Septiembre 2025: CUANDO LOS PADRES SE SEPARAN

Hace ya mucho tiempo, empezando mi labor como tutora, escuchaba en el colegio a una pequeña de diez años que me contaba, con pena, que sus padres le habían comunicado su separación. Verla llorar desconsoladamente por lo que le habían anunciado, me causó un gran impacto. Su pena y su dolor era desgarrador. De repente, su mirada profunda y triste, se clavó en mis ojos y me pregunto: ¿es que ya no me quieren?, ¿es que no les importo?, ¿es que no piensan en mí? Con una luz divina que llegó a mis labios le conteste con fuerza y con seguridad: Por supuesto que te quieren, TÚ ERES EL CENTRO, ERES EL LUGAR DONDE SE ENCUENTRA SU AMOR, pase lo que pase, y se digan lo que se digan, tú no lo olvides. Fue mi primer contacto con esta realidad, un acompañamiento largo que tuve que realizar con esos padres y aquella hija única.
Hoy todo esto ha cambiado. La separación de los padres es una realidad diaria en nuestro mundo; la ruptura matrimonial es la mayor fragilidad que presentan los matrimonios. La rapidez que hay en esta ruptura es cada vez mayor; y es un hecho que influye de forma decisiva en la vida y el futuro de los hijos. Yo diría que transcendental. No por ser frecuente, o incluso necesaria en ocasiones, es menos dolorosa para los cónyuges y para los hijos.
No podemos olvidar que seguimos siendo educadores, seguimos siendo padres de esos hijos, y que, aunque estemos separados, seguimos siendo los responsables de su educación, de su formación humana, espiritual y profesional, de su futuro y de su felicidad. Y para abarcar todo eso, necesitamos hacerlo muy bien, formarnos, leer, escuchar y recibir ayuda. Tenemos entre las manos a niños, personas muy pequeñas, indefensas e inocentes que no pueden pagar por los errores que los adultos podamos cometer en la vida. Ellos deben salir absueltos de toda culpa, hay que hablarles en primer lugar de su inculpabilidad absoluta. Hay que decírselo explícitamente ya que los más pequeños se sienten culpables, se sienten mal porque creen, realmente, que todo eso, todo, ha pasado por algo que ellos han hecho.
Desde la escuela podemos ayudar a esos padres a educar a sus hijos. La única manera es acompañar a esos padres. Es un quehacer esencial, y para los niños es crucial. Tratar de llegar a acuerdos educativos, a una buena comunicación entre ambos, de coordinación mutua, manteniendo unas rutinas y unos entornos llenos de seguridad, de serenidad y de paz, de amor para que crezcan sanos y sin demasiadas heridas.
Una vez que ha sido tomada la decisión de la separación, los padres tienen que aprender a validar las emociones de sus hijos; saber que, en esos momentos, sus palabras, sus miradas, sus acciones, van directamente al corazón de sus hijos. Hablar con ellos con amor, cariño, confianza, poniéndose a su nivel. Después de cualquier conversación se tienen que ir serenos, sabiendo que ellos siguen teniendo un padre y una madre a su lado. La confianza y la comunicación, aun siendo imprescindible, tiene su medida: no les podemos dar todos los detalles de la separación, no es necesario que sepan más allá qué lo que les permiten sus edades, sensibilidades y caracteres. Una separación es para un niño un proceso de duelo y necesita de su tiempo y de su anclaje en sus vidas, por bien que lo hagamos es algo que siempre deja una herida y necesita tiempo para cicatrizar y que deje de doler.
Nada es vano. Por eso, es vital no permitirse el lujo de hablar mal del otro progenitor, no podemos usar a los niños como aliados personales, ni involucrarlos en nuestras decisiones. Los hijos no son correos vivientes, no los podemos usar como mensajeros que nos obtienen información sobre el otro progenitor. Sería injusto que sacáramos beneficio personal usando a los menores como parapeto para luchar egoístamente. Un buen padre, una buena madre, aprende a priorizar siempre, y en primer lugar, el bienestar de su hijo. ¡Qué buena decisión es aconsejarles qué busquen el apoyo de un profesional si la relación entre ellos se va haciendo más conflictiva y dañina!
Los hijos siguen siendo de los dos. La coordinación es clave. Loa acuerdos tomados, las normas, las reglas, los horarios y costumbres, sus actividades y su escuela deben respetarse, todo lo que se viva con coherencia por ambas partes, les dará seguridad y bienestar. Por este motivo, es perjudicial tomar decisiones unilaterales sin contrastar con la opinión del otro cónyuge.
Los niños necesitan unidad de criterios y de opiniones para crecer en seguridad y recibir una única educación. Los regalos, los límites, las vacaciones, los caprichos… deben tener criterios unánimes, protegidos por los dos padres. Ojalá se pudiera llegar al respeto mutuo y a una posible amistad: nos hemos separado, pero no nos odiamos.
El fin de la educación es polifacético: el desarrollo integral del niño, del adolescente, de la persona cívica , ética y responsable, de su bien, de la verdad, de su desarrollo social. Todo padre tiene la responsabilidad de educar a sus hijos, de buscar su felicidad, de pensar, como dice Alfonso Aguiló, qué hijos deja al mundo: “Es importante enfrentarnos a ese deber, sin diluir la responsabilidad y lanzarla siempre sobre otros. El curso que vaya a seguir el mundo se nos suele presentar como si fuera algo ajeno a nuestra responsabilidad, pero si pensamos en la educación de los que tenemos más cerca, eso ya no es algo tan lejano o difuso. Hay demasiada gente que trabaja hasta la extenuación por lograr para sus hijos una nueva comodidad, cuando lo que tiene que darles, porque es lo que de verdad necesitan, es una buena formación. El mejor legado que podemos transmitirles no son bienes o comodidades materiales, sino ayudarles a ser gente responsable, personas de mente sana, de mirada limpia, honrados, no murmuradores ni victimistas, sinceros, leales, buena gente. Porque si son buena gente harán un mundo mejor. Por eso, quizá hay que preocuparse menos de lo mal que está el mundo y ocuparnos más de dar una mejor formación a quienes dentro de poco tendrán que dirigirlo: que sepan distinguir lo bueno de lo malo, o de lo menos bueno, que no digan que todo vale, que piensen en los demás, que sean más sacrificados y menos egoístas”. Y esta realidad, vale para todos los padres.
Los hijos de padres separados también tienen que ser felices. Sentirse amados y queridos es la verdad que más puede ayudarles a conseguir esa paz y felicidad que necesitan. Recuerda el consejo que le di a aquella alumna. Que sea cierto. Que por supuesto que sepan que se les quiere. Y decírselo : TÚ ERES EL CENTRO, ERES EL LUGAR DONDE SE ENCUENTRA MI AMOR.
Os dejo un enlace, escrito por un abogado de familia -Mateo Bueno-, que, de modo irónico, pero con mucha verdad, escribe diez consejos para padres de hijos separados.
Bibliografía
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