Abril 2025: AFRONTAR LAS DIFICULTADES, BASE PARA CONSTRUIR RESILENCIA

La sobreprotección hacia los hijos es una tentación en la que todos los padres podemos caer en algún momento. Pero si, en lugar de momentos o circunstancias puntuales, es la tónica habitual puede ser una rémora para un correcto desarrollo personal, al limitar la capacidad para afrontar los desafíos de la vida. Educar en la fortaleza puede ser un buen punto de partida para construir con buenos cimientos.
El día a día de la experiencia docente y el contacto con escolares y sus familias nos muestra, con más frecuencia de lo que sería deseable, ejemplos de lo que se ha llamado “padres helicóptero”, aquellos que, con la mejor de las intenciones, sobrevuelan toda la actividad de los hijos -académica, de ocio o en sus relaciones sociales- para controlar e intentar mitigar cualquier dificultad que pueda surgir.
Un ejemplo típico: El niño o niña tiene que hacer un trabajo manual y, a la mesa del profesor llegan ‘auténticas obras de arte’ que, difícilmente, son el resultado de habilidades infantiles. ¿A quién le ponemos la nota? Otro ejemplo: padres que, ante la falta de responsabilidad de un hijo que no ha preparado un examen o los deberes, ponen todo su empeño en buscar una excusa que justifique el incumplimiento, e intermedian ante los maestros, en lugar de dejar a los hijos que den la cara y afronten las consecuencias. Y un tercer ‘hipotético’ caso: los padres intervienen para intentar solucionar un conflicto o problema en la relación de amistad o compañerismo de los hijos con otros niños.
¿Qué le trasmitimos a los niños en esos casos? Probablemente “no hay problema, mis padres me sacan del apuro”, pero también “no soy capaz de hacerlo, necesito a mis padres para todo”; en el fondo, disparos a la línea de flotación de la educación en la responsabilidad, así como en el fomento de la autonomía y la autoestima.
Lo ideal es ayudar a los niños a crecer desde el equilibrio que permita, dentro de una razonable protección, el margen de autonomía y ejercicio de responsabilidad para que puedan aprender a gestionar frustraciones y crecer en virtudes.
Y el primer ingrediente de esa receta es el ejemplo. Mala imagen de fortaleza y resiliencia estaremos dando si, continuamente, nos enfadamos cuando las cosas no salen cuando, tal y como queremos, o nos quejamos porque hace calor o frío, porque llueve o porque no llueve… Además de afrontar cualquier contratiempo con un talante diferente al de la queja, también nos tienen que ver actuar con responsabilidad o con compromiso, especialmente cuando más cuesten las cosas o menos apetezcan. Y si es con una sonrisa o actitud positiva, mejor. De esos ejemplos cotidianos pueden extraer experiencias sobre tolerancia a la frustración, adaptación a cambios o imprevistos y hacer frente a los obstáculos.
Para promover la resiliencia también es saludable asumir los errores y, sobre todo, extraer aprendizajes de ellos para seguir creciendo. Fomentar la autonomía personal (lo que no excluye un apoyo que trate de proporcionar herramientas y recursos para solucionar problemas), dar ánimo para asumir riesgos y exigir responsabilidad sobre las consecuencias de sus decisiones.
A modo de resumen y, en palabras de Andrea López, experta en resiliencia proponemos las siguientes acciones para mejorar esta cualidad en los niños:
_ Fomentar relaciones seguras y estables: Proporcionar entornos familiares y escolares consistentes, donde los niños se sientan seguros para expresar sus emociones y recibir apoyo emocional.
_ Enseñar habilidades de afrontamiento: Ayudar a los niños a identificar y manejar sus emociones, enseñándoles estrategias para enfrentar el estrés y resolver problemas de manera constructiva.
_ Promover la autonomía: Permitir que los niños tomen decisiones apropiadas para su edad y fomentar su independencia, lo que les brinda la oportunidad de desarrollar confianza en sí mismos.
_ Enseñar pensamiento positivo: Inculcar una mentalidad optimista y enseñar a los niños a encontrar aspectos positivos en situaciones desafiantes, promoviendo la resiliencia emocional.
_ Fomentar la empatía y la conexión social: Enseñar a los niños a reconocer las emociones de los demás, promover la empatía y ayudarles a construir relaciones sociales sólidas.
_ Modelar la resiliencia: Los adultos que rodean al niño, ya sean padres, maestros o cuidadores, pueden servir como modelos de comportamientos resilientes, mostrando cómo enfrentar desafíos y superarlos.
_ Apoyar el aprendizaje a partir de errores: Fomentar un ambiente en el que los errores sean vistos como oportunidades de aprendizaje, alentando la perseverancia y la resolución de problemas.
_ Incorporar la educación emocional en el currículo: Introducir programas escolares que enseñen habilidades emocionales, como el manejo del estrés, la empatía y la autorregulación.
Por supuesto que lo hagan ellos conlleva errores (es lo que necesitan para aprender) y también genera frustraciones, que al superarlas les ayudan a ser resilientes. Sin olvidar reforzar y recompensar su esfuerzo con una sonrisa o una palabra de ánimo.
Bibliografía.
López, A. (14 diciembre 2023). 8 estrategias para educar hijos más resilientes. https://www.eduteco.com/articulos-libros-infantiles/estrategias-para-educar-hijos-resilientes