NOVIEMBRE 2025: Tiempo para todo… ¿Y para todos?
Con la llegada de la adolescencia se da paso a una extraordinaria multitud de transformaciones, entre ellas, el cambio de referentes que los jóvenes experimentan durante esta época. Sus padres y profesores dejan de ser sus héroes, y sus amigos se convierten en su centro, en las brújulas que los guían y de quienes más tienden a fiarse, siendo este el ámbito donde más confiados y a gusto dicen sentirse. Esto hace tambalear a muchas familias, pues la mayoría están mentalizadas de que “la adolescencia de sus hijos será un tiempo de tormenta y estrés”. Además, como esto se ha dicho tan a menudo, “es como un artículo de fe. Es decir: se da por hecho que será así y que nada ni nadie podrá cambiarlo.”(Castells y Silbers, p.71).
Si a este cambio de referentes, le incorporamos el protagonismo que tienen en sus vidas las nuevas tecnologías, la combinación surge, cuanto menos, agobiante para cualquier padre o madre de familia. “La tecnología es una nueva oportunidad de búsqueda de lo nuevo, y el cerebro del adolescente es muy fácil de estimular, por lo que basta con que irrumpa el último juguete electrónico para que se distraiga. El último iPhone puede activar la sucesión de neuroprocesos que ponen en marcha el circuito de la recompensa del cerebro y la subida de la dopamina, la hormona del placer, con la misma facilidad que lo activan el alcohol, la marihuana o poner el coche a toda velocidad. En varios sentidos, la tecnología es una droga”. (Jensen y Nutt,p. 234).
En este contexto, parece casi necesario posicionarse en contra del adolescente, siguiendo la estela del pesimista y viejo paradigma, por el cual se confirma que todos los adolescentes son problemáticos, y el cual considera imposible luchar contra ellos, siendo la única salida que el tiempo pase, desando con ansia y fervor que apenas haya desperfectos. (Marina, p.15).
Pero como nuestro afán es alejarnos de toda posición derrotista, hemos de saber que existen formas y recursos internos dentro de cualquier persona, adolescentes incluidos, como son el autocontrol, la empatía, la resistencia a la presión del grupo, la autoestima alta etc., que junto con otros externos como lo son el apoyo familiar, las buenas relaciones con otros adultos, e incluso la influencia positiva de los amigos, resultan ser las claves para que dicha etapa no nos haga “morir en el intento”.
Y en esto, como en casi todo, tenemos mucho que ver y que hacer los padres. Es primordial que les ayudemos a cuidarse, física y psicológicamente. Ya lo decía Juvenal allá por el siglo I d.C: mens sana in corpore sano. Y es que tal y como confirma Covey, “el adolescente ha de cuidar su cuerpo (descanso, deporte, buena alimentación, evitar malos hábitos…), ha de cuidar también su mente (leer, visitar museos, comer en restaurantes diferentes, expandir sus horizontes, tener hobbies y alicientes…), ha de cuidar también su corazón (ver una buena película, leer un buen libro …) y por supuesto ha de cuidar su espíritu (contemplar una buena puesta de sol, escribir un diario, reflexionar, rezar…)” (Covey, 244). Y todo ello acompañado por la familia y por los amigos. Que los hay muchos y muy buenos, y de gran valía para ellos, puesto que se pueden convertir en su verdadera tabla de salvación tanto en el ámbito académico como en el personal.
En este sentido, es importante que fomentemos el tiempo de calidad, y de cantidad, en familia. Este tiempo no es para nada incompatible con aquel que reclamen pasar con sus amigos, sino que ambos se necesitan y se retroalimentan. Quizá tengamos que negociar con ellos o planear cosas que les puedan resultar interesantes, todo ello, con el único objetivo de crear un vínculo fuerte que se alce como un estupendo caldo de cultivo en nuestra relación familiar para con ellos. Hay que promover que tengan alicientes, hobbies, que desarrollen sus talentos… Porque el ocio, aunque pueda parecer superficial e innecesario, también hay que educarlo, y mucho.
No es casualidad que a un adolescente le guste viajar, o el cine, o la música, o le encante el deporte, o la pintura, o escribir, o cualquier largo etcétera de pasatiempos que se nos ocurra. Todo ello es resultado de haberlo promovido desde casa, de una u otra forma. Y esto es algo que debemos cuidar, mimar y proteger como padres. Porque de lo contrario, “su consumo de ocio se reducirá y se volverá básicamente funcional, produciéndose un distanciamiento y un utilitarismo de la relación familiar porque el adolescente estará demasiado solicitado por las alternativas sociales digitales. La cantidad de su tiempo en compañía de adultos será de un cinco por ciento” (Marina,p.25).
Para sacarle todo el jugo que podamos a esta etapa vital, os dejamos algunos consejos tomados del Family Project de la Universidad de Harvard:
- Dé alas (empodere) a su adolescente. Recuerde que es único y competente.
- No lo infantilice.
- Aumente el contacto de su hijo con adultos responsables.
- Ayúdele a asumir responsabilidades reales.
- Escuche y dele apoyo.
- Conozca las competencias de su hijo/a (y también las suyas propias).
- Rete a su inteligencia.
- Ayude a sus sentimientos románticos y respételos.
- Fomente sus fortalezas innatas.
- Fomente su creatividad.
- Ponga a su hijo a trabajar.
- Júzguelo por sus acciones, no por su edad.
- Cambie el sistema.
- Cuestione sus propias creencias sobre la adolescencia.
No olvidemos que la adolescencia es una etapa “decisiva, creadora y poderosa” y en ella se “abren gigantescas posibilidades de aprendizaje. Es el momento de adquirir fortalezas nuevas, de suplir carencias, de hacer proyectos”. Porque como afirma Marina, “el mundo humano es una mezcla de realidad y posibilidad”. Ojalá sea ese el mensaje que lancemos a nuestros adolescentes: lo que son y lo que pueden llegar a ser.
Bibliografía
Castells, P y Silber,T.(1998) Guía Práctica de la salud y psicología del adolescente. Planeta
Marina, J.A. (2021). El talento de los adolescentes. Ariel
Covey, S.(2002). Los 7 hábitos de los adolescentes altamente efectivos en la era digital. DeBolsillo Clave
Jensen, F.E y Nutt, A. (2019). El cerebro adolescente. Guía de una madre neurocientífica para educar adolescentes. RBA Debolsillo


