DICIEMBRE 2025: EL DESEO DE HACERSE MAYOR… Y EL MIEDO DE DEJAR DE SER PEQUEÑO
Durante la etapa infantil, a partir de los 3 ó 4 años, muchos niños expresan un fuerte deseo de querer ser “mayores”, quieren vestirse solos, empiezan a ayudar, tanto en tareas de casa como en el colegio y a imitar a los adultos en el juego simbólico. Ese deseo de querer ser “mayor” es algo normal en el desarrollo evolutivo del niño, ya que cada vez va adquiriendo mayor autonomía. Sin embargo, junto a esa necesidad de crecer convive otra igualmente intensa de seguir siendo pequeños, cuidados y protegidos.
Al escuchar frases como “yo solo”, “no quiero ir al cole”, “quiero dormir contigo”,” esto no me gusta”, los adultos debemos interpretarlo no como un síntoma de rebeldía y desobediencia sino como una señal de un sano deseo de querer crecer. Pero que sea una reacción habitual no quiere decir que no hagamos nada frente a esas conductas.
El deseo de independencia y de dependencia simultánea genera una tensión emocional interna en los niños que se puede traducir en conductas cambiantes o contradictorias que pueden desconcertar a los padres,
Los niños, en la etapa infantil, no pueden verbalizar lo que sienten al no tener ni el vocabulario ni la madurez suficiente para poder hacerlo, por lo que esas emociones se expresan a través de las diferentes conductas como:
- Rabietas o enfados intensos debido a la frustración ante los límites, la falta de control o la dificultad para aceptar las normas. Esas rabietas también pueden ser fruto de no saber manejar lo emocional.
Las rabietas son algo normal en el proceso evolutivo del niño, suelen ir acompañadas de llanto, gritos, pataletas. Ese comportamiento suele alterar mucho a los adultos, pero el consejo es mantener la calma y no ponernos al nivel del niño. Una vez que haya pasado la rabieta y transcurrido un tiempo, podemos hablar con nuestro hijo sobre lo sucedido
- Retrocesos en conductas ya adquiridas como el control de esfínteres o el sueño, estos cambios pueden indicar necesidad de atención o inseguridad ante el cambio (llegada de un nuevo hermanito, comienzo del colegio, etc..). Esos retrocesos no están ligados a algo negativo, ni debemos verlo así. La llegada de un hermanito es algo maravilloso, pero puede generar en el niño ciertos nervios ante lo desconocido de la situación. Esa sensación también la tenemos los adultos, pero lo gestionamos de una forma muy diferente a los niños, ya que tenemos otra madurez y tenemos el lenguaje para poder expresarlo. Es muy importante ante estas situaciones mantener las rutinas con nuestro hijo, ya que le van a dar seguridad, y verbalizar las cosas positivas que van a llegar con el cambio.
- Actitudes desafiantes, que reflejan el deseo de afirmar su identidad, “¡aquí estoy yo!” y comprobar hasta dónde llega su autonomía. Es la etapa de los “noes” constantes. El niño necesita probar hasta dónde es capaz de llegar, y nuestro deber como padres es enseñarle y mostrarle esos límites y normas, sin esperar que las acepten y entiendan a la primera, explicándole los motivos de la norma de un modo sencillo. Es cierto que hay niños más dóciles que otros, pero no son mejores ni peores, son distintas formas de ser, diferentes caracteres que tienen desafíos diferentes, que habrá que ir educando con cariño y paciencia.
- Miedos nuevos o imaginarios son parte del desarrollo cognitivo y emocional, cuando la imaginación se mezcla con la realidad y el niño busca la seguridad en el adulto. Aparece el miedo a la oscuridad, tienen más apego a los padres, miedo a quedarse solos, o a monstruos debajo de la cama…Debemos acoger ese miedo y ayudarle a darle una solución, estando a su lado en el proceso.
La clave está en mirar más allá del comportamiento, comprendiendo qué emoción o necesidad está intentando comunicar el niño a través de esas conductas. Los padres y educadores nos convertimos en grandes interpretadores o traductores emocionales, acompañando a nuestros niños con mucha empatía, coherencia y cariño.
