Octubre 2025: HABLAR MARCA LA DIFERENCIA: CLAVES PARA PADRES Y EDUCADORES EN LA ADOLESCENCIA

En este inicio de curso volvemos a las carreras después de haber pasado unos días de descanso; días en los que hemos compartido bastante tiempo juntos en familia. En este tiempo, es posible que hayamos conversado con mucha más tranquilidad, mucha más de lo que nos deja el ritmo habitual de la vida con los miembros de nuestra familia, amigos, o familiares que vemos con menos frecuencia.
Precisamente, en esos momentos de conversación, es donde nos descubrimos como familia, como seres cercanos, donde nos identificamos con los demás. Es la importancia de esos momentos lo que vamos a resaltar aquí, esas conversaciones que eliminan las barreras entre padres e hijos.
Una de las cosas que posiblemente marca la vida de un adulto es cómo ha vivido su infancia y juventud, cómo se ha sentido durante ese periodo educativo que dura una etapa no muy larga de la vida. La etapa de la adolescente tiene mucho que ver con encontrar el sentido de la propia existencia, la búsqueda de nuestro papel en la vida, definir nuestro mundo y perseguir grandes ideales. Esos grandes ideales tienen que ver con quiénes tenemos alrededor y lo que nos pueden aportar. Y esas aportaciones no salen de conversaciones triviales, si no de los consejos de quienes más los quieren y mejor los conocen, que son sus padres. Por eso, es una cuestión importante plantearse una estrategia de conversación, que sea eficaz, para conocer en profundidad cómo son y qué inquietudes tienen, sus miedos, inseguridades y otras cualidades que al conocer podemos potenciar.
Hay que diferenciar entre lo que es una conversación profunda y lo que no es. El cumplimiento de las obligaciones del día a día no son conversaciones indiferentes, son importantes, pero en ellas no conocemos lo que nuestros jóvenes llevan dentro. Podemos estar interesados en cómo les ha salido un examen, pero si antes de preguntar eso los vemos tristes o enfadados, el examen debe pasar a segundo plano. No quiere decir esto que carezca de importancia, pero a veces hay situaciones en las que tiene que prevalecer la pregunta por el estado de ánimo, y por la causa del éste: muchas veces tendrá que ser una pregunta hecha de refilón, que no se vea mucho que nos interesa demasiado porque puede salir mal.
Los adolescentes cuentan sus cosas importantes normalmente sin que se hayan preguntado directamente, cuando no se sienten demasiado interrogados, y desde luego, cuando no se sienten juzgados. Por eso, es necesario hacer el esfuerzo de planear ese momento de encuentro y concederle la importancia que tiene, pero sin aparentar lo importante que es.
Para poder prever ese momento hay que concienciarse de que se necesita tiempo: no sirve tener prisa o intentar entrar en modo “solucionador de problemas” para mantener una conversación de este tipo. El filósofo griego Sócrates trataba de entablar conversaciones haciendo preguntas, de tal modo que la persona se hiciese cargo de que podía encontrar la verdad por sí misma. Para ello se necesita tiempo, ver por dónde van los intereses de nuestros adolescentes, y validarlos de tal modo que acepten nuestro consejo, si es necesario.
Otra situación que se puede dar es que nos dé miedo interferir en su vida, porque son “mayores” y reclaman su espacio, pero ellos todavía nos necesitan como guía para las cuestiones fundamentales de la vida. No es que queramos entrometernos, solo tenemos que ponernos a tiro para que se den las preguntas adecuadas y poder ayudar, que no tiene nada que ver con cotillear.
Nuestros hijos y alumnos son el centro de nuestra labor como educadores, y no cabe en absoluto plantearse la cuestión de que estamos de más. Somos su referencia, aunque no lo vean. Sólo hay que ponerse delante, y si nos quieren esquivar no tendremos más remedio que aceptarlo, pero seguiremos buscando la manera de llegarles. No vale conformarse, su educación es la misión de nuestra vida.
No sirve tampoco el modo “sermón”. No buscan eso, quizá solo buscan ser escuchados, o que aconsejemos en alguna situación concreta. Pero siempre tienen que ser ellos quienes especifiquen qué necesitan. Sería positivo ayudarles a reconocer sus propias emociones para que se conozcan a sí mismos, validando lo que sienten, pero ayudándoles a enfocar y controlar las situaciones. Ante un suspenso inesperado, por ejemplo, una posible respuesta sería “entiendo que te enfades, y tienes que pasar este enfado, pero también sería bueno que te fijes en los errores que hayas podido cometer para que no te suceda de nuevo”.
A modo práctico, algunos consejos para poder profundizar en nuestras conversaciones con hijos y alumnos:
- Avanzar y contar nosotros primero cómo nos sentimos: “hoy vengo disgustado del trabajo porque me ha pasado…” es una forma sencilla de hacerles entender que mis emociones tienen importancia y que la vida tiene sus vaivenes para todos.
- Buscar los momentos adecuados: no siempre serán ir a merendar, quizá cuando no se sientan observados de frente hablarán más claro. Un trayecto en coche, un paseo en bici…
- Respetar silencios: buscar la siguiente oportunidad sin rendirse.
- Construir aficiones familiares: si es cine, comentar luego la película, aprender a tocar la guitarra juntos, hacer deporte…momentos para compartir habilidades y compartir lo que nos gusta.
- Mostrarse abierto a que las cosas no son solo siempre como una adulto quiere. Valorar sus puntos de vista. Finalizar la conversación siempre en tono positivo.
- Ofrecer siempre afecto. Aunque no quieran hablar, porque piensan que no lo necesitan en ese momento, dejar claro que siempre estaremos cerca para ayudar en lo que haga falta, y que los queremos como son.
Porque son seres únicos, con virtudes, habilidades y cualidades que el mundo necesita, y de que ellos quieran sacar lo mejor de sí mismos dependen muchas cosas grandes.