Una de las realidades más difíciles al educar adolescentes es cuando, tanto padres como profesores, tienen que dar un paso atrás y limitarse a recomendar, aconsejar y acompañar, dejando total libertad de elección a los jóvenes, sabiendo que se encuentran en un mundo expuesto a numerosas tentaciones que pueden llevarlos por un camino de sufrimiento. Cuando es así, no solo tenemos que pedirle a él que sea fuerte; quizá es un momento propicio para valorar si nosotros también mostramos esa fortaleza. Porque, si hay una experiencia educativa universal, es que ellos actuarán exactamente como han visto actuar a sus modelos, no se limitarán a hacer lo que se les pida que hagan.
En la sociedad actual hay muchos adolescentes que están solos muchas horas al día. Eso hace que, en el poco tiempo que se pasa con ellos, sea más sencillo resolverles los problemas que ayudarles a que ellos mismos encuentren una solución. Es bueno reflexionar sobre esta actuación que, como padres, es casi inconsciente. No nos gusta verlos sufrir el tiempo que compartimos con ellos y nuestra visión subjetiva de padres, a veces, hace que actuemos antes incluso de que nos necesiten. Pero habría que considerar que, con esta forma de actuar, retrasamos la consecución de una de las metas de su vida, que es alcanzar la madurez.
El periodo de adolescencia en los jóvenes actuales es una etapa de la vida en la que “adolecen” de muchas cosas, pero también es un momento en el que maduran y crecen como personas muy rápidamente. Durante este tiempo, su cerebro está en construcción y, de igual forma que no podemos pretender que una casa que está en obras funcione como si no lo estuviera, tampoco podemos tratar de que nuestros jóvenes hagan todo bien, a la primera y, por supuesto, sin protestar ni frustrarse.
Hace varios años, mucho antes de la pandemia, tuve una tutoría con la madre de una de mis alumnas, que era extremadamente tímida e introvertida, pero ciertamente trabajadora y con mucho talento artístico.
Es indudable, como dice Goleman - una auténtica eminencia en el campo de la inteligencia emocional, que existe “un desasosiego emocional que parece ser el precio que los jóvenes han de pagar por la vida moderna”. El hombre es, para bien o para mal, ser de costumbres. La parte positiva es que este hecho hace que adquiramos rutinas y hábitos que nos ayudan a mejorar, en contraposición, nos acostumbramos a normalizar situaciones que, por desgracia, no son normales. Nos hemos acostumbrado a jóvenes perdidos, a adolescentes tristes, taciturnos e incluso violentos, nos parece “lo normal para la edad”.
Catherine L´Ecuyer, autora del también best seller Educar en el asombro, sorprende esta vez con una obra en la que da pautas para educar en un mundo “con más pantallas que ventanas”.
Durante la adolescencia, el cerebro cambia, evoluciona, se renueva… Y estos cambios biológicos tienen mucho que ver con los cambios actitudinales que podemos percibir en los adolescentes.
Juan José Javaloyes nos da pistas y pautas acerca de cómo sobrevivir a nuestros adolescentes en este video, de apenas quince minutos. Lo hace, como siempre, con el carisma y el buen humor que le caracterizaban, con ejemplos y situaciones concretas y diarias, donde cualquier padre puede sentirse fácilmente identificado.
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