ENERO 2019 – Un proyecto profesional
Mi hija no sabe qué quiere ser de mayor. ¿Cómo puedo ayudarla? Esta es una pregunta que se plantean muchos padres de adolescentes ante la pasividad de sus hijos a la hora de decantarse por uno u otro proyecto profesional. En función de los sistemas educativos de cada país, esta pregunta se hace más urgente cuando se acerca el momento de elegir asignaturas para cada uno de los distintos itinerarios que se ofrecen en la Secundaria y el Bachillerato. Una elección que orienta hacia un determinado grupo de estudios de formación profesional o de carreras universitarias, y por tanto de profesiones en el futuro.
La orientación profesional de los hijos depende mucho del carácter de cada uno, y tiene temporalizaciones distintas en función de la capacidad de cada chico de ir vislumbrando sus gustos y preferencias. Hay personas más decididas y clarividentes con su futuro, y personas más indecisas, o a las que tarda en llamarles la atención algo. Pero debe estar basado siempre en el gusto por una profesión o un desempeño determinado.
Se deben eliminar de la ecuación por tanto factores tales como los gustos de los padres, la obligación de seguir una determinada tradición familiar, o la facilidad que para resolver el futuro puede suponer la profesión paterna o materna o la continuidad en un negocio familiar. El motivo decisivo debe ser el agrado hacia un trabajo, que ocupará gran parte de la vida de esa persona. Y que tiene que ser un motivo de satisfacción y de realización personal. Por ello se deben eludir consideraciones como la dificultad para lograr entrar en unos determinados estudios, o la presencia de tal o cual asignatura en la formación profesional. Si existe un verdadero empeño por alcanzar una profesión, y el talento es suficiente, los demás obstáculos se podrán remover.
Resulta crucial que los chicos tengan un contacto cercano con las profesiones que les llaman la atención y que dediquemos tiempo de su formación a esa tarea. Para que puedan observar el día a día de un cirujano torácico, de una abogada laboralista, o de una directiva de banca. Para poder elegir en función, no de lo que imaginan que va a ser su profesión, sino de lo que realmente hace una persona que se dedica a eso.
Hay que evitar forzarles a tomar una decisión, tanto como atarles a una primera opción. Es de gran importancia aportarles seguridad y confianza en que encontrarán antes o después sus gustos profesionales. Y tranquilizarles explicándoles que existe una amplia movilidad a través de diferentes modos de formación para reorientarse hacia una nueva labor que se haya vislumbrado con el tiempo.
En muchos casos los padres no se deben sorprender de que los gustos profesionales de sus hijos se orienten hacia áreas imprevistas. Ni oponerse a actividades que a los padres les parezcan “de poca categoría” para su hijo. Si una chica quiere ser enfermera es un craso error menospreciar su elección diciéndole que ella tiene categoría suficiente para ser médico. O si le llama la atención el diseño forzarle a hacer arquitectura pensando que con una profesión “más prestigiosa” estará mejor situada en la sociedad. O que un chico quiera dedicarse a la mecánica de motores mediante estudios de formación profesional sufra el asedio de sus padres que tratan de convencerle de que siendo ingeniero superior podrá desarrollar mejor sus potencialidades, y de que con su elección está echando a perder su inteligencia.
En definitiva, se trata de apoyar las fortalezas y solventar las carencias con cariño y delicadeza, conscientes de que la elección profesional constituirá un elemento de vital importancia en la felicidad de los hijos. Respetando siempre el libre albedrío sin interponer nuestros gustos, temores, o incluso caprichos en su decisión.