Septiembre 2021: Nuevas oportunidades para gestionar las emociones de nuestros hijos
Recuerdo una vez, una madre que me contaba que su hijo de cinco años era muy introvertido y no era capaz de hablar con ella de lo que sentía y le pasaba y, sobre todo, que seguía teniendo muchos momentos de descontrol emocional a lo largo del día, cuando no conseguía lo que quería o algo no le gustaba.
Lo cierto es que el mundo de las emociones es un campo que hay que trabajarlo desde que los niños son muy pequeños, dándoles muchas oportunidades para enfrentarse a las emociones variadas de la vida: alegría, sorpresa, frustración o dolor.
No se nace sabiendo gestionar las emociones, teniendo autocontrol y autoconocimiento. Se va aprendiendo a lo largo de la vida a base de tener diferentes experiencias y gracias a que nuestros padres, o figuras de apego, nos van guiando. Tienen que poder hablar sobre lo que sienten. Necesitan sentir el acogimiento de sus inquietudes y sentimientos, que la puerta de la comunicación con sus padres siempre esté abierta y accesible. Así, por un plano inclinado, hasta que poco a poco se va siendo más independiente en este aprendizaje.
Cuando un niño experimenta una emoción que es nueva para él, la primera reacción es el desconcierto, si es desagradable puede generar reacciones de huida o frustración. A medida que se les van dando herramientas para lidiar con ellas, van sintiéndose más seguros y salen airosos de las situaciones más comprometidas. Por ejemplo, cuando un niño no es capaz de abrocharse los botones del abrigo él solo, puede sentir frustración y salir de casa cabizbajo o triste, o incluso ponerse a llorar.
Son momentos en el que se le puede ayudar a ser consciente de lo que le ocurre, a que intente poner en palabras a lo que siente y, muy importante, a generar respuestas adecuadas. Los adultos somos quienes debemos acompañarle en su aprendizaje y enseñarle a tener una actitud deportiva ante el fracaso, animándole en cada intento.
A cada niño le irrita, preocupa o frustra diferentes causas, ya que somos únicos. En cada caso nos encontramos ante una oportunidad para hablar con ellos y ayudarles a gestionar lo que les ocurre. Es en esas pequeñas situaciones de la vida ordinaria donde los niños aprenden a consolidar el autoconocimiento y a desarrollar la seguridad que les permitirá sentirse tranquilos y serenos cuando se enfrentan a nuevos aprendizajes.
La vuelta a la rutina nos dará ocasión de descubrir nuevas situaciones en las que plantear metas de mejora para cada hijo; estemos atentos a ellas, con la alegría de descubrir retos que pueden ayudar a crecer a nuestros niños.