Noviembre 2024: NUNCA DEJES DE INTENTARLO: AQUÍ, ASÍ Y EN ESTE MOMENTO
Con la fuerza de tu palabra oportuna puedes conseguir grandes cosas para los demás. (Amparo Catret)
Por todos es conocido el alcance que tiene saber comunicar y comunicarse. Son miles los cursos y libros que nos enseñan a comunicarnos, sobre todo en el terreno laboral: cómo dirigir una buena reunión, cómo hacer una exitosa conferencia, cómo preparar un discurso, las claves para realizar una estupenda presentación, cómo mejorar tu capacidad para vender o publicitar algún producto…
Tal y como afirma Mar Romera, “dentro de las habilidades sociales es de máxima importancia la comunicación, la mirada, la escucha, la cooperación, el liderazgo entre otras. (…) Estas habilidades no son para “quedar bien con los otros”, son para conquistar nuestra realidad personal. Con ellas podemos comprender y conocer mejor a los demás. Comunicarnos mejor con los demás, ya sean conocidos o desconocidos. Construir relaciones amistosas o afectivas más saludables, conseguir intereses personales con mayor facilidad (…).” (Romera, 90-91)
En este sentido, deberíamos, como padres y educadores, aprender a comunicarnos con nuestros hijos, ya que durante cada etapa de su vida -infancia, adolescencia y adultez-, los retos que supone una buena comunicación con ellos son absolutamente diferentes. Nadie nos enseña a comunicarnos con ellos, y a pesar de que muchas estrategias nos salen de manera natural por el amor que les tenemos, en otras ocasiones necesitamos herramientas y pautas que nos aporten cierta luz, especialmente durante la adolescencia de nuestros hijos donde puede acecharnos la más sofocante oscuridad.
Cabe destacar que “en todos los actos comunicativos se debería tener en cuenta los rasgos psicológicos del receptor y del emisor, asegurarse de cómo el mensaje va a influir en la persona que escucha. Dominar y controlar los estados de ánimo, las emociones o sentimientos conflictivos” (Catret, 202). ¿Qué tipo de emisor soy? ¿Tengo en cuenta mi psicología y la de mis hijos adolescentes antes, durante y después de nuestras conversaciones?
El psicoterapeuta Antonio Ríos, distingue tres tipos de comunicación para con los adolescentes:
- la comunicación afectiva: cuando son ellos quienes deciden comunicarse con nosotros y contarnos sus afectos.
- La comunicación efectiva: cuando somos nosotros los que decidimos hablar con ellos sobre un tema concreto.
- La comunicación superficial: aquella que no implica a ninguna de las partes, sino que versa sobre temas de actualidad e intereses comunes como el deporte, la moda, la música, etc…
Ríos afirma que esta última es la comunicación que más debería darse, pues es la que crea entre las partes una relación de confianza y de complicidad que ayudará a que los otros tipos de comunicación también puedan darse de forma exitosa.
Asimismo, aparte de la comunicación verbal, existe también la denominada “no verbal” o gestual (abrazos, besos, caricias), esa a la que la psiquiatra Marian Rojas considera necesaria para la supervivencia del ser humano. No obstante, nos centraremos en aportar algunos consejos que, como padres, pueden ayudarnos a la hora de comunicarnos verbalmente con nuestros hijos:
. No todos los momentos o los espacios son los adecuados, sobre todo para conversaciones incómodas o importantes.
. Comunicar no es sólo informar sobre qué tal les ha ido en el colegio, cómo van las notas, lo que han comido ese día, qué tal ha ido el partido, etc… Todo esto es correcto y necesario, pero no es “entrar hasta la cocina”, no es llegar al fondo de nuestros hijos, aunque esta conversación banal nos servirá para crear un ambiente de naturalidad y constancia comunicativa entre ambas partes que permitirá tratar temas más de fondo.
. Es vital que el adolescente no se sienta juzgado por nosotros, incluso es recomendable que se verbalice esta idea: “hijo, no estoy aquí para juzgarte, sino para acompañarte y ayudarte”.
. Es bueno que no haya temas tabú en casa. Es en el hogar donde se debería poder hablar de todo, siempre buscando los tiempos y los espacios adecuados.
