Diciembre 2022 – Diciembre 2022: Si no vives para servir…
Pequeña de estatura, de inmenso e irrepetible corazón y con una fe inquebrantable. Así era la Madre Teresa de Calcuta. En vida, nunca pasó inadvertida para aquellos que tuvieron la oportunidad de conocerla y su legado es aún enriquecedor para muchos, a través de sus queridas Hermanas.
Cuenta la anécdota que mientras la madre Teresa limpiaba las heridas a un enfermo, un periodista se le acercó y le dijo: “Yo no haría eso ni por un millón de dólares”, a lo que ella contestó: “Yo tampoco lo haría”. ¡Qué lección de amor y generosidad! ¡Qué sabiduría ante la vida, ante lo que de verdad importa!
Hace unos años, tuve la oportunidad de viajar a Tánger y convivir durante una semana con las Hermanas de la Caridad. Allí cuidan de madres solteras de bajo nivel socioeconómico, muchas de las cuales son repudiadas por sus propias familias. Mientras las Hermanas cuidan de los pequeños, las madres salen a trabajar para ganar algo de dinero y así poder sacar a sus hijos adelante. Además, una vez a la semana, acogen, alimentan, bañan y dan ropa limpia a los niños de la calle que acuden solicitando su ayuda.
Es, precisamente, en su día a día cuando todo aquello en lo que creía Madre Teresa cobra sentido ante tus ojos: “Si no vives para servir, no sirves para vivir”.
Esta frase, que puede parecer anacrónica en nuestra sociedad actual, e incluso podría ser tachada de exage-rada o irreal, es clave para entender aquello que mueve y conmueve de verdad a las personas: el amor. Pero el amor verdadero, con mayúsculas, el amor bien entendido que hace que nuestras vidas cobren sentido. Por desgracia, éste escasea cada vez más y se ve trivializado por el manoseo y el mal uso o abuso descontextua-lizado de expresiones como “te quiero” o “perdón”.
Por todo esto, es clave que nuestros hijos coexistan con el servicio a los demás, con la empatía, con salir de sí mismos, entendiendo que sólo sirviendo a los demás alcanzarán su verdadera felicidad. Y no hacen falta grandes hazañas para conseguir tal fin: sirve con que poco a poco, a través de nuestro ejemplo, eduquemos sus miradas para que las redirijan al otro y las desvíen de vez en cuando de su idolatrado ombligo adoles-cente.
La adolescencia es una etapa de idealismo, de metas y sueños grandes a los que podemos ayudar a dar cauce a través del servicio. Ayudemos a los jóvenes a rehuir el egoísmo, la comodidad y el conformismo. Disfrute-mos de sus ideas para hacer del mundo un ligar mejor y guiémosles para que lo pongan en práctica.
Demos verdadera importancia a la educación emocional y personal de nuestros adolescentes. Nuestros hijos son más que unas notas, más que unos resultados académicos. Son personas que necesitan que les guiemos, a través de las virtudes, hacia la verdadera felicidad. ¡Cuánto ganaríamos si en nuestras casas hubiera un poquito más de la luz que irradian las Hermanas movidas por el amor y el servicio a los demás! Como decía Madre Teresa: “Ama hasta que te duela. Y si te duele será buena señal”.