Cualquier aspecto llevado al extremo asume cierta connotación negativa: ideas religiosas, políticas, filosóficas, comportamientos… De hecho, ya Aristóteles lo confirmó con su famoso aforismo “in medio virtus”, (en el centro está la virtud), admitiendo que todo aquello que se acercara al exceso, o al defecto, se alejaba de la idea virtuosa.
Sin embargo, y a nada que nos fijemos, es fácil caer en la cuenta de que el mundo que nos rodea es un mundo de prisas, de excesos: un “hipermundo”; Hiperactivo, hiperexigente, hiperestimulado, hipersexualizado, hipertenso, hipeconectado… Y sin ser la actividad, la exigencia, la estimulación, la sexualidad, la tensión o la conectividad malas en sí mismas, sí que es cierto que acarrean consecuencias nefastas al alejarse de su centro virtuoso.
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