. Para poder conseguir el punto anterior, es vital tener una escucha activa con ellos, que sientan que sus padres son “terreno de confianza” para poder hablar y expresarse con libertad y seguridad. Trata de escuchar sin juicio hasta el final, pide que te lo explique mejor o que te lo argumente y no muestres miedo o desconfianza.
. Es muy aconsejable evitar los interrogatorios. El adolescente suele bloquearse, parapetarse y ponerse a la defensiva ante tanta pregunta. No debemos obsesionarnos con preguntar y querer saber, dejar que ellos cuenten y nos comuniquen con naturalidad; algo que brotará si hay un ambiente de confianza.
. Utilizar palabras o expresiones bisagra para empatizar, por ejemplo: “¡no me digas!”, “pero ¿cómo es eso?”, “y tú, ¿ qué piensas de todo esto?”, “ ¿cómo te sentiste?”, “¿cómo crees que puedes mejorar en esto?”, “me imagino que estarás dolido”, “yo en tu lugar estaría igual que tú”…
. Emplear el método socrático a la hora de dialogar puede ser muy eficaz: hacer preguntas que les hagan reflexionar para que se conozcan a sí mismos y para que sean ellos quienes lleguen a las conclusiones necesarias. No les demos nuestras respuestas, sino que preguntemos para que ellos mismos las encuentren. De esta forma, cambia mucho su reacción ante ciertas conversaciones y entienden que hablar con los padres les ayudará y les dará luz. Además, si consiguen llegar ellos mismos a ciertas conclusiones o soluciones, se llenarán de seguridad y se animarán a poder solucionar futuras situaciones o conflictos.
. Buscar esos espacios adecuados para conversar con ellos. Les ayuda mucho que no estéis sentados de frente a él o ella como si de una entrevista se tratara. Estar realizando otras cosas mientras les habláis es bueno en ocasiones, sirve para no incomodar o tensar al adolescente. Aprovechando esos momentos en que se busca estar a solas con ellos para hablar; mientras se prepara la comida, mientras se dobla ropa, o saliendo a pasear, en algún viaje en coche; se convierten en protagonistas de la escucha de sus padres.
. Con vuestros hijos adolescentes varones, se puede ser más directo y racional.
. En cambio, vuestras hijas adolescentes responderán mucho mejor a lo afectivo. Las chicas necesitan contextualizar, explicar muchas cosas y dar muchos datos antes de llegar al punto a tratar. No es bueno que sientan que se les mente prisa o que se las interrumpe porque entonces, sólo se consigue que se bloqueen y no quieran seguir hablando.
. Hay que evitar dar nuestra opinión a la primera de cambio. Dejarles que hablen, lanzar alguna de las preguntas o expresiones anteriormente mencionadas, y poco a poco ir guiando la conversación, siempre con el objetivo, no de manipular o de que nos cuenten lo que queremos descubrir, sino de que aprendan a ponerle nombre a sus emociones y sentimientos, a que se conozcan más, y a que despacio, sepan qué conductas adoptar o qué decisiones tomar para mejorar como personas.
No olvidemos que “la comunicación fluida consigue obtener de las personas lo mejor que llevan dentro” (Catret, 204). Y eso es, precisamente, el fondo de lo que consiste la educación: en sacar de nuestros hijos lo mejor de cada uno.
Bibliografía
. Catret, Amparo. Emocionalmente inteligentes. Una nueva dimensión de la personalidad humana. Palabra, 2017.
. Jensen, Frances E. y Nutt, Amy Elis. El cerebro adolescente. Guía de una madre neurocientífica para educar adolescentes. RBA Bolsillo, 2015.
. Rojas Estapé, Marian. Encuentra tu persona vitamina. En la familia, en la pareja, en los amigos, en el trabajo. Espasa, 2021.
. Romera, Mar. La familia, la primera escuela de las emociones. Planeta, 2017.
. Siegel, Daniel. Tormenta cerebral. El poder y el propósito del cerebro adolescente. Alba, 2014.
. “Tres formas de hablar con tus hijos adolescentes”. Antonio Ríos (médico psicoterapeuta). https://www.youtube.com/watch?v=Ey4zFttyy2M