Consejos prácticos para las familias:
1- Acompañar sin sobreproteger a nuestro hijo permitiendo que el niño haga las cosas por sí mismo, incluso si se equivoca. Si realmente queremos que nuestro hijo sea feliz debemos permitirle que poco a poco vaya haciendo las cosas por sí mismo: vestirse solito, colgar el abrigo, ducharse, poner la mesa, hacer la cama… Esto fortalecerá su autoestima y autonomía, verá que es capaz de hacer las cosas sin ayuda y le permitirá a moverse en distintos ambientes con seguridad. No caigamos en el pensamiento “pobrecito, ya tendrá tiempo”, no le hacemos ningún bien cortando las alas a nuestro hijo. Evitemos sobreproteger a nuestros hijos pensando que así se sentirá más querido y cómodo, hagamos de nuestros hijos niños fuertes y felices, seguros de sí mismos.
2- Poner límites con cariño y firmeza. Los límites ofrecen seguridad, no son castigos, sino guías que ayudan al niño a orientarse en su mundo emocional. Los niños necesitan de esos límites, de esas normas básicas, no tengamos miedo a decir “no” a nuestro hijo porque pueda llorar o porque se pueda enfadar, no pasa nada, el enfado y el llanto son manifestaciones normales cuando el niño es pequeño y me atrevo a decir que en ocasiones serán el indicador de que lo estamos haciendo bien.
3- Poner nombre a las emociones, así el niño entenderá mejor qué le pasa. Nombrar las emociones ayuda a regularlas. Las primeras emociones que nuestro hijo puede identificar son la alegría, el enfado, la tristeza… Actualmente existen muchos cuentos infantiles que abordan diferentes emociones y ayudan al niño y a los padres a trabajarlas de forma lúdica.
4- Aceptar los retrocesos sin alarmarse, no ridiculizar ni enfadarnos; el niño lo que está pidiendo con esas conductas es cercanía y atención.
5- Mantener unas rutinas estables de sueño, comida y juego: no sólo estructuran el día, sino que dan seguridad y estabilidad emocional al niño, reduciendo así la ansiedad. Es recomendable tener un horario en casa, visible para que los niños lo vean, con dibujos o pictogramas ya que cuando son tan pequeños todavía no saben leer.
6- El ejemplo del autocontrol en el adulto es clave para que los niños aprendan. “Una imagen vale más que mil palabras”. Observar a un adulto que gestiona sus emociones con calma y pide perdón les enseña a hacer lo mismo. La palabra “perdón” es muy valiosa y habría que utilizarla más a menudo en los hogares. Nuestro hijo aprenderá a pedir perdón en la medida que lo vea en sus padres, hermanos y gente adulta de su entorno más próximo.
7- Fomentar la comunicación afectiva: dedicar momentos diarios para hablar, jugar o leer juntos refuerza el vínculo y favorece que el niño se sienta comprendido, valorado y querido.
A lo largo del día hay varios momentos que pueden favorecer esa comunicación, ya sea cuando se cena en familia, en el momento de l baño o cuando van a acostarse…
Acompañar a nuestros hijos en la infancia es un proceso lleno de idas y venidas, un camino donde los adultos tenemos que saber ver más allá de esas conductas y escuchar lo que el niño siente. De esta forma, les ayudamos a construir una base emocional sólida sobre la que crecer con seguridad, confianza y alegría.
Nuestros hijos deben saber que verlos crecer nos produce alegría, evitemos comentarios como “¡Ay que pena!, ya no es bebé”, aunque lo pensemos. Que oigan de nuestros labios, “¡Qué maravilla, ¡qué mayor se está haciendo!”
Os animo a disfrutar al máximo de esta etapa porque…¡Pasa volando!
A continuación, os dejo un video muy recomendable de la Psiquiatra Marian Rojas hablando sobre la sobreprotección de los hijos.



