¿Cuántos adolescentes piensan que si actúan de la forma que consideran adecuada -en lo relativo al alcohol, las drogas, las relaciones sexuales, el modo de vestir, la hora de volver a casa, el uso del teléfono móvil, la defensa a los más débiles, o la negativa a participar en actividades peligrosas o incívicas- van a perder su posición en el grupo de amigos?
Meg Meeker es una pediatra y madre de familia que ha tratado en su consulta multitud de patologías en las que aparecía una componente común: un déficit de educación en la fortaleza.
Se llaman Arturo y Jorge. Tienen 16 y 14 años respectivamente y asisten a un colegio privado del norte de la ciudad en el que el nivel social de los alumnos es significativamente alto. Viven en un chalet con piscina y jardín privados, y sus teléfonos móviles harían la delicia de cualquier caco. El uniforme de la escuela incluye corbata azul con franjas verdes y americana, pantalón gris y mocasín negro. Cada mañana me encuentro con ellos en la parada del autobús escolar que estaciona en la misma marquesina en la que yo subo al transporte público.
El desprendimiento es una virtud por la que las personas saben vivir sin atarse con lazos excesivos hacia los bienes materiales en general o hacia algunos en particular. Este hábito es un modo concreto de practicar la templanza, que permite al ser humano disfrutar de la vida con la libertad y la alegría de los hijos de Dios sin aherrojarse a las cosas; sin dejar que los vicios o las pasiones desordenadas esclavicen sus apetitos; con capacidad para decir no con tranquilidad, sin angustias; y para decir sí con agradecimiento a Dios y sentido de la medida.
María Calvo Charro es Doctora en Derecho Administrativo y profesora de la Universidad Carlos III de Madrid. Ha desarrollado su labor investigadora tanto en España como en Estados Unidos y ha publicado varios libros acerca del derecho de los padres a elegir la educación que consideren más oportuna para sus hijos.
Nadie duda de la bondad de la práctica deportiva. Es excelente para el cuerpo y para el alma. Permite desarrollarse físicamente, liberar tensiones, encauzar la energía corporal, y mantener en forma el organismo frente a la sedentariedad propia de la sociedad moderna. Y es, además, una escuela de virtudes. Siempre que dicha academia abra sus puertas e imparta sus lecciones.
Ana es muy buena estudiante y sus calificaciones en primero de Bachillerato son excelentes por lo que, muy previsiblemente, podrá estudiar con éxito la carrera que le gusta. Es una chica organizada y trabajadora, con tiempo para hacer deporte -le descansa jugar al tenis-. Practica danza clásica que es su verdadera pasión. Su carácter es extrovertido por lo que tiene un buen grupo de amigas de las de verdad, en las que confía y entre las cuáles se apoyan mucho. Sus padres están separados y vive de forma muy desahogada en un chalet con jardín, piscina y cancha de tierra batida, en una urbanización para gente con rentas altas.
¿Cómo evitar que nuestros hijos se conviertan en piezas de cristal de bohemia, en personas tan delicadas y frágiles ante la adversidad que hasta la más mínima ráfaga de brisa haga temer por su integridad? Porque, cada persona es hija de su propio tiempo; y este es el de una humanidad débil. Y si no ponemos un esfuerzo decidido para paliar el problema, más pronto que tarde nos encontraremos con carencias serias en el carácter de nuestros hijos. Deficiencias para afrontar la adversidad que tendrán en sus vidas un más que posible reflejo psicológico, o psicosomático de complicada solución.
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