NOVIEMBRE 2019 – El orden interior: la imprescindible virtud
El toque mágico a la vida
. Mi hija va como una loca por la vida. Era una niña muy sensata y ahora está siempre pensando en el último capricho que quiere hacer. Y cuando la intentas sacar de ese mundo, se vuelve irascible y se encierra más en sí misma.
Es la queja de muchos padres, que se han preocupado de formar a sus hijos en las buenas obras –obedecer, trabajar, ser generosos, perdonar- y que ahora descubren que en la adolescencia, los chicos y chicas parecen haber perdido el orden y debatirse en medio de una tormenta no esperada. Parece, sin embargo, que el orden interior y la paz que de él se desprende es una de las más difíciles y necesarias disciplinas que hay que proponerse alcanzar durante la adolescencia. El orden interior es pues la sal de cada guiso, el condimento que permite llevar una vida con las mínimas angustias e indecisiones.
Cada pensamiento, cada afecto en su lugar
Durante la adolescencia la explosión de emociones y de afectos junto a la recién descubierta libertad para obrar, puede causar un auténtico terremoto interior. Si ya, la habitación de un adolescente –ropa, papeles, libros, aparatos electrónicos- puede parecer desesperante, su cabeza y su corazón son un auténtico volcán en erupción. Poner orden en las cosas materiales es una cuestión importante. Poner orden en el interior de la cabeza y del alma es una cuestión de supervivencia. La madurez personal, que no se alcanza con el simple pasar de los años, sino mediante un decidido esfuerzo a lo largo de cada jornada, consiste en equilibrar del modo adecuado las necesidades personales -corporales y espirituales-, las obligaciones derivadas del propio estado -en los adolescentes el estudio, la familia y los amigos-, las tendencias buenas de los afectos, las dificultades y obstáculos de la vida diaria… Todo ello exige una claridad de ideas, un mapa bien dibujado del proyecto personal, y un mínimo de control sobre las propias
Cuando lo primero es lo primero
Por las razones anteriormente expuestas se hace acuciante ayudar a los adolescentes a aprender a trazar las líneas maestras de su vida, de modo que cada cosa, cada acontecimiento, cada futuro y cada pasado encuentre un acomodo dentro del plan general de la propia vida. El orden lleva a poner cada cosa en su lugar y a darle la primacía de tiempo, de esfuerzo, de atención y de energías que requiere según su importancia. Esto exige despegarse un poco de la inmediatez del momento para comprobar el panorama con una cierta altura de miras. Así se evita la confusión entre lo urgente -lo que en cada momento parece prioritario- y lo verdaderamente importante. El arte de distinguir y hacer en cada momento lo que va a conducir a la felicidad definitiva y no al consuelo inmediato o la satisfacción de un placer pasajero parte del orden interior.
Una y otra vez sin desfallecer
Sin embargo, el orden no en una virtud meramente intelectual. No se trata únicamente de saber de memoria unas prioridades y aplicarlas a la toma de decisiones. Sino de llevar a la práctica en cada momento mediante la voluntad esa decisión acertada. Por eso es necesario ejercitarse un día y otro en la práctica de pensar sobre cada una de nuestras pequeñas acciones y después elegir aquella que se ordena al fin último. Desde las más pequeñas cosas de cada día hasta las más importantes.