octubre 2020 – Lo que sufren los preadolescentes
Mamá, tengo miedo…, no sé qué piensan mis amigas de mí. Últimamente estoy más callada y no digo lo que pienso. No quiero que me señalen como rara.
El miedo y la inseguridad son unas de las características más claras de la preadolescencia. Este sentimiento de querer quedar bien es muy propio del preadolescente, es una realidad que empieza a aparecer en estas edades pero que nos pasa a todos. Nos gusta caer bien, tener amigos, ser simpáticos… pero no nos puede paralizar ese miedo, esa inseguridad de que, a veces, no suceda así.
Hay que hacerles ver que eso que sienten, puede no ser real. Y, de ser cierto, lo pueden convertir en un punto de lucha y de superación. Deben pensar las cosas antes de decirlas. No ser precipitados en las actuaciones y huir de las personas nocivas y criticonas puede ser un comienzo para vencer ese miedo tan lógico y normal. La solución nunca es la timidez y el aislamiento, sino el conocimiento de uno mismo con sus consecuencias buenas y los retos a superar.
“No sé qué ropa ponerme hoy. Dime que me pongo”
Ante esta cuestión tan habitual en una familia, lo fácil no es siempre lo mejor. Una posible respuesta es “dime que elegirías tú con el plan que vamos a hacer…” Los niños y las niñas deben aprender a decir lo que piensan. De esta forma les ayudaremos a tomar, con acierto, sus propias decisiones. Los preadolescentes actúan, a veces como niños y otras veces, quieren ser tratados como mayores. Escucharlos e invitarlos a dar su opinión es una manera de que vayan cogiendo seguridad en sí mismos y, lo que es más importante aún, que se sientan queridos y a gusto en su familia. Así van creciendo en autoestima, madurez y pensamiento crítico. Muchos preadolescentes sufren porque no tienen habilidades sociales. En el día a día, hay miles de situaciones pequeñas en las cuales podemos ir dándoles herramientas para que decidan, hablen, expongan sus opiniones y vayan forjando un carácter de confianza y de seguridad.
“Todos lo hicieron y no supe ir contracorriente”
Las redes sociales son una gran fuente de comunicación y de amistad, pero en ocasiones se pueden convertir en una corriente que arrastra lo más íntimo de nosotros mismos. Los hijos pueden llegar a hacer cosas que no quieren, que van en contra de lo que ellos son, ya que la fuerza de la amistad, del grupo de amigos en los que se encuentra puede tener tal poder sobre ellos, que anule su voluntad. Necesitan nuestra ayuda para reflexionar y pensar. En muchas ocasiones, una actitud así reclama falta de dominio en el preadolescente y, por lo tanto, necesidad de que estimulemos su sobriedad y fortaleza. Debemos hablar con los hijos de la afectividad, no solo desde el campo sexual, sino desde la perspectiva del amor. Deben saber que en su intimidad está creciendo el deseo del bien, del amor, de ser en el exterior lo que hay en el interior. Los actos que se hacen en contra de lo que uno piensa o siente, por el mero hecho de que lo hagan los demás hace mucho daño al corazón. Y eso, deben saberlo.