Abril 2020 – Madurar durante la cuarentena
Ha llegado el momento -las circunstancias aprietan- de que nuestros hijos adolescentes den un salto de madurez. La convivencia estrecha en casa, la necesidad de teletrabajar o de dejar todo organizado con los niños sin colegio, las restricciones de movimientos y de las posibilidades de abastecerse, nos habrán llevado a tener una conversación seria con nuestros hijos adolescentes. Una charla para concretar un plan de puntos concretos entre los cuáles hay que destacar algunos básicos como estos:
Es imprescindible vivir un horario exigente. Él no está de vacaciones, sino en la recta final del curso escolar. Levantarse y acostarse a hora fija -por lo que las series, películas, etc. quedan reservadas al fin de semana-; y fijar las horas en las que se empieza a estudiar, a realizar las labores domésticas, etc.
El día comienza con una ducha rápida, el arreglo de su cuarto y de su ropa, y un desayuno -que después deberá dejar perfectamente recogido-. No se circula por la casa en pijama, ni en ropa de deporte, ni descalzo. Exigirse en el cuidado del modo de vestir ayuda mucho a no dejarse caer por el plano inclinado de la pereza. La higiene es vital cuando se va a convivir durante tanto tiempo encerrado en una casa. La costumbre de barrer, ventilar, pasar la escobilla por el w.c, o asear su cuarto de baño con detergente un par de veces a la semana tiene que incorporarse a su rutina diaria.
Hay que eliminar cualquier sensación de provisionalidad y de excepcionalidad. Estas son, simplemente, nuevas circunstancias. Preguntarse cuándo terminarán, o estar rumiando como una oveja hasta que escampe es la peor de las elecciones. Hay que vivir como si la situación fuera a ser definitiva. Así se sacará el mayor partido de todas las capacidades de cada uno.
Es imprescindible marcarse al principio de la jornada, qué objetivos de mejora en el trato con los demás miembros de la familia se van a alcanzar. Deben tener muy presente a lo largo del día, que su primera obligación, tanto más fuerte que la de sus estudios, es hacer la vida agradable a los que les rodean. No vale encerrarse en la habitación del “hotel particular”, para dar señales de vida únicamente a las horas de las comidas. Compartir momentos de charla en la sobremesa mientras se recoge el familia el comedor o la cocina; organizar juegos de mesa en los que puedan participar todos a última hora de la tarde ahora que las actividades extraescolares se han volatilizado; tocar juntos un instrumento o cantar; hacer un rato de zumba o de danza todos los miembros de la familia; montar maquetas, puzzles, el tren eléctrico, o jugar con ellos una partida en la Play son ideas que nos pueden ayudar a que nuestros hijos y nosotros pasemos grandes ratos juntos durante estos días.
Por último, hay que programar un rato de ejercicio diario. Bailar, hacer flexiones en el salón, carreras a cuatro patas por el pasillo, slalom de vasitos de plástico en la cocina, o cualquier otro ejercicio -hay más de un millón de ideas circulando por las redes sociales para hacer deporte entre cuatro paredes- son actividad que permitirán desfogar la fuerza física y mantener el tono.
Se trata de comprender que el clima común depende del esfuerzo de todos. Y que el orden y el esfuerzo contribuyen a hacer que todo sea más agradable.