Enero 2025: LA FAMILIA: CUNA DE LA FE
“Como nos enseña la experiencia diaria —lo sabemos todos—, educar en la fe hoy no es una empresa fácil. En realidad, hoy cualquier labor de educación parece cada vez más ardua y precaria. Por eso, se habla de una gran “emergencia educativa”, de la creciente dificultad que se encuentra para transmitir a las nuevas generaciones los valores fundamentales de la existencia y de un correcto comportamiento, dificultad que existe tanto en la escuela como en la familia, y se puede decir que en todos los demás organismos que tienen finalidades educativas” (BENEDICTO XVI)
Hemos vivido la Navidad, una época propicia para manifestar nuestra fe cristiana y decidirnos a ser personas luminosas, que den luz a los demás. Pero esa fe se educa y manifiesta todo el año y crece en nuestros hijos poco a poco, por lo que debemos continuar con nuestra labor en la vida ordinaria.
Nuestra vida, nuestro ejemplo en este campo, es vital. Familia y colegio, juntos, podemos transmitir la verdad revelada en una actitud coherente de vida respecto de esa fe.
“Transmitir o comunicar la fe consiste fundamentalmente en ofrecer a otros nuestra ayuda, nuestra experiencia como creyentes y como miembros de la Iglesia, para que ellos, por sí mismos y desde su propia libertad, accedan a la fe movidos por la gracia de Dios.
Transmitir la fe es, pues, preparar o ayudar a nuestros hijos a creer, a encontrarse personalmente con Dios”. (Conferencia Episcopal Española (CEE)
Y, ¿cómo lo hacemos? Educamos en la fe basándonos en unos principios educativos generales:
- Gradualidad- Transmitimos los principios básicos, esenciales y ordinarios, pero de una manera gradual, poco a poco, ajustándonos a la edad de los niños, a lo que pueden entender.
- Veracidad– Con verdad. Con correspondencia entre lo que decimos, pensamos, hacemos y la realidad. Importa formar sus cabezas en la esencia de que la verdad existe, no todo lo que opinamos es acertado. “Vivimos en una sociedad y en una cultura que con demasiada frecuencia tienen el relativismo como su propio credo —el relativismo se ha convertido en una especie de dogma—, falta la luz de la verdad, más aún, se considera peligroso hablar de verdad, se considera “autoritario”, y se acaba por dudar de la bondad de la vida —¿es un bien ser hombre?, ¿es un bien vivir?— y de la validez de las relaciones y de los compromisos que constituyen la vida. (BENEDICTO XVI)
- Adaptabilidad. En la educación de la fe, necesitamos hacer un proceso adaptado al niño, a la persona, porque cada uno tenemos un tiempo muy concreto de maduración. Padres y educadores planificaran con profesionalidad y con intencionalidad la doctrina de la fe. Todo ello con solidez, con flexibilidad, con esa paciencia que es un valor insustituible en la educación.
Hogares de identidad profundamente cristiana, eso es lo que educa la fe, porque La vida de fe se transmite en el quehacer diario. La fe ha de ser vivida por cada uno, porque todos somos únicos y diferentes, es algo personal e íntimo. Algo que se vive junto a un Dios cercano. Y nuestros hijos, lo aprenden de unos padres cristianos.
Los padres son los primeros transmisores de la fe porque la familia es la única institución natural. Nacemos perteneciendo a esa gran comunidad. Porque lo primero que el hijo de Dios vio al nacer, fueron los ojos de una madre y lo segundo, la seguridad de los brazos de un padre.Porque, como explicaba Juanjo Javaloyes, “nacemos con la necesidad de sabernos amados, de ser únicos, de existir y de haber sido creados para algo”. Porque existe la transcendencia (algo más allá de nosotros mismos) y, como consecuencia, la felicidad, el dolor y la alegría se comparten, se viven y se superan en el hogar. Y, porque existe una historia jamás contada, la de cada uno de nuestros hijos y alumnos, de la que no sabemos el final y que depende, en parte, de lo que cada uno de nosotros les demos.
Hemos de mejorar, para no dejar un agujero en la Identidad de la persona sin llenar, sin formar, vacía. Los niños miran, escuchan, ven, perciben y sienten que existe un Dios cuando les regalamos esa coherencia de vida entre lo que les decimos, afirmamos y vivimos. Es el testimonio del hogar el que, con creces, deja la mejor semilla en el fondo del alma humana.
¡Con qué profundidad y grandeza lo afirmaba Gandi: “¡La huella que dejamos en el alma de los demás, no se borra con facilidad!”. Somos responsables de nuestra actuación delante de los hijos. Lo qué hacemos, lo que decimos, cómo reaccionamos antes las circunstancias que nos presenta la vida, cómo rezamos, cómo los miramos, todo influye en ellos de una manera positiva o negativa.
Es en la familia, en la comunidad y en la Iglesia donde compartimos la fe, damos la fe, y vivimos de la fe. Crecemos en el amor y en la fe en el seno del hogar natural y de la iglesia como madre, por eso, la fe se manifiesta comunitariamente, practicamos juntos. “Nadie puede seguir al Señor en solitario” gritaba Benedicto XVI en la JMJ de Madrid. Aunque el l ámbito primero y natural es la familia (padres-hijos, hermanos), estamos abiertos a la escuela, a la comunidad y a la Iglesia entera. Nuestros hijos y alumnos deben saber dar razón de su esperanza allá donde estén. Por todo esto, que bien les hacemos al Rezar en familia, porque somos una comunidad, una comunidad que reza, y que sabemos compartir las oraciones con los demás.
Los padres son los que tienen el derecho y el deber fundamental de educar a sus hijos. La función y la responsabilidad de los colegios es la de dar esas herramientas necesarias para que ellos sean capaces de hacer lo que tienen que hacer, de acompañarlos y ayudarles a que construyan un hogar con planteamientos cristianos Nuestro servicio a la fe de los hijos no tiene como efecto directo e inmediato, una respuesta creyente en él . (Benedicto XVI )
Siempre en un ambiente de libertad. Los padres cuidarán, delicadamente, que todas las expresiones de la fe de sus hijos se realicen en una atmósfera de libertad, para que nunca pueda servir de justificación de un temporal alejamiento de Dios la “obligatoriedad” de la fe.
La libertad se ejercita también con la fe, al implicar el compromiso —no solo de la inteligencia con la verdad— sino de la voluntad, para vivir la fe coherentemente
Sabemos que, en nuestra tarea de comunicar la fe, no nos encontramos nunca solos, abandonados a nuestras propias fuerzas y apoyados únicamente en nuestra capacidad y entusiasmo. Cada padre, cada madre, necesita ser consciente de que, por encima de todo, actúa la gracia de Dios, y que es Él quien ofrece a todos el don de la fe.
Es el momento en que los padres y las madres regresen de su exilio, – porque se han autoexiliado de la educación de los hijos -, y reasuman plenamente su papel educativo. Esperemos que el Señor conceda a los padres esta gracia: de no autoexiliarse en la educación de los hijos. Y esto solamente puede hacerlo el amor, la ternura y la paciencia. (Papa Francisco )
BIBLIOGRAFÍA
- Conferencia Episcopal Española (CEE) Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe
- DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI EN LA INAUGURACIÓN DE LOS TRABAJOS DE LA ASAMBLEA DIOCESANA DE ROMA
- Catequesis del Papa Francisco sobre los padres y la educación de los hijos. Mayo del 2015