Octubre 2019 – Premia su sinceridad
Mamá, hoy “Pepe” ha venido a mi clase media hora antes de que acabara el colegio, le ha dicho al profesor que le habían mandado de secretaría para que fuera a buscarme porque habíais venido a recogerme. Al salir con él me confesó que era mentira y que podíamos ir a hacer travesuras por el colegio. Hicimos algunas cosas que están mal…, y no estoy nada contento por todo esto.
Tras escuchar esta historia se hizo el silencio. La madre por dentro no sabía si empezar a gritar a su hijo, castigarle de por vida o esperar a que viniera su padre para valorar juntos qué hacer. Sin embargo, algo dentro de ella le hizo frenar. Su hijo es un chico bastante reservado, más de una vez había evitado contar alguna trastada, pero en general no es un niño conflictivo. Esa falta de reacción que tuvo en ese momento le ayudó mucho a pensar sobre esto, aunque solo fueron unos minutos. Entonces se decidió a hablar con él:
Pepe, estoy muy orgullosa de que hayas tenido la valentía de contármelo. Entiendo que lo haces porque no te sientes nada bien con lo que has hecho. ¿Te ha aliviado contarlo? ¿Qué piensas que podemos hacer ahora?
El niño le contó que estaba triste y decepcionado consigo mismo. Estuvo un rato pensando cómo podía arreglarlo y le dijo a su madre que al día siguiente lo hablaría con su tutor. Lo que más le costaba era que al hacerlo a lo mejor le pedía que delatara al otro niño y no quería hacerlo. Pero pensó que quizá podía hacerlo sin decir su nombre. Así lo hizo y al día siguiente habló con su tutor. Pensaron juntos en las formas de reparar algunas cosas que habían roto en el colegio y consiguió no delatar a su amigo.
No siempre “nos sale” reaccionar así. La mayoría de las veces seguramente nos enfadamos con ellos. Nos enfadamos con razón, porque no nos gusta que se porten mal. Sin embargo, puede ser muy contraproducente. Cuando vienen a contarnos algo que han hecho mal, cuando son capaces de armarse de valor y reconocerlo, nos están demostrando que tienen confianza con nosotros y que su conciencia está a pleno rendimiento. Y eso es una auténtica maravilla. Por eso es necesario que en esos momentos:
Valoremos mucho la confianza que depositan en nosotros.
Valoremos su sinceridad.
Dejemos que su conciencia siga trabajando: déjale que piense en los diversos caminos que puede tomar para reparar el error.
“De los errores se aprende” y son niños. Nos gustaría que siempre fueran buenos, que siempre se portaran bien y fueran ejemplares. Pero esto es imposible, somos humanos, imperfectos. Los adultos también nos equivocamos, metemos la pata y nos portamos muchas, muchas, veces mal. “Lo importante no es hacerlo todo bien, sino volverlo a intentar”. Levantarse de las caídas, empezar otra vez, aprender. Formarles significa aprovechar cada circunstancia torcida de la vida para crecer.
Es posible que os haya pasado que os habéis enterado por otras personas de alguna trastada o mal comportamiento y veáis que vuestro hijo no se atreve a contároslo. Quizá tenga miedo de lo que podáis pensar de él. Quizá piensa que va a perder vuestro cariño. Quizá no quiere ni pensar en ver nuestra cara de decepción.
Ningún niño se siente orgulloso de sí mismo cuando se porta mal, y si lo aparenta está tratando de llamar nuestra atención por algún motivo que debemos descubrir. Con mucha paciencia hemos de crear el ambiente propicio para que sea capaz de acercarse a nosotros y contárnoslo. A lo mejor se puede facilitar contando algo que nosotros hayamos hecho mal, favoreciendo espacio donde nos pidamos perdón unos a otros, incluidos los padres. Es posible que si ven esta actitud en nosotros, se les quite el miedo a reconocer el daño causado y rectificar.