Abril 2025: INSEGURIDADES

Una de las situaciones que los adolescentes viven cada día es la de tener que intervenir en clase, dar su opinión en un grupo de amigos o posicionarse públicamente en redes sociales.
La experiencia, que con frecuencia se vive en clase, es que los adolescentes deben tener las cosas muy claras para atreverse a realizar cualquier pregunta o a manifestar una opinión personal: es mucho más fuerte la sensación de sentirse juzgado que la necesidad de una respuesta.
Resulta bastante valioso ayudarles a conocer cuándo no conviene intervenir y cuando hay que manifestarse sin miedo. Lo cierto es que aquellos que están habituados a hablar en su casa y reciben feedback sobre lo que han explicado, acostumbran a hacerse entender con precisión y no les impone tanto tener que explicar algo en su clase, o argumentar el motivo por el que no están de acuerdo con alguna posición. Son capaces de hacer todo esto sin que les afecte demasiado lo que piensan los demás.
En este sentido, sería muy bueno para los adolescentes, llegar a esta edad, teniendo un buen vocabulario. Algo que implica leer de forma constante, tener conversaciones con su padre y su madre pero también con otros adultos, para erradicar la inseguridad y no tener miedo a equivocarse (¡gran lucha de su vida!). Es así como logran acostumbrarse a hablar y a expresar sus opiniones en público.
Para fomentar la seguridad, es necesario favorecer la educación en un ambiente optimista, en el que los “fracasos” se tratan como oportunidades de mejora, cuyo alcance es valorar más el esfuerzo que se pone en el trabajo constante que el premio del resultado final.
En este sentido, hay que estar pendiente de las redes sociales, de quiénes son sus modelos, con los que se comparan, porque esas comparaciones que pueden hacer con gente que publica solo fotos y vidas perfectas, puede hacerles creer que la vida o es perfecta o no es valiosa. Las redes sociales contagian en nuestros adolescentes una línea de inseguridad y de “necesidad de perfección” que deriva en una tristeza innecesaria.
El educador, para estar a la altura de las necesidades de los adolescentes, debería:
- Saber corregirles sin imponer ni expresar nuestra total oposición, asumiendo sus opiniones y sus reacciones, dándoles consejos cuando sepamos que nos escuchan y quieran recibirlos.
- Identificar momentos para hablar tranquilamente sobre sus cosas, sus dudas, sus miedos, sus inseguridades, y apoyarles en su personalidad.
- Es bueno intentar poner nombre a lo que les pasa y comprender lo que sienten. Ponernos en su situación y contarles alguna experiencia en ese sentido. ¡Cómo les anima la empatía que reciben!
- Ayudarles a conocerse a sí mismos y a quererse como son, con alegría y optimismo, enmarcado en el convencimiento de que son valiosos, tanto con sus defectos como con sus virtudes.
Fernando Corominas y José Antonio Alcázar lo explican así: “Sólo hay verdadera alegría si aceptamos sinceramente la realidad. De la tendencia a la alegría surgen, entre otros valores, el optimismo realista, la esperanza, el talante positivo, la seguridad, la autoestima, la conciencia y satisfacción por la obra bien hecha, el buen humor, deportividad, paz, etc.”[1]
El optimismo realista no supone que estemos fuera de la realidad, sino todo lo contrario. Es saber estar contentos con lo que tenemos, intentar mejorar lo que se puede mejorar y valorar lo que ya se hace bien, ofreciendo los talentos propios como servicio a los demás. En este sentido, la adolescencia es un momento clave y puede ser, en ocasiones, un periodo crítico.
- La alegría que nos lleva a la felicidad está basada en la seguridad de que Dios nos ama, pero eso es fácil de olvidar y no lo tenemos siempre presente cuando tenemos un mal día. Es conveniente que interioricen el esfuerzo de acordarse de esta idea cuando las cosas no vayan bien y parezca que el mundo se vuelve en su contra.
En resumen, para ser un adulto seguro, es bueno haber sido un adolescente acompañado.
La base de su seguridad será el convencimiento de que son amados incondicionalmente, por su familia y por Dios, ideas que hay que hacer llegar con mucha constancia y cariño a su corazón, estando a su lado en esta etapa tan desafiante.
[1] Corominas, F y Alcázar J. A, A. Virtudes humanas, Ed. Palabra S. A., 2014