Marzo 2019 – Equilibrio matrimonio y trabajo
Hoy en día resulta frecuente encontrar muchos matrimonios que sufren una continua tensión al intentar conciliar la vida profesional y la vida familiar. Se encuentran con falta de tiempo y de energía para llegar a todo: la atención de los hijos, el cuidado de la casa, las exigencias del trabajo profesional… Esta tensión puede afectar muy negativamente al matrimonio.
A pesar de los esfuerzos que hacen los esposos, a menudo se sienten derrotados por la vorágine que impone la vida contemporánea. ¿Qué está pasando?
El trabajo nos mide, nos dice quiénes somos, nos abre un mundo de posibilidades. Lo que hacemos en nuestro trabajo, tiene consecuencias directas en nuestra vida y, ordinariamente, el trabajo es una fuente de satisfacción personal.
Hemos sido creados para trabajar y no hacemos más que seguir nuestra tendencia natural. Como explica la Gaudium et Spes, Dios decide crear al hombre y a la mujer para que gobiernen las cosas de la tierra en justicia y santidad. Esa actividad es su trabajo.
No sólo manifestamos cómo somos en el trabajo sino que éste nos configura y eso se nota en nuestra relación. El trabajo a veces es excitante y no lo ponemos en el puesto en el que debe estar: es siempre un medio- para sacar a la familia adelante, para llegar al Cielo, para todo-nunca un fin. Cuando trabajamos para los medios en vez de para los fines, no vamos bien.
La coherencia cristiana lleva a priorizar, según las circunstancias, cada una de las tareas que se derivan de nuestra condición de padres, cónyuges, amigos, compañeros, etc. Ahí está la lucha por mantener la unidad de vida: establecer las prioridades; es decir, fijar la vista en los objetivos más altos de amor a Dios y amor a los demás en cualquier ámbito que nos desenvolvamos. Más que conciliar, se trata de integrar las distintas actividades de cada jornada −o, al menos, de intentarlo todos los días−.
Os proponemos algunas ideas para avanzar en el empeño por hacer compatibles estos dos ámbitos, centrándonos en gestionar bien nuestro tiempo
Sugerencias para equilibrar trabajo-familia
- Anticipar: fijarse metas, estrategias, cometidos que se puedan delegar y que hay que comunicar con tiempo. Si nuestra familia es el “negocio más importante”, debemos dar cada paso con organización. Dejarlo todo en manos de la espontaneidad, no asegura la paz ni el orden que se necesita en la convivencia.
- “Haz lo que debes y está en lo que haces”. De este modo, evitaremos perder el tiempo en concentrarnos de nuevo en cada cosa, procurando terminarla en el intervalo asignado. Podremos también ofrecer a Dios y evitar la dispersión que supone estar pendiente de varios asuntos a la vez.
- Fijar un tiempo para el trabajo profesional. Resulta imprescindible poner un límite semanal a las horas que se van a dedicar al trabajo fuera del hogar. El tiempo para estar con los hijos y el cónyuge debería resultar sagrado.
- Evitar actividades estériles, tales como ver series o programas en internet que no aportan nada, conversaciones inútiles o dañinas, etc., que resultan verdaderos ladrones del tiempo.
- Tiempo de calidad y cantidad. Una sana vida de familia requiere tanto cantidad de tiempo como calidad en el tiempo. Un modo de aprovecharlo es orientar los fines de semana y las vacaciones: un tiempo de “libre disposición”, para cuidar especialmente de nuestro matrimonio y de nuestros hijos, avanzando así en el deseado equilibrio.
- Tiempos fijos de reflexión. Cuantas más tareas tenemos que realizar, resulta más necesario hacer “parones” durante el día, para pensar cómo organizarlas mejor. Para un cristiano estos tiempos de reflexión son tiempos de oración. Dios nos acompaña siempre y podemos pedirle ayuda en esos momentos de gran actividad.
El amor a nuestro marido o mujer nos hace enfocar bien nuestra vida y darnos cuenta de lo positivo de nuestra situación: si tenemos que conciliar un trabajo exigente con una preciosa familia es que somos muy afortunados.