Diciembre 2018 – Optimismo inteligente
Una cosa es el optimismo entendido como virtud, y otra el optimismo entendido como tendencia psicológica.
La definición de optimismo es:
“Confiar razonablemente en las propias posibilidades y en la ayuda que nos puedan prestar los demás, de tal modo que en cualquier situación podamos distinguir, en primer lugar lo que es positivo y qué posibilidades existen para mejorar, y al mismo tiempo, tener claro cuáles son las dificultades que se oponen y los obstáculos que tenemos que abordar, aprovechando las cosas positivas y afrontando con deportividad las dificultades.” (1)
Vamos a considerar el optimismo entendido como virtud. Imagínate que es un día de lluvia, el cielo totalmente encapotado,…él opina: “vamos de paseo, en seguida saldrá el sol”; ella dice: “mejor saquemos un juego de mesa que me han enseñado, seguro que lo pasamos bien”. ¿Cuál es el optimista en sentido positivo? En este ejemplo ella es la optimista, pues él está falsificando la realidad y ella está aprovechando las circunstancias reales.
El optimista es el que no espera que cambie la situación sino el que “reajusta las velas” para empezar a caminar en las diferentes circunstancias de la vida.
Apoyándonos en este razonamiento, trabajar en esta importante virtud para nuestra convivencia juntos, es educarnos interiormente para saber las cualidades “reales” que tengo y que el otro tiene para poder optimizarlas, y no asustarse ante las dificultades que van surgiendo en nuestro camino juntos, pues en todo momento podemos hacer un “reajuste”.
El desarrollo de la virtud del optimismo supone ser realista y consciente de las dificultades valorando lo positivo y lo práctico, en vez de centrarse en ellas y quedarse empantanado, sabiendo que siempre hay oportunidades de enriquecernos en todo lo que nos sucede.
Es clave la confianza. No hay optimismo si no se sabe confiar: supone saber las cualidades propias y las del cónyuge para poder ser optimista. Yo confío en que lo haré bien, confío en el otro, y además confío también en Dios. Si no confiara, me conduciría la situación a un estado de ingenuidad o de egoísmo.
Esta virtud no conduce siempre a una alegría exteriormente expresada sino que está ligado a la paz interior, así que no necesariamente expresa alegría exterior.
Por el principio de armonía de las virtudes, éstas siempre van de la mano unas y otras: Optimismo, confianza, fortaleza,…, si crece cualquiera de ellas también crecen las demás.
Para poder ser alegre hace falta fortaleza, no solo optimismo. La fortaleza es necesaria para hacer frente a las tristezas que anidan en nuestro corazón.
¿Cómo crecer en este “optimismo inteligente”? para evitar la ingenuidad, o para evitar el egoísmo hay que aprender a ser realista, aprender a relacionar lo que nos ocurre con nuestro proyecto familiar. Por ejemplo, relacionar lo que nos ocurre aprendiendo a confiar en el otro.
El optimismo no quiere decir que todo me salga bien en la convivencia con mi marido o con mi mujer; aunque hayamos discutido alguna vez no quiere decir que vayamos a discutir todos los días.
Optimismo falso es el que piensa que todo va a salir perfecto en nuestra convivencia diaria. Confiar en el otro, sabiendo que, al igual que yo, tiene sus limitaciones, y que de vez en cuando tendremos opiniones encontradas. En estos momentos, saber que nuestro amor es más importante que nuestras diferencias y que podemos respetar, incluso aceptar lo que el otro piense.
Hay que saber cómo reaccionar cuando el otro nos falla, y no venirnos abajo por ello, sin caer en la lectura pesimista de pensar que como me ha fallado, no me puedo fiar más de él. A una persona madura y enamorada cuando alguien le falla a su alrededor, no por eso deja de quererle o de darle más oportunidades.
La virtud del optimismo no me hace ciego para ver las cosas buenas que son siempre muchas más que las negativas.
El optimista también aprende a relativizar las cosas malas que ocurren; esto forma parte del proyecto familiar en el que educaremos a nuestros hijos, transmitiéndoles que experimentarán reveses en la vida pero no por ello hay que dramatizar la situación, sabiendo que es algo relativo y que de esa experiencia saldrá algo positivo.
La virtud del optimismo siempre conduce a la alegría. Es una verdadera virtud a la que se llega después de un esfuerzo, de una lucha diaria consigo mismo, por amor.
(1) David Isaacs.,La educación de las virtudes humanas, 1976.