Abril 2023: El mundo es asombroso
¡Qué fácil es sorprender a un niño! Sin embargo, los adultos no nos lo terminamos de creer, quizá porque nosotros mismos hemos perdido esa capacidad de asombro…y tratamos de tenerles “entretenidos” o “estimulados”, pensando, con buena intención, pero equivocadamente que, de esta manera, nuestro hijo será más inteligente, más despierto y favoreceremos su desarrollo.
Hoy, más que nunca, debemos educar en el asombro a nuestros hijos. En el asombro, repito, no en el escándalo. Por mucho que queramos protegerlos, nuestros hijos están expuestos al mundo que les rodea, con su dosis de belleza y de maldad. Los niños no tienen criterio propio, todavía, para analizar la realidad, necesitan nuestra ayuda. Si no estamos ahí para ellos, para darles sentido a lo que viven, crean explicaciones dentro de su lógica infantil para los acontecimientos que les impactan y, claro está, a veces se alejan mucho de la realidad. En los temas esenciales debemos saber dar respuestas, adecuadas a la edad de nuestros hijos, que muestren la belleza, la dignidad de las personas y también el error, salvando siempre las intenciones de los demás.
¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos en esta gran misión? En primer lugar, despertando el gusto por las cosas bellas, enseñándoles a mirar, a contemplar…. Y para eso, necesitamos tiempo. Tiempo para maravillarnos ante un paisaje, tiempo para escuchar una canción bonita con una letra bonita, tiempo para aburrirse y despertar esa creatividad que todos tenemos, tiempo para escuchar, tiempo para amar…
Las prisas, muchas veces, nos impiden detenernos a “saborear” lo bueno y bello que hay a nuestro alrededor. Algo tan sencillo como mirar a los ojos a nuestro hijo cuando nos cuenta algo, se puede convertir en algo imposible, pero puede ser un buen comienzo. Disfrutar de los detalles que hacen la vida más agradable a los demás, hacer una comida especial los días de fiesta, vestir de forma apropiada para cada ocasión, los buenos modales a la hora de hablar, de comer. Todas esas cosas van entretejiendo lo bello.
Necesitan “tiempo para aburrirse”. Si, es una necesidad para la creatividad, el agradecimiento y la contemplación. No todo tiene que estar planificado y medido.
Hay padres que se culpabilizan cuando escuchan en boca de su hijo la frase “¡me aburro!”, pero ¡bendito aburrimiento! es síntoma de que hemos parado nuestro ritmo frenético y que nuestro hijo tiene la posibilidad de crecer, saliendo del engaño de la inmediatez. La solución al aburrimiento está en sus manos, sólo él podrá buscar alternativas que le saquen de ese estado, dará rienda suelta a su imaginación y fantasía,
encontrando modos de divertirse o, dejando divagar su mente, sus pensamientos, desarrollará su capacidad reflexiva. Hay muchos beneficios detrás de ese “¡me aburro!”.
Es importante no crear necesidades innecesarias a nuestros hijos. Un niño es feliz con muy poco. Los niños de hoy en día tienen demasiado y, por ese motivo, no parecen ser más felices que los niños de épocas pasadas. No hay más que ver una foto de algún niño en países en vías de desarrollo. Llama la atención lo común que es verlos con una gran sonrisa dibujada en su cara. Esos niños, por no tener, no tienen ni zapatos… ¡y son felices!
La imagen habitual de los niños que te encuentras en la sala de espera de pediatría, o en un restaurante, tiene, la mayoría de las veces, miradas perdidas en un móvil, o en cualquier otro dispositivo. ¡Qué pena produce no saber aprovechar esos momentos para hablar con ellos o, si son bebés, susurrarle una canción al oído… La tecnología, si no la utilizamos con mesura, se puede convertir en una ladrona de miradas, de sonrisas, de ejercicio físico, tan importante para el desarrollo de los niños, de conversaciones, etc.
El niño, como tal, no ha cambiado a lo largo de la historia. Observar cómo las hormigas transportan la comida hasta su hormiguero, o fijarse en el rastro que deja un caracol cuando avanza, sigue asombrando a cualquier niño igual que asombró a nuestros abuelos hace muchos años. Las montañas siguen estando ahí, el cielo continúa cambiando de color, las gotas de lluvia en el cristal se mueven cuando el coche avanza, todas esas cosas siguen ahí y nuestros hijos las pueden contemplar y pueden asombrarse.
Nuestro mundo es maravilloso y nuestros hijos deben descubrirlo puesto que han sido creados para amar el mundo apasionadamente. No se lo impidamos. Demos a nuestros hijos las herramientas para que sean capaces de descubrir la verdad, la bondad y la belleza y, de esta forma, no sólo descubrirán que el mundo es maravilloso, sino que serán capaces de cuidarlo y transformarlo, si es preciso.