Abril 2020 – Salud emocional en la infancia y aislamiento
El confinamiento se alarga y algunos niños empiezan a sentir tristeza, preocupación y malestar emocional: ¿qué podemos hacer los padres para ayudarles?
El eje principal de los niños es la familia; si sus padres están bien, ellos sobrellevarán mejor la situación. En primer lugar, los adultos hemos de cuidarnos para poder cuidar. Los padres necesitan cuidar su salud emocional para poder trasmitir esas dosis de serenidad y optimismo a sus hijos. Padres y madres son la fuente emocional de donde los hijos beben y aprenden a compartir y gestionar sus emociones. Es importante por tanto que dediquemos un tiempo a liberar el estrés y las preocupaciones para poder gestionarlas mejor. Hagamos algo de deporte, y sobre todo, cuidemos nuestros pensamientos y nuestro lenguaje interno. Si nosotros no estamos bien psicológicamente nuestros hijos tenderán a protegerse de nosotros y de nuestras emociones, por lo que potenciaremos su inestabilidad y será difícil para nosotros ayudarles a recuperar el equilibrio emocional cuando lo necesiten.
Si los niños sienten inquietud sobre qué está pasando es necesario explicar a los niños con tranquilidad y sin alarmismos la situación que estamos viviendo, apoyándonos si lo consideramos necesario en dibujos y con un lenguaje adecuado a su edad y desarrollo cognitivo. También es importante explicarles que esta situación es transitoria, y que “vamos a ganar”. Podemos decirles que hay muchas personas en el mundo buscando una solución y que sin duda esto va a salir bien, pero que, por el momento nosotros aportamos quedándonos en casa para no propagar el virus y para mantenernos a salvo.
Considerar que la tristeza es algo natural en este proceso sin duda nos ayudará a gestionarlo mejor. Si nosotros como adultos en ocasiones sentimos tristeza a causa del aislamiento es natural que los niños también sientan emociones negativas. Tener empatía abre los procesos de comunicación en la familia.
La tristeza es una emoción que tiene su función. No resulta útil recriminar a los pequeños su vivencia, así como la melancolía o ataques de llanto que pueden experimentar en determinados momentos. En esas situaciones lo adecuado es arropar al niño y escucharle, permitiendo que la emoción salga para poder hablar sobre ella y gestionarla. No es fácil compartir las emociones a través del lenguaje para el ser humano y menos para los niños. Para que nuestros hijos compartan sus emociones el primer paso necesario es saber que nosotros las vamos a “acoger” sin juicio ni enfado, es decir, que la emoción va a ser “comprendida”. La tristeza en los pequeños (y en los no tan pequeños) en ocasiones se trasmite en forma de ira y enfado. En estas ocasiones también es necesario aceptar esa emoción, aunque parezca contraproducente. A veces los niños se sienten invadidos por sus propias emociones de manera intensa, y como adultos hemos de ayudarles a rebajar la intensidad y encontrar la calma. Una vez que nuestro sistema nervioso se equilibra es el momento de buscar actividades y estrategias que nos ayuden a sentir mejor.
Tener una rutina ayuda a los niños a gestionar mejor su día a día. Les da seguridad y tranquilidad. En esa rutina debemos incluir ejercicio físico y juegos. Ambos son imprescindibles para su salud mental. También es importante dar a los niños el cariño que necesitan estos días. Debe de haber espacio para el juego personal y para el juego en familia. Hay juegos cognitivos, manuales, de mesa, de rol, físicos… todos ellos ayudan a los niños a sentirse mejor y a sobrellevar la situación.