Febrero 2019 – La adicción a los videojuegos.
¿Qué tienen los videojuegos para resultar tan extremadamente adictivos? ¿Por qué algo tan aparentemente inofensivo como una videoconsola, que, dicho sea de paso, no es un invento tan moderno, se ha convertido en un problema de salud para muchos adolescentes?
En primer lugar, hay que aclarar, que, en la actualidad, el problema de la adicción a los videojuegos afecta mucho más a los chicos que a las chicas. Su modo vital de concebir la competitividad, el interés por el deporte como un modo de reivindicación que está por encima de otros objetivos; la respuesta a estímulos como la lucha o el marcaje del territorio tan propios de los machos en los mamíferos más desarrollados, les hacen un blanco ideal para que determinados títulos se conviertan en más que atractivos. Además, la intervención de expertos en psicología contratados por las productoras para asesorar a guionistas -con las mismas estrategias de desarrollo de la trama que las de las series televisivas- y diseñadores, o los minuciosos estudios de mercado y campañas de marketing han multiplicado por mil el efecto adictivo de muchos de estos productos. Casi nada ocurre en la vida por casualidad cuando hay mercado y dinero por medio.
A esto se unen varias características propias de la adolescencia. El diseño de mundos imaginarios en los que realizar hazañas imposibles que refuercen la propia imagen siempre ha estado ligado a esta etapa del desarrollo humano. Ahora los adolescentes encuentran el escenario perfecto para desarrollar aventuras en las que su papel es tan falso -o virtual- como asequible y placentero. Además, no deben temer la asunción de ningún tipo de riesgo para vencer; porque si la decisión es demasiado temeraria o no resulta positiva bastará con volver a empezar la partida sin ninguna consecuencia como si nada hubiera sucedido. Con el factor añadido de que la victoria no supone mayor esfuerzo que el de accionar un cómodo mando de forma casi automática, en el paroxismo de una filosofía que se apoya en vencer al mundo desde el sofá.
Los videojuegos además han construido una sociedad digital en la se puede estar en contacto con los demás a través de una falsa pero divertida aventura en común. Los cascos y el micrófono para balbucir órdenes o interjecciones, en las que las que el pensamiento lógico, la argumentación, u otras funciones superiores no tienen cabida, ha sustituido a las demás relaciones sociales. Ya no hay que temer al rechazo, o a las muestras de desagrado por parte de los compañeros, ni esforzarse por ser generoso con ellos, ni por amarles como verdaderos amigos.
Tampoco es necesario poner atención en superar las propias carencias, porque la pantalla iguala y despersonaliza a todos hasta convertirlos en muñecos animados, tanto más fuertes cuantos más puntos ganan. Toda la inseguridad que la adolescencia conlleva encuentra un lugar privilegiado donde esconderse -que no curarse con el fortalecimiento de la inteligencia, los afectos y la voluntad-; un modo de maquillar sus indecisiones, sus temores y sus frustraciones.
¿Cómo identificar si tu hijo es adicto a la videoconsola? Para ello, debes analizar una serie de síntomas específicos, y desgraciadamente muy comunes. Estas señales de alerta son:
- Pone siempre el juego con la videoconsola en primer plano, dejando de lado otras obligaciones o formas de entretenimiento.
- No respeta horarios y rutinas como la hora de comer, dormir o ir al colegio, alargando excesivamente los tiempos de juego en la consola.
- La videoconsola se convierte en una barrera para la comunicación fluida con sus padres, hermanos y amigos, si la conversación no gira entorno al desarrollo de los juegos, o no juega en línea.
- Se enfada o reacciona con violencia con sus padres o rehúye la conversación cuando se habla con él acerca del tiempo que dedica a la videoconsola, o los posibles excesos.
- Se siente frustrado. nervioso si no puede jugar durante un tiempo porque no le dejan, porque se hay una avería, porque no está en casa, etc.
- Usa la mentira y justifica su conducta omitiendo la verdad cuando le preguntan acerca del uso del videojuego, o trata de utilizarlo a escondidas (de madrugada, cuando está solo en casa, etc).
Un panorama que exige acción inmediata, acción inteligente, y acción efectiva por parte de padres y educadores.