Julio 2019 – La ropa tendida en el balcón
El tesoro del corazón
– Papá, Santiago y Cristina han cortado, me dijo apesadumbrado mi hijo Alejandro, de sopetón. Levanté los ojos del libro que estaba leyendo. Santiago es su mejor amigo y me pareció oportuno interesarme por el caso. Se me puede reprochar que tanto Alejandro como mi hijo Santiago tienen catorce años, y que lo que me pedía el cuerpo era preguntar: pero, ¿qué es lo que han cortado, el seto de la entrada de su urbanización? Sin embargo, me contuve y dije con voz entristecida:
– ¿Cómo te has enterado, cariño? ¿Te lo ha dicho Santi?
– No papá. Lo ha puesto Arancha en el chat de clase. Y me mostró resignado la pantalla de mi móvil -porque Alejandro no tiene smartphone, y consulta las redes sociales de su clase en el mío-. Enarqué las cejas. La red ardía. Las intervenciones se sucedían como disparos en el campo de batalla. Era casi imposible seguir el ritmo de la no conversación.
Una ocasión para formar
Le pedí a Santiago que se sentara. Le pregunté si le parecía bien que todo el mundo estuviera destripando la vida de dos niños, posicionándose a favor o en contra de cada uno con toda clase de opiniones, improperios, salidas de tono, manifestaciones soeces, habladurías, tópicos, y maledicencias cuando no abiertas calumnias. Le animé a que reflexionara qué autoridad tenían conferidos todos aquellos compañeros para diseccionar la vida de dos compañeros de clase. También añadí algunos razonamientos acerca de la experiencia que tenían todos aquellos neo-consejeros sentimentales para hablar acerca de algo con semejante falta de tacto. Pedí a mi hijo que se imaginara durante unos segundos que era él el centro de aquella polémica y que eran sus sentimientos más íntimos los que se sometían a escrutinio de aquel modo. Santi estaba cada vez más callado. Quiso excusarse en que él no había escrito nada y que sólo estaba leyendo. Le rebatí que con su presencia allí estaba aceptando lo que ocurría. Que el título más honroso que se podía tener en aquella circunstancia era el de “6XX XXX XXX ha abandonado el grupo”.
Desvelar la realidad de las cosas
Una vez que acabé de hablar con Santiago, me quedé pensando acerca de qué distinto es el modo en que vemos las cosas los adolescentes y los adultos. Cómo es necesario resetear nuestra mente para ponerla en modo educador, de forma que seamos capaces de aprehender en toda su dimensión el punto de vista desde el que los hijos perciben las cosas. Porque no basta con hacerles una exposición sobre lo que está bien o está mal en la protección de su intimidad y de la de los demás. Sino que es necesario que vean con su propios ojos, que muchas de las prácticas comunes hoy en día entre sus amigos son una auténtica barbaridad. Y para ello nada mejor que ayudarles a situarse ficticiamente en el centro de la acción para que capten la verdadera dimensión y repercusión de sus acciones.