Una de las situaciones que los adolescentes viven cada día es la de tener que intervenir en clase, dar su opinión en un grupo de amigos o posicionarse públicamente en redes sociales.
La experiencia, que con frecuencia se vive en clase, es que los adolescentes deben tener las cosas muy claras para atreverse a realizar cualquier pregunta o a manifestar una opinión personal: es mucho más fuerte la sensación de sentirse juzgado que la necesidad de una respuesta.
La sobreprotección hacia los hijos es una tentación en la que todos los padres podemos caer en algún momento. Pero si, en lugar de momentos o circunstancias puntuales, es la tónica habitual puede ser una rémora para un correcto desarrollo personal, al limitar la capacidad para afrontar los desafíos de la vida. Educar en la fortaleza puede ser un buen punto de partida para construir con buenos cimientos.
El día a día de la experiencia docente y el contacto con escolares y sus familias nos muestra, con más frecuencia de lo que sería deseable, ejemplos de lo que se ha llamado “padres helicóptero”, aquellos que, con la mejor de las intenciones, sobrevuelan toda la actividad de los hijos -académica, de ocio o en sus relaciones sociales- para controlar e intentar mitigar cualquier dificultad que pueda surgir.
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