DICIEMBRE 2023: ANALFABETISMO EMOCIONAL
Es indudable, como dice Goleman – una auténtica eminencia en el campo de la inteligencia emocional, que existe “un desasosiego emocional que parece ser el precio que los jóvenes han de pagar por la vida moderna”.
El hombre es, para bien o para mal, ser de costumbres. La parte positiva es que este hecho hace que adquiramos rutinas y hábitos que nos ayudan a mejorar, en contraposición, nos acostumbramos a normalizar situaciones que, por desgracia, no son normales. Nos hemos acostumbrado a jóvenes perdidos, a adolescentes tristes, taciturnos e incluso violentos, nos parece “lo normal para la edad”.
Son varios los ámbitos que se han visto perjudicados a lo largo de los últimos años, entre los que destacan los problemas atencionales o de razonamiento, el aumento de la agresividad y la delincuencia, la marginación o los problemas sociales, la ansiedad y la depresión, derivados de miedos excesivos, soledad, perfeccionismo, la falta de afecto o por estados constantes de tristeza…
Es claramente palpable por todos los que pasamos tiempo con adolescentes y jóvenes, seamos padres, docentes, orientadores familiares… que nuestros jóvenes no pasan por su mejor momento, pero ese malestar es una consecuencia de lo que Goleman denomina “analfabetismo emocional”, que poco a poco se intenta solventar por aquellos educadores que entendemos que lo emocional siempre es y será más importante que lo puramente académico.
Debemos educar emocionalmente a nuestros hijos, pero ¿Cómo podemos hacerlo? Enseñándoles, en primer lugar, a tener “autoconciencia emocional”, que aprendan a poner nombre a sus sentimientos, a prestar atención a los mismos y, en un segundo momento, a empatizar con otros, asumir el desconcierto y gestionar sus relaciones.
Esto puede ser una ardua tarea para padres y educadores, ya que no todos fuimos alfabetizados emocionalmente durante nuestra etapa adolescente. Porque los primeros analfabetos emociona-les, muchas veces, somos nosotros mismos.
No tengamos miedo de hablar de sentimientos y emociones con nuestros hijos, preguntémosles cómo se sienten, qué es lo mejor y lo peor que les ha pasado en el día, cómo se han sentido ante esta o aquella circunstancia… Asegurémonos de que sean capaces de gestionar los nervios antes de un examen, que aprendan a conversar con amigos de un modo más emocional y trascendente, que no crezcan con la sensación de que hablar de sentimientos es cosa de débiles o cobardes.
Porque si lo que realmente queremos es prepararlos para la vida real, no para la vida virtual, debemos dirigir nuestras energías educativas, así como nuestro tiempo, no sólo en pos de que adquieran los máximos resultados académicos, sino en que sean personas que ayuden a los demás, que valoren una buena conversación, que sepan reconocer y entender sus emociones y las ajenas…
Sólo así vivirán una vida plena, una vida real, una vida, en la que, como dijo el gran poeta Pablo Neruda, “amen lo que realmente merece la pena”.