Noviembre 2022 – La ternura no se improvisa
En su libro, El amor inteligente, el psiquiatra Enrique Rojas enumera una serie de aspectos que presenta la actual sociedad occidental y que, sin duda, afecta de primera mano al individuo. Entre ellos, destacan la sobreinformación, la falta de formación, el hedonismo, el relativismo, el individualismo, el materialismo… Aparte de todos estos, cabría destacar, además, la hipersexualización del hombre y de la mujer en anuncios, películas, series de televisión o redes sociales.
Como antídoto, hemos de rescatar una virtud que parece malograda e incluso olvidada: la ternura. Aten-diendo a la RAE, la definición que contiene para el término ternura es: “cualidad de tierno”, siendo tierno: “afectuoso, cariñoso, amable, delicado o suave”. Y es precisamente la amabilidad, la delicadeza o el afecto, algunos de los aspectos que más escasea a nuestro alrededor.
A pesar de que la ternura parece asociarse a las relaciones de pareja, ésta ha de formar parte esencial del ámbito educativo y de nuestra relación para con nuestros hijos. El adolescente parece menospreciar toda muestra de cariño físico por parte de sus padres por considerarlas vergonzantes (mucho más si se realizan delante de sus amigos), o porque aparentan no necesitarlas. No obstante, la ternura no ha de quedar redu-cida solamente a un abrazo o a un beso que podamos dar a nuestros hijos en un momento dado, sino también ha de ser una bonita palabra a tiempo, una mirada cómplice con ellos, un pequeño detalle ante un día que sepamos ha sido duro en el colegio…
Ciertamente, ese aparente rechazo de la ternura por parte del adolescente surge en buena medida porque la ternura se vincula a veces a la debilidad, a la cursilería, y a su vez, porque supone una virtud de la que apenas tienen referencias. Tanto en las series, películas, videojuegos, o contenidos en las redes sociales o canales de YouTube que consumen, la violencia, la malsana sinceridad, los malos modales y las impertinen-cias, son el pan de cada día.
Por todo ello, deberemos compensar desde casa esa frialdad y ese amor malentendido, a los que están ex-puestos a diario, por una ternura real, por una empatía cariñosa y paciente. Pensemos por un momento qué muestras de ternura reciben nuestros hijos en casa, cuáles podríamos fomentar y cuáles seguramente haga-mos y debamos reforzar.
Seamos conscientes de que nos necesitan y nos necesitan a su lado. No son tan mayores como aparentan o quisieran ser, a pesar de que su altura pueda decir lo contrario. Enseñemos en casa otra forma de relacio-narnos con las personas, desde el servicio a los demás, el cariño, la resiliencia…, para así poder compensar otros comportamientos a los que puedan estar expuestos. ¡Ayudémosles a no normalizar ciertas actitudes y a no confundir algunos términos que tienen que ver con el amor verdadero e incondicional!