Marzo 2023: Aprender a sufrir, una asignatura pendiente
Como padres, no nos gusta ver sufrir a nuestros hijos, al contrario, intentamos protegerlos de todo lo que pueda herirlos, molestarlos o hacerles enfadar. Pero no podemos eludir que el sufrimiento es una realidad que nos va a acompañar toda la vida, y al igual que muchos aprendizajes nos ayudan a desenvolvernos en el mundo, el aprendizaje del sufrimiento debería ocupar un lugar especial en nuestra tarea educativa.
Desde el momento mismo del nacimiento, nuestro primer contacto con el mundo exterior y el comienzo de nuestra “andadura” en esta vida, lo hacemos con un llanto. Es un llanto necesario para empezar a respirar por nosotros mismos, sin ese llanto (quejido o gemido), las vías respiratorias no se limpiarían, imposibilitando a nuestro sistema respiratorio ponerse en funcionamiento. El llanto nos acompañará, como hemos visto en nuestros hijos, durante los primeros meses de vida, ya que es el único modo de comunicación posible que tenemos. Podría afirmar que las madres tenemos un máster en “reconocimiento de llantos”, ya que somos capaces de distinguir si es un llanto de dolor, de hambre, de enfado …
Empezamos a educar a nuestros hijos desde que nacen. Les enseñamos con un inmenso cariño, centrándonos, en esos primeros meses de vida, en los hábitos de alimentación y sueño. El bebé aprenderá a esperar y, se irán espaciando cada vez más las tomas de lactancia, atenderemos sus demandas con sentido común y no siempre se podrán satisfacer, por su propio bien. El llanto será la nueva “banda sonora” en nuestro hogar y muchas veces será el indicador de que lo estamos haciendo bien.
Nuestro hijo necesitará que le enseñemos a dormir, y a dormir bien. No siempre será fácil al principio, pero la experiencia demuestra que se acaba consiguiendo, favoreciendo así su descanso y su correcto desarrollo. Lo mismo ocurre con la alimentación, comer a demanda nunca ha sido la mejor opción. Esa capacidad de espera que tienen que ir desarrollando los niños, comienza siendo bebés. Llanto no es siempre igual a hambre, eso lo sabemos muy bien los padres.
Sueño y alimentación son los dos grandes temas en los cuales, si los educamos bien, nuestros hijos serán muy felices. Pero si, por el contrario, dejamos que nos vayan “comiendo terreno”, no sólo repercutirá en la familia, sino que se irán convirtiendo en “pequeños tiranos” y no serán felices. ¡Cuántas veces han llegado al colegio niños que hasta los tres años han comido sólo lo que les gustaba, o no han probado nunca nada sólido! ¿Qué ocurre con esos niños cuando se les da una comida que no es la que desean?, pues que sufren sin tener culpa alguna. Van con varios años de retraso en ese aprendizaje del sufrimiento. No podemos olvidar que el gusto se educa al igual que otras muchas cosas.
Todo aprendizaje supone un esfuerzo, aunque sea mínimo. Ahí es donde hay que perseverar. Cuando veamos que a nuestro hijo algo le cuesta, debemos animarle, y en ocasiones echarle una mano y alabar el esfuerzo que haya realizado.
Hay una anécdota, atribuida a un científico francés llamado Jean-Henri Fabre, que ha sido utilizada a menudo como metáfora para el desarrollo personal y la importancia del esfuerzo y la perseverancia. Jean-Henri Fabre tenía unos gusanos de seda; estuvo observando todo el proceso de metamorfosis y, cuando los gusanos llegaron a su edad adulta, tejieron los capullos de seda. Dentro de los capullos, las crisálidas empezaron a convertirse en mariposas. Jean-Henri observó que poco a poco iban rompiendo el capullo, y les quiso ayudar a hacerlo, abriéndoles cada día un poco más el orificio por donde iba a salir la mariposa. De esta forma las mariposas no tendrían que hacer tanto esfuerzo para romper el capullo…. Pero cuál fue su sorpresa cuando al salir las mariposas del capullo, fueron incapaces de volar porque no habían podido desarrollar sus alas. Se les ahorró el esfuerzo de hacer por ellas mismas el agujero de liberación, pero debido a esa falta de esfuerzo nunca pudieron volar.
A medida que nuestro hijo va creciendo, adquiere más independencia e interactúa cada vez más con el mundo que le rodea, ampliando sus relaciones sociales y utilizando el lenguaje para comunicarse. En esos “primeros pasos” es importante acompañarle y observar cómo reacciona ante los acontecimientos cotidianos, si es un niño agradecido, tímido, si se enfada con facilidad y por qué, si pide perdón, si tiene seguridad en sí mismo y tantos otros aspectos. Educaremos en cada uno de ellos, todo es una ocasión de enseñar; fundamentalmente lo hacemos con el ejemplo.
¿Dónde está el sufrimiento en ese día a día? Hay situaciones que viven nuestros hijos, que nos duelen más a nosotros que a ellos mismos. Nuestro hijo no será invitado a todas las fiestas de cumpleaños que haya en su clase, no siempre comerá lo que le guste, habrá días de lluvia y frío en los que tendrá que ir al colegio y un sinfín de situaciones más que formarán parte de su día a día. Como decía un gran santo: “No olvidéis que el dolor es la piedra de toque del camino”.
De cómo enseñemos a que responda nuestro hijo frente a tantos estímulos y acontecimientos que de alguna manera le afectan, depende, en gran medida, su felicidad. La misión de los padres es crucial.
La mayoría de los artículos que se pueden encontrar sobre el sufrimiento y dolor infantil hacen referencia al dolor físico. No se habla del sufrimiento interior de los niños, ni de esas pequeñas batallas de cada día que, de alguna manera, le hacen sufrir pero que le van fortaleciendo.
Víctor Frankl, en una de sus reflexiones acerca del dolor, escribió: “Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.”. ¡Qué gran verdad contiene esta frase! Educamos a nuestros hijos para que sepan afrontar las contrariedades de cada día con deportividad, sabiendo que ese sufrimiento tiene un sentido.
Os animo a reflexionar sobre que consideramos sufrimiento ¿que los niños armen lío?, ¿la lavadora que se ha roto?, ¿una pequeña mancha en la ropa? ¿estar cansados del día de trabajo?. Nosotros, como padres, ¿estamos a la altura de lo que necesitan nuestros hijos? por supuesto, hemos de evitarles los sufrimientos que no pueden asumir por
edad, pero es importante que nos vean reaccionar con paciencia y buen humor ante las contrariedades. Ellos se fijan en qué nos hace sufrir y como reaccionamos.
Si a todo lo que hemos dicho hasta ahora sobre el dolor y sufrimiento se le añade el sentido de trascendencia, ese sufrimiento y ese dolor tienen un valor incalculable.
En el aprendizaje del sufrimiento es muy importante enseñar a nuestros hijos a rezar, a pedir por las necesidades de los demás, de esta forma los niños irán abriendo su corazón. También hay que enseñarles a dar gracias, ¡que nuestros hijos sean agradecidos!
No nos engañemos con la frase “¡ya tendrá tiempo para sufrir, que la vida es muy dura!”, ¡no!, la vida es maravillosa y en esta vida podemos ser muy muy felices, incluso sufriendo un poco, pero para eso hay que enseñar a asumir el dolor con fe y valentía, con gran paciencia humana y sobrenatural, solo así podremos saborear la auténtica felicidad.