¿Más difícil que entrenar a un dragón?
Un ejercicio necesario.
Hollywood produce de manera recurrente películas en las que existe un dragón en la trama. De modo habitual, el animal se presenta como un problema para los protagonistas principales: les da miedo su presencia, las reacciones del extraordinario ser les resultan difíciles de comprender, o atraen la incomprensión del resto de ciudadanos, bien sea en la Edad Media, bien en pleno siglo XXI. El dragón, resulta ser finalmente un extraordinario amigo que, mediante una instrucción adecuada, ayuda a resolver los más arduos problemas.
La voluntad es un componente esencial de nuestra naturaleza humana que en no pocas ocasiones se puede considerar un terrible dragón al que no es posible dominar, o que permanece dormido en el interior de su cueva a la espera de que su dueño lo despierte y decida entrenarlo y ponerlo de su parte.
Adolescentes y voluntad.
Los adolescentes viven una etapa de descubrimientos constantes. Algunos resultan obvios como los cambios corporales, la aparición de nuevos afectos o la necesidad de decidir por sí mismos. Sin embargo, otros, que son tan importantes o más, les pueden pasar totalmente desapercibidos. La necesidad de fortalecer su voluntad para que gobierne con criterio sus instintos y sus pasiones, y para que decida siempre a la luz de la inteligencia no es de las que les resultan más evidentes. Y, desgraciadamente, debería ser una consideración que estuviera presente en su vida a partir del nacimiento del uso de razón. De modo especial porque viven en medio de una sociedad en la que la vida cómoda, el triunfo sin esfuerzo o la búsqueda del placer a cualquier precio son valores mucho más preciados que el trabajo constante, el esfuerzo desinteresado por los demás.
¿Quién frena la voluntad?
La voluntad es una potencia humana que tiene tanta más fuerza cuanto más se ejercita. Hay que muscularla al igual que los abdominales, los bíceps y los trapecios, con ejercicios repetidos y diarios de virtud. Y es tanto más eficaz cuanto más unida está a la inteligencia. Si el raciocinio tiene la costumbre de deliberar antes de realizar una acción, sabrá presentar las correspondientes acciones con las consecuencias que llevan aparejadas, y con su influencia en nuestra felicidad.
Aun así, en muchas ocasiones, adolescentes y adultos saben cuál es la elección que les conduce al bien y a la felicidad, pero no son capaces de seguirla. Les falta el coraje para llevar adelante sus propósitos. Prefieren dejarse arrastrar por las pasiones, por los apetitos, en los que el cuerpo y el alma obran por impulsos que les conducen a la comodidad, al placer, al egoísmo, o a la vanidad. Esta lucha precisa de una voluntad fuerte y ejercitada en la virtud. Es un entrenamiento que debe afectar a la inteligencia para que esté constantemente activa en la búsqueda del bien, pero también a la voluntad para que sepa imponer los dictados de la recta conciencia en el obrar personal, al margen del temperamento, de las modas, o de los dictados sociales. La adolescencia es el momento ideal para que, con las fuerzas y la flexibilidad de la juventud se adopte un modo de obrar inteligente, sereno, y fuerte, capaz de guiar con mano firme el timón de la propia vida.