Con la llegada de la adolescencia se da paso a una extraordinaria multitud de transformaciones, entre ellas, el cambio de referentes que los jóvenes experimentan durante esta época. Sus padres y profesores dejan de ser sus héroes, y sus amigos se convierten en su centro, en las brújulas que los guían y de quienes más tienden a fiarse, siendo este el ámbito donde más confiados y a gusto dicen sentirse. Esto hace tambalear a muchas familias, pues la mayoría están mentalizadas de que “la adolescencia de sus hijos será un tiempo de tormenta y estrés”. Además, como esto se ha dicho tan a menudo, “es como un artículo de fe. Es decir: se da por hecho que será así y que nada ni nadie podrá cambiarlo.”(Castells y Silbers, p.71).
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