienen mayor incidencia en las niñas y en ellas, aparecen antes”.
Si bien es cierto que la mayoría de educadores tiene ciertas nociones básicas acerca de estos trastornos en cuanto a su sintomatología, quizá no tanto en cuanto a la raíz de los mismos o en lo relativo a las anomalías psicológicas a las que puedan estar asociados. Y es que estos trastornos “reflejan la manera en que algunas personas afrontan su vida, siendo la ingesta del alimento la única manera en la que pueden ejercer algún control ante situaciones y emociones que no dominan y la forma en que pueden calmar su ansiedad”. Los TCA resultan ser, por tanto, y tal y como afirma Montse Povedano, psicóloga clínica, “una solución disfuncional ante un problema”.
Porque lo que vemos (pérdida de peso excesiva y rápida, vómitos, rechazo a ciertos alimentos, obsesión por adelgazar…), no es más que la punta del iceberg, ya que los TCA, a pesar de ser trastornos que tienen que ver con “una complicada relación con el cuerpo y la comida, siempre responden a problemas emocionales”.
Estos trastornos de conducta van muchas veces de la mano de caracteres o perfiles inseguros, perfeccionistas, con la autoestima leve o altamente dañada… Y es precisamente, a través de estos TCA, cómo el adolescente cree encontrar algo que está bajo su control y dominio, donde él pone los límites que quiere y toma las decisiones que piensa, son las correctas. Y además, y como consecuencia, percibe que es la mejor manera de ser aceptado por los demás, aspecto donde el adolescente pone el foco de atención desde el inicio de esta etapa vital, sintiéndose válido y validado a pesar de poner en juego su salud física y mental.
Debemos tener en cuenta, además, que en la sociedad actual, el círculo de personas con las que el adolescente se puede comparar, no sólo se reduce a su grupo de amigos o familiares, sino que con la llegada de las redes sociales, estas posibilidades se amplían, prácticamente hasta el infinito, lo que en ciertos casos, dificulta mucho el que consigan una autoaceptación real y sana.
Así pues, los TCA, como cualquier otro trastorno de conducta, son “otra “bandera roja” que hay que afrontar con decisión, por incómodo que sea”, y, ante las primeras señales de alerta, padres y profesores deben hablar con los especialistas correspondientes. En muchos casos “el comienzo, es, con frecuencia, intrascendente. Un comentario de un amigo, un programa de televisión, una conversación familiar…”. Sin embargo, estos comentarios o situaciones, aparentemente insignificantes, en ciertos perfiles perfeccionistas u obsesionados con el qué dirán o pensarán otros, podrían desembocar en un TCA a corto o medio plazo.
En educación, adelantarse, es, muchas veces, la clave del éxito. Y aunque, por desgracia, nadie estamos exentos de nada, la prevención surge como imprescindible en el terreno de los trastornos de conducta.
Ayudar al adolescente a cuidarse, enseñándole a no poner en juego su salud, ni física ni mental, así como una buena comunicación en el núcleo familiar y escolar, juegan un papel esencial en la detección y prevención de los TCA. Nuestros hijos deberán aprender, con nuestra constante ayuda, a tener buenos hábitos alimenticios y de sueño, a evitar la vida sedentaria, a buscar actividades dinámicas y al aire libre, a quererse a sí mismos, a no rechazar a otros con cuerpos diferentes al considerado “canónico”… No podemos dejar pasar por alto ciertos comentarios que podamos escuchar acerca de la no aprobación del “otro” por motivos tan superficiales y líquidos como el físico.
Deberán ser conscientes de sus límites, no desde la resignación, sino desde el más absoluto respeto y amor a sí mismos. Y por último, hemos de enseñarles a que el espejo de su cuarto, el de su colegio o el de su ascensor, no es, ni mucho menos, el espejo de su alma, que es el que realmente ha de importarles en su vida, sino que lo son sus ojos, luceros que sería una auténtica pena, que en una etapa tan bonita y enriquecedora como la adolescencia, se apagaran como consecuencia de mirarse demasiado en el espejo equivocado.
Bibliografía
. Orienta. Boletines del Consejo Escolar de la Comunidad de Madrid. La salud mental.
https://www.madrid.org/bvirtual/BVCM050604-14.pdf
. Trastornos de la conducta alimentaria (CAM): https://www.comunidad.madrid/ servicios/salud/trastornos-conducta-alimentaria
. Pistas para detectar un trastorno alimenticio. (Montse Povedano, psicóloga clínica.
BBVA, Aprendemos Juntos). https://www.youtube.com/watch?v=HTtddPn_q5I
. Callabed, Joaquín; Gaona, José Miguel; Muñoz, Franscico. Ser adolescente no es fácil. Guía para familias y educadores. La Esfera de los Libros, 2006.
. E. Jensen, Frances y Ellis Nutt, Amy. El cerebro adolescente. Guía de una madre neurocientífica para educar adolescentes. RBA Bolsillo, 2015.