Diciembre 2024: LA TEMPLANZA ADOLESCENTE EN NAVIDAD
Estamos ante unas fechas muy alegres y familiares, un momento litúrgico muy especial, la fuente de nuestra esperanza porque va a nacer el Niño Jesús. Lo cierto es que resulta extremadamente complicado vivirlas en su esencia porque el mundo en el que vivimos valora las cosas tanto o más que el nacimiento de Jesús. Muchos ignoran cuál es el significado real de la fiesta navideña. Para muchos se ha convertido en uno de los grandes momentos comerciales del año, que comienza ya a finales de noviembre con las primeras rebajas de la temporada navideña.
La forma de transmitir este significado a los hijos es esencial para la manera en que lo vayan a vivir el resto de su vida y, al mismo tiempo, para las familias que vayan a formar. Lo cierto es que siempre, y no solo en Navidad, hay que intentar que nuestros hijos “viajen ligeros” por la vida en el plano material. Una persona es más libre cuanto menos dependa de las cosas que tiene o de lo que opinan los demás. Cuando el ambiente de nuestros adolescentes les hace vivir en el consumismo y en la necesidad social de vestir determinadas prendas o utilizar una marca concreta de dispositivo, pueden caer en la trampa de sentir tristeza, en lugar de agradecimiento, si los regalos no son de la marca de moda. En tal caso, quizá sería conveniente formar en los jóvenes lo que sí que nos puede producir compasión de verdad: los jóvenes como ellos que están en hospitales, los que están refugiados, los que se han quedado huérfanos o sufren situaciones dolorosas…y recordar entonces, que nuestros adolescentes son privilegiados de poder escoger sus regalos en Navidad. Hay que pedirles algo más, si pensamos en su propia felicidad, no solo proporcionarles cosas materiales. Esto último lo puede hacer cualquiera, nosotros queremos más para ellos.
Educar en la templanza es ayudar a vivir alegre, a no compararse, a no depender de lo que está de moda, de los juicios ajenos, o sometiendo a los demás a nuestros propios juicios. Sería positivo trasladar la idea de que las personas siempre,-siempre y sin ninguna excepción-, son más valiosas que las cosas, y que todo lo que podamos disfrutar con nuestra familia y amigos es el mejor regalo.
¿Cómo podemos observar y trabajar la templanza? Pues en las realidades cotidianas de cada día. No hay que buscar grandes ocasiones, ya que todos los días tenemos oportunidades de ponernos a prueba. La templanza ayuda a alcanzar la sobriedad, no solo en los regalos que piden en Navidad, sino también en el uso de los objetos de cada día. Para ayudar a concretar podemos diseñar una pequeña lista lo que vivimos en casa, cada día, y que pueden ser un trampolín para despegar en esta virtud como, por ejemplo:
- El tiempo que se emplea en mirarse al espejo y en el arreglo personal. Cierto que a veces tendrá que ser más y a veces menos, lo que debe ser es proporcionado.
- La cantidad de comida que se toma, de lo que gusta o de lo que no gusta. A lo mejor, por no declarar la guerra, siempre pensamos en menús que no nos lleven a discusión. El autocontrol adolescente de esa protesta es una excelente escuela de virtud.
- En lugares seguros, prescindir de llevarles en coche y favorecer su autonomía animándoles a emplear otros medios de transporte, aunque sea un poco más incómodos y lento .
- Si asaltan la despensa siempre que les apetece o se respetan los horarios de comidas sin tener que poner candado en la cocina.
- Cómo son capaces de compartir con sus hermanos sus cosas, sin hacer dramas y sin ponerse medallas.
- Si son capaces de sentarse a estudiar dejando fuera de la habitación el teléfono móvil. Y atender a sus amigos sin estar permanentemente con el teléfono en la mano.
- Qué ejemplo les damos en el uso de las cosas materiales: desde cómo cerramos una puerta hasta cuánto tiempo ponemos la calefacción en casa.
- La postura al sentarse, gestionando el propio espacio, sin “derramarse” como si no controlaran su propio cuerpo.
- Cómo se comportan cuando hay invitados en casa: atender a los demás sin atender tanto a lo que a ellos les apetece.
- A la hora de hacer las tareas del colegio, si son capaces de hacerlo en el tiempo indicado, sin extenderse demasiado: dedicar tiempo a las cosas que cuestan sin protestar.
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- Si disponen de dinero: en qué lo gastan, saber ahorrar y guardar dinero para las cosas que realmente merecen la pena, si saben esperar a una oferta buena en el caso de que se quieran comprar algo, si saben renunciar a la marca deseada para gastarse un poco menos, por algo que realmente les hace el mismo servicio.
- Solidaridad: si saben renunciar a su tiempo para ayudar a los demás
Esta lista no es para hacerse un guion de propósitos infinito, cada familia tendrá que ver en qué ámbitos puede mejorar, y no todos los hijos deben tener los mismos retos. Es necesario que nosotros, como educadores que somos, veamos en qué se les puede ayudar. La idea de fondo es que sean felices ellos y que hagan felices a las personas que tienen a su alrededor, y que sean conscientes de que para lograr ese objetivo la mayor parte de las veces en la vida hay que renunciar a cosas materiales. Y que cuando uno aprende que no es ningún drama, es más libre. Es más feliz el que menos cosas necesita.
Una idea que puede ayudar en este aspecto es plantear en esta época de regalos que se avecina algún regalo que sea una experiencia en familia: una excursión a un sitio especial, una escapada familiar, un musical, un teatro, una visita a un museo, un concierto, una tarde de cine, un musical o una actividad de voluntariado juntos. Ésta última suele ser una experiencia inolvidable que hace que los adolescentes valoren un poquito más las facilidades que tienen ellos en su vida, y que conozcan experiencias de vida de otras personas. Cualquier idea que nos haga valorar la vida en familia, conocernos un poco más, ayudarnos entre nosotros, querernos mejor, puede ser válida y un regalo realmente inolvidable.
Otra idea muy valiosa, que recomiendan José Antonio Alcázar y Fernando Corominas en Virtudes Humanas, es que “de vez en cuando, ayudarles a revisar sus pertenencias para ver si hay juguetes u objetos que no necesitan ni utilizan”[1]. Sería un gran paso que ellos mismos tomaran la decisión de donar algo a alguien que lo necesite, prescindiendo de su uso. Estamos en una sociedad llena de gente que necesita no solamente cosas materiales, sino alguien que escuche o ayude en alguna tarea necesaria. Siguiendo con la cita del libro referido, es una manera de “enseñarles a servir a los demás, a preocuparse y ocuparse sinceramente de lo que tienen cerca, a dejar sus cosas cuando las necesidades ajenas lo piden, aceptar los cambios de planes para atender a los demás, incluso cuando puede costar más, como puede ser la época de exámenes”
En definitiva, ayudar a nuestros adolescentes a aprender a vivir templadamente es una manera maravillosa de contribuir a que la sociedad del futuro sea heredada por ciudadanos solidarios, generosos y dispuestos a servir.
[1] Corominas, F y Alcázar J. A, A. Virtudes humanas, Ed. Palabra S. A., 2014