ENERO 2019 – El arte de priorizar
Quiero hacer tantas cosas…
Los adolescentes viven en un mundo lleno de sueños y de ilusiones. Su energía vital, su optimismo, y en muchas ocasiones la falta de experiencias negativas que les frenen, les permite imaginar hazañas en todos los campos de la actividad humana, y pensar que alcanzarán metas enormes. Los padres deben escuchar con atención y con respeto esos proyectos, y abstenerse de extender sobre ellos su posible escepticismo, ni las dosis de desesperanzada negatividad que la vida les ha regalado. Porque esa extraordinaria energía que subyace debajo de esos grandes deseos puede moverles, con la ayuda adecuada a llegar a alcanzar esos logros.
La actitud de los padres
Esto no quiere decir que haya que dejarles tumbados sobre el sofá diseñando tartarinescos mundos. Ese torrente de fuerza e ilusión debe ser bien encauzado para que termine siendo fructífero. Hay que compartir la emoción por esos proyectos y ayudar a los hijos a considerar varios factores que les ayudarán. Conviene explicarles en primer lugar que todo proyecto exige una planificación. Hay que ver con qué medios se cuenta y empezar a buscar recursos (la formación adecuada, la presencia en los lugares en los que ese proyecto se puede desarrollar, etc.) para empezar a ponerlo en marcha. También es muy importante hablarles de virtudes como la perseverancia, para poder resistir a los primeros fracasos y llegar a buen puerto. La resiliencia les hará salir fortalecidos de las circunstancias negativas y obtener experiencia para vencerlas en veces sucesivas. Todo este planteamiento exige la aceptación de que la tarea será ardua y requerirá esfuerzo. Y de que desde los mandos de la video-consola o los botones del reproductor de música no se consigue más que hacer grandes los proyectos de los demás y anular los propios.
¿Qué quieres hacer?
Aunque parezca un enunciado tautológico, la planificación del proyecto exigirá la capacidad de elegir. Lo cual supone, en ocasiones, renunciar a ciertas cosas con la intención de alcanzar otras. Si uno desea hollar la cima del Everest, deberá entrenar diariamente mediante la escalada de otras montañas más asequibles, encontrar el dinero necesario para montar la expedición, realizar los trámites burocráticos, contratar a los sherpas… Pero eso es incompatible con participar en una misión espacial, o llegar a las olimpiadas en la disciplina de natación.
En ocasiones los chicos se pierden en sus ganas de hacer demasiadas cosas a la vez sin centrarse en ninguna. Y acaban agotados y desilusionados porque no han tenido un mentor que les guíe. Es esta una tarea intelectual irrenunciable. En todo gran proyecto, debe impulsar el corazón, pero tienen que gobernar la cabeza.
Primero lo primero
Por último, es muy importante enseñarles a priorizar. Ante el cúmulo de cosas por hacer hay que ordenar mentalmente los procesos, poniendo los peldaños en el orden adecuado. Y considerando que las cosas apetecibles no aparecen siempre en primer lugar. Y que muchas veces los preparativos previos son cansados, rutinarios, o monótonos. Pero que valen la pena si no se pierde de vista la meta. Si se hace el necesario ejercicio mental de volver a pensar una y otra vez en lo que se quiere conseguir y se distinguen los medios de los fines, con una actitud positiva y perseverante, el éxito es más que seguro.