Septiembre 2025: Procrastinación adolescente ¿qué podemos hacer?
 
	En esta era de las prisas, de la impaciencia, de la proactividad, de la instantaneidad, de la obsesión por la productividad y el multitasking, que en muchos casos desemboca en una devastadora cronopatía, resulta ciertamente paradójico, que la procrastinación sea uno de los temas más recurrentes en cuestiones de gestión del tiempo. Y es que como en todo, “ni tanto que apriete el zapato ni tan poco que se caiga”.
Pero ¿qué es procrastinar? ¿Cuáles son las causas que la provocan? ¿Qué consecuencias puede tener a corto o medio plazo? ¿Existen estrategias que nos permitan manejarla?
La procrastinación podría definirse como “la tendencia a aplazar una obligación o una labor”. Si bien es cierto que puede darse a cualquier edad y en cualquier circunstancia, el adolescente es más propenso a ella, siendo una dificultad muy extendida entre ellos que produce un alto grado de preocupación en los padres, sobre todo cuando puede llegar a ser motivo de un bajo rendimiento académico.
Las causas de la misma son múltiples y variadas, y pueden ser motivadas por factores sociales (presión de grupo, las expectativas familiares, una alta exigencia, entornos donde la disciplina o la organización no es habitual…); también influyen factores emocionales (baja autoestima, perfeccionismo excesivo, falta de motivación intrínseca, estrés…), así como existen además algunos factores tecnológicos que pueden causar dicha procrastinación (el uso excesivo de redes sociales, la dependencia tecnológica, priorizar las pantallas ante cualquier otra tarea que requiera mayor esfuerzo o concentración…).
A todas las causas anteriormente expuestas, cabría añadir el hecho de que el adolescente no se encuentra cerebralmente preparado para planificar u organizarse a medio/largo plazo, suelen responder ante recompensas inmediatas. De ahí que dejen todo para el último momento sin prever las consecuencias de dicha decisión.
Pero procrastinar tiene también sus propias consecuencias: bajo rendimiento académico, falta de control y autocontrol, estrés, ansiedad, baja autoestima… Y es que procrastinar resulta ser un círculo vicioso que “comienza con una sensación de alivio inmediato al evitar una tarea incómoda o estresante que crea un impulso de gratificación temporal. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, la culpa y la ansiedad por no cumplir con las responsabilidades se acumulan, lo que genera aún más estrés y una sensación de fracaso. Este ciclo se retroalimenta a sí mismo, ya que cuanto más se evitan las tareas, más se acumulan y más abrumador se vuelve el panorama. La autoestima y la confianza en nuestras habilidades también pueden verse afectadas, ya que nos sentimos incapaces de superar el hábito de la procrastinación”.
La buena noticia es que la procrastinación es educable y manejable si se recurre a las herramientas y estrategias necesarias. Comparto algunas de ellas que puede ser útil aplicar desde el inicio de curso, aunque cualquier momento es bueno para empezar.
. Técnicas y herramientas de gestión del tiempo: uso de horarios, calendarios, agendas (a ser posible en formato papel), alarmas, cronómetros… Cualquier medio es válido si les ayuda a organizarse y planificarse mejor. Es aconsejable que se les ayude y apoye desde casa para que prueben y – posteriormente- elijan el sistema que mejor se adapte a su personalidad. En caso de que no saber cómo, se puede pedir ayuda al centro escolar.
. Autoconocimiento y autorreflexión: este punto resulta clave para que puedan aspirar a metas realistas y objetivas, evitando así una innecesaria y crónica frustración. Es vital que el adolescente reflexione acerca de sus puntos fuertes y débiles a la hora de gestionar su tiempo y llevar a cabo sus tareas, sabiendo identificar cuáles suele procrastinar y el motivo para hacerlo, así como los patrones que suele repetir en dicho proceso.
. Identificar los distractores que les impidan llevar a cabo las tareas correspondientes en el plazo necesario (dispositivos electrónicos, un exceso de ruido en su lugar de trabajo, no tener establecido un sitio de trabajo concreto, falta de rutinas o hábitos…).
. Desarrollar estrategias para la regulación emocional del estrés, la ansiedad o la frustración.
Y lo más importante: dar el primer paso, aunque sea muy pequeño. Es preferible iniciar la tarea sin mucha estrategia que perder toda la tarde organizando calendarios que no se van a cumplir. Después ya iremos mejorando la organización. Ayudemos a nuestros adolescentes a iniciar la acción, a tener la experiencia de que una vez se empieza es más fácil perseverar en la tarea. Lo más costoso es pasar de la inactividad a la acción.
Siendo la procrastinación una tendencia al alza entre los adolescentes, y conscientes del precio emocional, académico e incluso psicológico que bien pudieran pagar, pongamos en marcha las estrategias necesarias para allanar su arduo camino del deber sin caer en la locura del “hacer por hacer”, que tanto o más peligroso puede llegar a ser.
Ahora que comienza septiembre, y con él afloran nuevos e interesantes propósitos, ayudemos a nuestros adolescentes a evitar llegar, por la calle del “mañana”, a la plaza del “nunca”.
Bibliografía
https://www.atiapsicologia.com/es/noticias/adolescentes-y-procrastinación
https://franciscopsicologo.com/la-procrastinacion
L’Ecuyer, Catherine. Educar en la realidad. Plataforma actual, 2019.

 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				



