Febrero 2019 – Las cosas bien dichas se entienden mejor
Hace unos días, en una de las sesiones dentro del curso “Comunicar el amor” comentaba una de las parejas que entre ellos discutían con frecuencia, se hablaban con poco cariño y parecían sentirse siempre atacados por el otro.
En esta situación pregunté a los asistentes: ¿Qué pensáis que pueden hacer? La respuesta fue unánime: “Tienen que hablar”.
Hablar nos permite intercambiar las ideas. Hablamos poco porque vamos deprisa, hay muchas cosas en el día a día como la falta de tiempo, el no saber escuchar o nuestras deficiencias de carácter.
Además en nuestras conversaciones es fácil que afloren nuestras limitaciones, no las controlamos: elevamos el tono de voz, se nos escapan las ironías, no expresamos bien lo que queremos decir al otro y nos alteramos dejando al otro herido.
Dominio propio
Necesitamos un control cuando nos comunicamos con quien más queremos, pero habitualmente este control cuesta, porque por ejemplo, cuando estamos cansados, precisamente donde se manifiesta este cansancio es en nuestra incapacidad para controlarnos.
En ocasiones, elevamos el tono de voz cuando hablamos. Nuestra forma de manifestar la falta de control es subiendo el tono. El que “chilla” lo único que expresa claramente es su incapacidad para decir las cosas de otro modo, está superado, no se da cuenta, pero lo hace. Es una forma de descargar tensión.
En el fragor de la batalla decimos cosas que no queremos decir, en el momento más inoportuno y de forma inadecuada. Esto, con la persona a quien más queremos.
La solución está en crecer como personas interiormente en dominio propio, en el control de nuestros gustos, en saber ceder para que nuestras limitaciones no empañen nuestro amor.
Dedicar una palabra amable en el momento justo o callar una palabra cruel.
Un segundo nivel es cuando nos ponemos irónicos: sarcasmos, reproches, pequeños insultos, manifestación de la inteligencia que utilizamos para ridiculizar al otro. Palabras ásperas o destempladas que pronunciamos a gritos, cuando nos molesta algo.
Las parejas necesitamos amabilidad; con ella, desaparece la aspereza, el rencor y el sarcasmo de nuestras palabras. Con todo el mundo estamos obligados a ser amables, pero con la persona a quien más amamos “particularmente amables”.
En el amor, la amabilidad lo suaviza todo. Le da al otro lo que necesita o lo que solamente otra persona puede dar. Y el modo en que lo da es ya de por sí un regalo mucho mayor que lo que da.
Una palabra amable, hace mucho. Además cuesta bastante restablecer el daño que hacemos con una palabra mal dicha.
Algunos remedios contra las palabras desagradables que dificultan el amor
- Aprende a guardar silencio, sobre todo cuando estés enfadado o molesto por algo. El silencio será tu ayuda más valiosa.
- Evita las palabras desagradables. Hablar con aspereza hiere el corazón y quita la paz del alma.
- Lleva con paciencia las limitaciones del otro. También tú tienes defectos que ella o él debe aguantar. Júzgate y acúsate solo a ti mismo y disculpa siempre al otro.
- No te dejes llevar del mal humor, el egoísmo o la vanidad. Empieza a examinar desde hoy cuál es tu forma de dialogar y haz el propósito de mejorar.
Necesitamos recomenzar cada día para no dañar nuestras conversaciones. El amor precisa que nos centremos en el otro, en lo que necesita y siente; salir de una lógica fría en la que prima la eficacia y la solución de problemas y entrar en la lógica misteriosa de amor.
Una buena comunicación en el matrimonio requiere ternura, cariño, conocerse, estar dispuesto a ceder, esperanza y confianza, emocionarse juntos, vibrar; y sobre todo luchar consigo mismo cada día para ser más generosos, más entregados, para poder amar mejor. En resumen, para ser más felices.